Me llamó la atención que, refiriéndose a san Froilán, un diario, titulara en negrita y a cinco columnas: “¡Viva el patrón, viva San Froilán! Y a continuación, la autora del texto, Noelia Brandón, escribiera: “El Ayuntamiento de León presenta el programa de unas fiestas que tratan de respetar el arraigo a través de la calidad de un evento que llevará a la ciudad la esencia de lo leonés… La fiesta más popular de León, San Froilán, … con la más pura esencia del Reino de León.” (http://www.leonoticias.com/ leon/fiestas-san-froilan/201609/27/viva-patron-viva-froilan-20160927125623.html).
Y en otro periódico: “León vive un ambiente de inspiración antigua y medieval durante la celebración de sus fiestas más tradicionales: las Fiestas de San Froilán, cuya celebración se remonta a la Edad Media.” (http://www.expreso.info/ noticias/agenda/54213_leon_se_prepara_para_san_froilan_2016).
En efecto, llama la atención, y muy favorablemente, que en un cierto proceso de descristianización, como se está viviendo en España, sea un santo, que vivió en el difícil siglo lX, quien recuerde “la esencia de lo leonés”. León, y también Castilla, la tierra de las libertades.
Resulta incompleto, y parcialmente incomprensible, decir algo de la vida de una persona, en este caso de san Froilán, que influyó en el acontecer histórico de su tiempo, sin hacer una referencia, siquiera mínima, al ambiente histórico en el que transcurrió su vida.
Tres reyes del reino de Asturias y León gobernaron durante la vida del futuro san Froilán. En mérito a la brevedad, aludiré únicamente a los dos últimos, que fueron los que más afectaron a la repoblación que consiguió Froilán. Del primero de ellos, Ordoño l, que reinó del año 850 al año 866, escribe mi admirado Ríos Mazcacarelle, entre otras muchas cosas, lo que sigue: “Ordoño l sucedía a su padre, Ramiro l, sin problemas ni violencias; su reinado coincidía con el de emir cordobés Muhammad l. Supo aprovechar Ordoño l la anarquía que se apoderó de Al-Andalus en los últimos años de Abd al-Rahmán ll y en los primeros de Muhammad l. La falta de comercio –sólo existía el trueque, pues no se empezó a acuñar moneda hasta años más tarde- hizo que las excesiva explotación de los recursos del reino asturiano no pudiera mantener ya a una población tan numerosa, acrecentada por las emigraciones de mozárabes que llegaban del sur. Para aliviar esta situación, se propuso Ordoño l estimular y respaldar la repoblación de las zonas abandonadas. Así repobló León en 856, y Astorga,…”. (Manuel Ríos Mazcarelle, Diccionario de los Reyes de España, Aldebarán Ediciones, 2008, Tercera Edición, p. 115).
De su sucesor en el trono, Alfonso lll, el Magno, que reinó del año 866 al año 910, y con relación a la labor de repoblación de san Froilán, Juan Ignacio Ruiz de la Peña, también entre otras muchas cosas, escribe: “Hijo y sucesor de Ordoño l. Su dilatado reinado coincide con la época de máxima expansión territorial del reino; y supone, gracias a la inspiración de este monarca letrado, la culminación del proceso de renacimiento cultural… La vida vuelve a renacer en los extensos territorios ganados a los musulmanes: reconquista y repoblación van unidas en la fecunda política expansiva del rey…” Tras el destronamiento del monarca por sus hijos, la capitalidad del reino se traslada a León. (Juan Ignacio Ruiz de la Peña, Enciclopedia de Historia de España, Dirigida por Miguel Artola, Alianza Editorial, Tomo, 4, 1995, p. 43).
De Froilán se sabe que nació el año 833 y que su biografía la escribió un contemporáneo suyo, cuyo nombre se desconoce, y que el diácono Juan la copió en 848. Froilán comenzó a prepararse para el sacerdocio, pero, tras una crisis, decidió dedicarse a la vida eremítica, retirándose a una gruta en Vega de Valcarce, en el Bierzo, pero el gran número de mártires en la Córdoba musulmana, le decide tomar la iniciativa y dedicarse a predicar.
No obstante, conoce al monje mozárabe, Atilano, y deciden reemprender su vida monacal, y con el deseo de facilitar su mayor unión con Dios, se retiran a los escarpados más inaccesibles de las montañas leonesas, el monte Cucurrino (en la actualidad monte Curueño o Corueño). Pero su fama de santidad es tal, que el rey manda mensajeros que le ordenan presentarse en la Corte donde Alfonso lll le encarga la desmesurada tarea de repoblación, que ya había comenzado con gran acierto su padre, el rey Ordoño l, habida cuenta que ya las fronteras del reino astur-leonés llegaban al Duero. Las tierras a ambas orillas del río estaban despobladas y devastadas. Para su defensa era necesario reconstruir los pueblos y volver a labrar las tierras y en aquél entonces no había fuerza más cohesiva que la colonizadora acción de los monasterios. Así lo sabía Alfonso lll y por eso, concedió a Froilán amplias facultades para levantar cenobios a cuyo amparo se acogiesen los poblados reconstruidos.
Froilán trabajó sin descanso y fundó el monasterio de San Salvador de Tábara, en el que se reunieron algo más de 600 religiosos, hombres y mujeres, con separación completa y sometidos a una severa disciplina, con la decisiva ventaja para las monjas que no sólo tenían una atención espiritual completa, sino que, además, estaban defendidas en caso de ataque musulmán.
Este monasterio “facilita la labor colonizadora y cultural, además de religiosa. Los campos se roturan y cultivan al abrigo del monasterio donde se alaba a Dios, se reza, se estudia, se copian libros hasta llegar a ser, en el siglo X, el más refinado escritorio. Allí ejercen los arquitectos, pergamineros, pintores, miniaturistas que elevan el alma y se desarrollan los oficios y el arte”. (Francisco Pérez González, Dos Mil Años de Santos, Ediciones Palabra, S.A. 2001, Tomo ll, p. 1231).
Froilán siguió recorriendo las tierras fronterizas y fundando monasterios. Cuenta la leyenda que en uno de estos peregrinajes un enorme lobo devoró su borriquillo. Siempre según esta leyenda, el santo, sin miedo al lobo, le mostró su impotencia para cargar las alforjas y caminar tan largas distancias. El lobo como manso jumentillo, permitió que Froilán le cargara las alforjas con libros que siempre llevaba, en su afán apostólico y de predicación evangélica. De aquí que, con alguna frecuencia, se represente a san Froilán junto a un lobo cargado con unas alforjas con libros.
Pero tanto Froilán como Atilano hubieron de dejar su labor de fundación, al reclamarles el pueblo como obispos. Froilán se resistió, entre otras razones, porque ya tenía 68 años (en aquella época no se solía llegar a esta edad con la misma vitalidad y salud que ahora), no obstante, comprendió que era la voluntad de Dios y aceptó. Fue la primera y definitiva vez que los dos santos se separaron. Froilán como obispo de León y Atilano de Zamora, fueron nombrados el año 900, el mismo día, 19 de Mayo.
Como obispo, Froilán, dedicó todas las energías que le quedaban a la atención de los pobres y a entregarse sin reservas a sus fieles. Murió cinco años después en olor de santidad y fue venerado inmediatamente como un santo. Es Patrono de la diócesis de León y sus restos reposan en un arca en el altar mayor de la Catedral de León.