Como decía, su última novela hasta el momento era Invitación a la melancolía, sin duda la más personal, ambiciosa y arriesgada de las suyas, aunque desafortunadamente no ha recibido la atención que sin duda su calidad merecía. En ella, el autor un construía denso entramado de géneros narrativos, en el que se mezclaba la novela, el ensayo, el dietario, etc., y, así, por ejemplo, las peripecias del entrañable capitán Monteamaro y sus camaradas del quinteto de la muerte alternaban con las reflexiones teóricas sobre la melancolía y sobre otros diversos temas, incluida la propia teoría de la novela. Quizás con ella construía el autor su obra cumbre, pero también en algunos pasajes su lectura resultaba más compleja.
Un tanto distinta, por no decir bastante distinta de Invitación a la melancolía, resulta esta nueva novela que hoy presentamos, y que lleva por título Tumbas licias. Detrás de ella hay sin duda un laborioso proceso de escritura. De hecho, en una entrevista, hace ya casi quince años, cuando el autor aún no había publicado ningún libro, ya aludía a esta novela, que para entonces tenía ya terminada, aunque a falta todavía, según él mismo señalaba, de algún retoque. Sin duda a lo largo de esos quince años algo más que algún pequeño retoque habrá experimentado el texto. Pero bueno ya de estos entresijos de la novela, el único que puede hablar, si es que lo estima conveniente, es el propio autor. De cualquier modo, como decíamos, hay detrás de ella un laborioso proceso de escritura.
Y tal vez la distancia temporal que media entre la redacción originaria de esta novela y la anteriormente aludida Invitación a la melancolía, pueda explicar algunas diferencias entre ambas; diferencias no solo por su contenido argumental, sino también por su propia estructura, mucho más cercana en el caso de Tumbas licias al esquema de la novela tradicional. El punto de partida será ahora el descubrimiento de una estela con una enigmática inscripción que impulsará al protagonista, el arqueólogo Tadeo de los Santos, a emprender un largo viaje que le llevará desde Astúrica Augusta hasta las exóticas tierras de Asia Menor. Pero el azar convertirá el viaje, concebido inicialmente como un cauce para el recreo y el estudio, en una aventura fascinante, en la que no faltarán ni el amor ni el peligro.
Como puede observarse, Tumbas licias recoge muchos aspectos de la antigua novela griega: desde la estructura hasta ciertos temas y ambientes... No en vano, algunos de los escenarios que recorre el protagonista se corresponden con los de los relatos griegos, que son citados o aludidos de forma explícita en diversas ocasiones. Por no hablar ya del ingrediente amoroso, que es uno de los ejes básicos de esta novela. Un tema que abarca enfoques distintos, desde el sentimental hasta el erótico. Aunque en este aspecto se percibe el modelo de otros géneros más modernos (a los que nos referiremos luego), hay sin duda, todo un homenaje a la novela clásica, semejante al que ya había hecho, en ese caso a la novela latina, en El fondo ilusorio de los espejos, la primera de las tres narraciones cortas que integran Silencio púrpura.
Pero ese homenaje a la novela griega constituye solo un aspecto particular del tributo que Martínez Oria rinde en su novela al mundo clásico. En torno a él, en efecto, gira la vida del protagonista, y no solo en su faceta profesional como arqueólogo y estudioso, pues, como él mismo dice, “siente una pasión enfermiza por la cultura clásica”. Una pasión que sin duda comparte con el autor y que está precisamente en el origen de toda la trama novelesca. Ese mundo tan apasionante será evocado, reconstruido, e incluso revivido a lo largo de toda la novela en ese viaje que, como decíamos, lleva a esas exóticas tierras de Asia Menor, lejanas, pero, a la vez, tan unidas precisamente por ese nexo clásico a la ciudad del protagonista, Astorga, aludida ahora con su nombre antiguo de Asturica Augusta. De manera que una vez más Astorga, llamada en sus otras novelas Altiva, vuelve a aparecer en las páginas de Andrés Martínez Oria como trasfondo de sus historias. Aunque claro está, como ocurría en ellas, esta ciudad resultará en parte real (y el lector la reconocerá fácilmente algunos de los lugares aludidos) y en parte literaria, es decir, inventada. Y es que de ambos aspectos, realidad y fantasía se componen igualmente esta novela. Y de todas formas, lo que queda claro es que ese mundo clásico es para Tadeo de los Santos algo vivo, que forma parte de el mundo de hoy, y a buscar esas conexiones y a aprender sus lecciones dedicará buena parte de sus desvelos
El componente novelesco clásico anteriormente señalado se combina también con otros elementos más modernos, procedentes en este caso del cine. Y es que algunas de sus escenas y algunos de sus personajes parecen extraídos de una película de gánsteres o de suspense. En este sentido, tal vez sea, si se nos permite la expresión, la novela más cinematográfica del autor. Así lo percibirá sin duda el lector; y, así lo sugiere en ocasiones el propio narrador. En cualquier caso, la intriga y del suspense contribuyen a incrementar el interés de la trama narrativa y constituyen sin duda otro de los atractivos de la Tumbas licias. Como atractivo también resulta es mezcla de clasicismo y modernidad.
No nos vamos a detener en los personajes, porque eso nos llevaría a desvelar inevitablemente algunos aspectos de la intriga. Solo nos referiremos ahora a su protagonista para enlazar con el apartado la técnica narrativa. Hay aquí un hecho que conviene no perder de vista: el narrador de la historia es el propio protagonista, Tadeo de los Santos. Y de él dice otro personaje de Tumbas licias que en su personalidad se mezclan “el rigor científico y esa imaginación tan sensible de los poetas”. Él mismo se define “como un enfermo de libros”, que pasaría su vida, y todas las vidas que le dieran leyendo. De todos estos aspectos dará buena cuenta a la largo del relato. Porque detrás de las descripciones de los lugares que visita, o de las historias o personajes que rememora se hacen visibles, en efecto, la precisión y la sabiduría del técnico y la imaginación del poeta. Pero esa imaginación tal vez es la que acabe imponiéndose. De manera que hay momentos en que el ensueño parece mezclarse con la realidad, sin que sea fácil distinguir los límites de ambas. O incluso en otros, como ocurre en su visita a las ruinas de Pérgamo, lo más sensato parece no fiarse de lo que no está contando el narrador, y pensar que no es sino el fruto de una imaginación desbordada, contaminada además, por el mal de la lectura. Quedan así algunos episodios envueltos en una atmósfera onírica que recuerdan la atmósfera de El raro extravío del viajante Eterio en el Pinar de Xaudella.
Por lo demás, encontramos aquí otros rasgos de estilo característicos del autor: la variedad de registros lingüísticos que abarca desde el lenguaje coloquial —presente por ejemplo en algunos diálogos— hasta el lenguaje más lírico —muy destacado en buena parte de las deslumbrantes descripciones de los escenarios clásicos que visita el protagonista—; la presencia del humor y la ironía, que sirve en ocasiones para rebajar el tono sentimental de algún episodio; la presencia de referencias librescas y citas literarias, no siempre marcadas explícitamente, y como es lógico procedentes sobre todo de escritores clásicos (Catulo, Jenofonte, los poetas de la Antología Palatina, Helio Arístides…), pero también de la Biblia o de algunos escritores más modernos (Chateaubriand, Cafavis, etc.)…; citas que en a veces van unidas a reflexiones sobre temas diversos (incluso de actualidad) en las que pueden aparecer cierta veta políticamente incorrecta, etc.
Entre la novela de viajes, de amor y de aventuras, y la película de intriga y de suspense, y con ciertas dosis de novela culturalista, Tumbas licias reúne sin duda numerosos atractivos para el lector: y entre ellos, sin duda, la amenidad. Así que solo cabe terminar esta breve presentación con una invitación a su lectura; esperamos que el éxito acompañe a este nuevo libro del autor, que sin duda bien lo merece.