Urraca de León, primera Reina de España
Si Leonor por antonomasia es Leonor de Aquitania, por lo mismo Urraca lo es Urraca de León. O más exactamente, Urraca de León y Castilla, y en algunos documentos que reflejan la vocación de su padre, el gran Alfonso VI, Totius Hispaniae Imperator, Urraca de España. Casada con Raimundo de Borgoña, al enviudar de éste contrajo nuevo matrimonio –por designio de su padre, que quizás soñaba con la unidad peninsular de los reinos cristianos- con Alfonso el Batallador, Rey de Aragón. El matrimonio no cuajó y sería anulado por la Santa Sede, a partir de lo cual Urraca tuvo varios amantes entre la nobleza leonesa. Esta “indomable” Reina será la abuela política de Leonor de Inglaterra.
Como vimos, Urraca encabeza la lista cronológica de las diez reinas españolas por derecho propio. Hasta la relativamente reciente obra del gran hispanista y medievalista norteamericano Bernard F. Reilly, The Kingdom of León-Castilla Under Queen Urraca, 1109-1126 (Princeton University Press, Princeton, NJ, 1982), sabíamos muy poco sobre esta extraordinaria mujer, si exceptuamos a los conocedores del libro de Prudencio de Sandoval, Historia de los reyes de Castilla y León: Doña Urraca, hija de Alonso Sexto, y Don Alonso Séptimo, Emperador de las Españas (Madrid, 1792), y los estudios históricos de Antonio García Conde y Francisco Vázquez Saco, “Diploma de la Reina Doña Urraca” (Lugo, 1941-44), y de Luis Sánchez Belda, “La Cancillería castellana durante el reinado de Doña Urraca (1109-1126)” (Madrid, 1953). Más recientemente se han publicado los estudios de Manuel Recuero Astray, “La época de Doña Urraca” en su ensayo El Reino de León durante la primera mitad del siglo XII (León, 1993), del mismo autor con M. Ángeles Rodríguez Prieto y Paz Romero Portilla, Documentos medievales del Reino de Galicia: Doña Urraca (1095-1126) (Santa Comba, La Coruña, 2002), y continuando el precedente de Cristina Monterde Albiac, Diplomatorio de la Reina Urraca de Castilla y León (1109-1126) (Zaragoza, 1996), el de Irene Ruiz Albi, La Reina Doña Urraca (1109-1126). Cancillería y Colección Diplomática (León, 2003). Asimismo la biografía de María del Carmen Pallarés y Ermelindo Portela, La Reina Urraca (Ed. Nerea, San Sebastián, 2006). Ciertamente existían algunas novelas históricas, como una misteriosa Queen Orraca de un tal Ballantyne, que al parecer pudo interesar como tema literario al propio Walter Scott, ya que la menciona en una carta a su amigo Southey del 16 de julio de 1809 (Familiar Letters of Sir Walter Scott, David Douglas, Edinburgh, 1894, vol. I, p. 137), y la más conocida en España, de Francisco Navarro Villoslada, Doña Urraca de Castilla. Memorias de tres canónigos, novela histórica (1849). En tiempos más recientes, han aparecido otras dos novelas en clave feminista: la de Lourdes Ortiz, Urraca (1982), y la de Ángeles de Irisarri, La Reina Urraca (2000).
Urraca de León (1080-1126) y Leonor de Aquitania (1124-1204) destacan como las reinas, incluso diría más, como las mujeres con más poder y personalidad en la Europa Medieval del siglo XII. Pero la primera, con la excepción de la excelente monografia del hispanista-medievalista norteamericano Bernard F. Reilly y otros títulos mencionados, no ha gozado de la popularidad temática entre historiadores, biógrafos, filólogos, e incluso poetas, novelistas y dramaturgos (y asimismo directores teatrales y cinematográficos) que ha tenido la Duquesa de Aquitania, una verdadera corte de amor y de loor.
Es interesante el dato histórico de los vínculos familiares entre ambas: Urraca fue abuela del rey Alfonso VIII de Castilla, quien a su vez fue esposo de la hija de Leonor, también conocida como Leonor de Inglaterra. Por tanto, Urraca fue tatarabuela y Leonor bisabuela de los dos reyes más grandes del siglo XIII: San Fernando de León y Castilla y San Luis de Francia, primos entre sí.
En San Fernando confluyen las dos herencias de sangre que se transmiten a los Reyes y a la Familia Real en la España contemporánea: la de la original dinastía astur-leonesa, y la de las dinastías europeas que se remontan a Carlomagno y su descendiente Leonor de Aquitania, reina-consorte primero de Francia y después de Inglaterra, madre y abuela de reyes y reinas, emperadores y emperatrices, en toda la Cristiandad.
Me pregunto si una mujer tan culta e inteligente como Leonor, con un evidente instinto feminista de poder e independencia, tendría noticia y conocimiento de “la indomable reina” (según la califica Reilly), Urraca de León. Cuando ésta muere, en 1126, Leonor solo tiene dos años, pero las relaciones entre León y Aquitania, así como otros señoríos galos, habían sido estrechas desde la época de Alfonso VI, gracias a los matrimonios del monarca leonés con cinco francesas (la primera, Agnes, con la que no tuvo descendencia, era precisamente hija del Duque Guillermo VIII de Aquitania, el bisabuelo de Leonor) y sobre todo por la influencia de Cluny en los reinos hispanos.
De hecho, Leonor hereda el ducado al morir su padre, Guillermo X, precisamente durante el peregrinaje a Santiago de Compostela en 1137, siendo entonces Galicia parte del Reino-Imperio leonés bajo Alfonso VII, hijo de Urraca y del noble francés Raimundo de Borgoña. Es más que probable que la nueva duquesa de Aquitania, aunque solo tenía trece años al asumir el poder, simplemente por curiosidad o interés filial (su padre había sido enterrado en la catedral jacobea, junto al altar del Apóstol) fuera recabando informaciones sobre el país, la corte y los soberanos leoneses, presentes y pasados, en los años sucesivos. Es incluso probable, aunque no me consta documentalmente, que ella misma realizara discretamente el peregrinaje a Santiago.
Sin embargo, que yo sepa, ninguno de los biógrafos o historiadores modernos que se han ocupado de Leonor (Kelly, 1950; Kibler & Brown, 1976; Meade, 1977; Seward, 1978; Owen, 1993; Weir, 2000; Wheeler, Parsons, Brown, Hivergneaux, Huneycutt, Shadis & Hoffman Berman, 2003; Swabey, 2004) han hecho referencia a Urraca de León en sus publicaciones. Claro que una de sus nietas castellanas (hija de Leonor de Inglaterra y hermana de: Berenguela, futura reina-consorte de León; Blanca, futura reina-consorte de Francia; Leonor, futura reina-consorte de Aragón; Constanza que sería simplemente monja en Las Huelgas de Burgos; y Enrique, que sería brevemente rey de Castilla) que llegaría a ser ella misma reina-consorte de Portugal, se llamaba precisamente Urraca. ¿Por qué tan extraño nombre? Definitivamente, Leonor de Aquitania tuvo que tener alguna información acerca de la bisabuela leonesa que había inspirado el nombre de la pobre infanta Urraca de Castilla.
En los reinos cristianos peninsulares, por supuesto, el nombre de Urraca no era tan extraño. La primera Urraca famosa, Urraca Fernández, fue la hija del conde independentista Fernán González de Castilla, “siempre intemperante y tornadizo (…) el veleidoso conde” (en palabras del historiador leonés Justiniano Fernández), que la casó sucesivamente con dos reyes de León, Ordoño III y Ordoño IV, y por decisión de su padre se separó del último para contraer otro matrimonio de conveniencia. Indica el mismo historiador que la actitud del conde Fernán González es inexplicable, “en detrimento de los intereses de su propia hija, la reina (consorte) Urraca y del tierno príncipe Vermudo, su nieto, llamado a suceder a Ordoño en el trono leonés” (J. Fernández, Rodríguez, “La monarquía leonesa, De García I a Vermudo III (910-1037)”, en El Reino de León en la Alta Edad Media, III, León, Centro de estudios e investigaciones San Isidoro, 1995, pp. 322-324).
Sin remontarnos más atrás, una famosa Infanta Urraca de León fue la hermana favorita de Alfonso VI (y por tanto tía carnal de la Reina Urraca), en cuyo señorío de Zamora encontraría la muerte el hermano de ambos, Sancho, mientras sitiaba la plaza con la ayuda de El Cid y los independentistas o hegemonistas castellanos. Otra Urraca, Urraca Enríquez, era hija de Enrique de Borgoña y Teresa de León (bastarda de Alfonso VI, y por tanto medio hermana de la reina Urraca), y hermana de Alfonso Enríquez, que llegaría a ser el primer rey del Portugal independiente de León en la tercera década del siglo XII. Esta Infanta Urraca de Portugal se casaría con en noble gallego Bermudo Pérez (hermano de Fernando Pérez, el amante de la Reina Teresa cuando ésta enviudó). El Rey Alfonso Enríquez –Afonso I de Portugal- a su vez tuvo una hija, otra Infanta Urraca, que será Reina consorte de León al casarse con el Rey Fernando II. Asimismo el Rey Afonso II de Portugal se casaría con otra Infanta Urraca de Castilla, y una hija de ambos será la Infanta Leonor, convertida en Reina consorte de Dinamarca al contraer matrimonio con el Rey Valdemar III.
Teresa de León, primera Reina de Portugal
Aunque hoy disponemos de excelentes estudios, encabezados por los de Bernard F. Reilly, sobre Alfonso VI y su hija Urraca, todavía no existe una biografía o estudio histórico equivalente sobre la hija bastarda del primero y medio hermana de la segunda, la Infanta Teresa de León. Alfonso VI es probablemente el rey más importante de la Reconquista y la reconstrucción de España entre Don Pelayo y los Reyes Católicos. No sólo intuyó la idea de un Estado Nacional integrador de los reinos cristianos, anticipándose en muchas cosas a Maquiavelo, sino que fue el auténtico inventor de las Cruzadas contra el Islam, sentando el modelo con la conquista de Toledo en 1085, como reconocían recientemente los historiadores Jonathan Phillips en Holy Warriors. A Modern History of the Crusaders (Random House, New York, 2009, p. 48) y Rodney Stark en God’s Battalions. The Case for the Crusades (HarperOne, New York, 2009, p. 46). Sus hijas Urraca y Teresa heredaron efectivamente algo de su talante, especialmente la primera reafirmando la unidad de España a partir del núcleo astur-leonés, aunque no pudo evitar la secesión de Portugal que lideró la segunda. Nunca una rivalidad entre dos mujeres de la misma familia tendría tan graves consecuencias para la historia de la comunidad ibérica.
Tía-abuela, por tanto, de Alfonso VIII de Castilla y de su esposa inglesa Leonor, la Infanta Teresa de León, hija ilegítima pero según Stanley G. Payne la favorita de Alfonso VI (History of Spain and Portugal, U. of Wisconsin Press, Madison, 1973, vol. I), que por decisión de su padre contrajo matrimonio con Enrique de Borgoña y obtuvo el Condado de Portugal, a la muerte del monarca leonés se convertirá en virtual primera Reina de un Portugal independiente, con iniciales aspiraciones expansionistas que incluían la ciudad de Astorga y los territorios de Zamora, Salamanca, Ávila y Extremadura.
Como ha escrito la historiadora portuguesa Maria Joao Violante Branco Marques da Silva, “Filha de uma bastardia real, numa época em que semelhate factor nao era inibidor da ascensao ao trono” (Portugal no Reino de León. Etapas de uma relacao (866-1179) en la obra colectiva El Reino de León en la Alta Edad Media, IV, Centro de estudios e investigaciones San Isidoro, León, 1993, p. 594). No menos “indomable” que su medio hermana Urraca, era hija de la amante del Rey Jimena Muñiz, berciana de la diócesis de Astorga, y como ha señalado recientemente el historiador Stephen Lay sería la “Uncrowned Queen” de Portugal al menos entre 1112 y 1128 (S. Lay, The Reconquest Kings of Portugal, Palgrave Macmillan, New York, 2009, pp. 55-70).
Ignoro si existe alguna biografía reciente sobre mi ilustre paisana (ya que nació en la diócesis de Astorga, de donde soy nativo), aunque el también paisano mío ya desaparecido, canónigo, historiador y cuidador del archivo diocesano, D. Augusto Quintana Prieto, publicó hace años un largo estudio sobre su madre, “Jimena Muñiz, madre de Doña Teresa de Portugal” (Revista Portuguesa de História, 12, 1969). T. de Sousa Soares ha publicado dos ensayos pertinentes: “O governo de Portugal pelo Conde Enrique de Borgoña” (Revista Portuguesa de História, 14, 1974) y “O governo de Portugal pela Infanta-Rainha D. Teresa (1112-1128)” (Colectánea de Estudos em Honra do Prof. Doctor Daimao Peres, A. P. H., Lisboa, 1974). J. Mattoso, más recientemente, es autor de las obras historiográficas contextuales imprescindibles Identificacao de un país. Ensaio sobre as Origens de Portugal (2 vols., 5ª. Ed., Estampa, Lisboa, 1995) y D. Afonso Henriques (Circulo de Leitores, Lisboa, 2006), y en el antes citado libro (2009) de Stephen Lay, el capítulo 2 (pp. 37-70), ofrece un adecuado resumen del “reinado” del Conde Enrique y la Infanta Teresa.
Stephen Lay asegura que hacia la primavera de 1117, la Infanta Teresa, viuda desde 1112 del Conde Enrique de Borgoña (mortalmente herido precisamente en Astorga, siendo aliado de Urraca, durante un encuentro con las tropas de Alfonso el Batallador, que tras su divorcio de Urraca había invadido los territorios de Castilla y León), comienza a usar en los documentos oficiales el título de Reina (p. 58). Curiosamente ha sobrevivido una carta de privilegio de la Reina Urraca (de 12 de septiembre de 1118) en la que ésta ya se refiere a su medio hermana Teresa precisamente como Reina de Portugal, lo que implicaría un reconocimiento de facto: “Reinante regina domina Vrraca cum filio meo in Legione, Alfonso (sic) et Toleto, et regina domina Tharesia in Portugal…” (Diploma 96, Carta XXVII, en la obra de Irene Ruiz Albi, p. 506).
Sin embargo, la relación sentimental de la viuda Teresa con el noble gallego Fernando Pérez (hijo de su tradicional aliado Pedro Froilaz), las intrigas con el famoso obispo de Santiago Diego Gelmírez, y en general su política de claro sesgo pro-Galicia (¿acaso había un proyecto de reconstruir el original reino de Galicia y Portugal de su tío, el depuesto Rey García, que también pretendió el Conde Raimundo de Borgoña, malogrado esposo de Urraca?), alienará a un sector decisivo de la nobleza portuguesa, que se inclinará hacia el Infante D. Alfonso Enríquez, hijo de Teresa y del Conde Enrique, como líder de una mini-guerra civil, resuelta finalmente en la batalla de Sao Mamede (24 de Julio de 1128) con la victoria del partido de Alfonso. En consecuencia, se producirá el exilio de Teresa y la consolidación de su hijo como primer Rey de un Portugal progresiva y definitivamente independiente de León.
Excursus sobre las mujeres del rey Alfonso VI
La profesora Fuente sostiene que las mujeres fueron una parte fundamental del reinado de Alfonso VI, uno de los más importantes de la Edad Media: “Primero las hermanas. Después las esposas. Si las primeras fueron muy influyentes, ninguna de las esposas tuvo un papel relevante en la política del reino. Sin embargo, una de ellas, Constanza de Borgoña, merece destacarse por haber introducido en estos reinos a su propia familia, en concreto a sus sobrinos, que se casaron con dos de las hijas del rey, una de ellas , la hija de la propia Constanza, doña Urraca, y la otra, la hija de la concubina Jimena Muñoz, doña Teresa de Portugal. Ambas, Urraca y Teresa, se convertirían en reinas.”(M. J. Fuente, ob. cit., p. 152)
Las hermanas a que se refiere la citada medievalista fueron las infantas Urraca y Elvira, señoras de Zamora y de Toro respectivamente, que se aliaron con Alfonso para mantener unido el reino de su padre, Fernando I el Magno, bajo la hegemonía leonesa frente a los otros hermanos varones, Sancho de Castilla (asesinado en el cerco de Zamora), y García de Galicia (que será encarcelado de por vida en el castillo de Luna).
El medievalista norteamericano Bernard Reilly sostiene que Alfonso fue una especie de “Maquiavelo de León”, que intuyó la necesidad de un Estado hispánico y cristiano unido frente a las tendencias centrífugas y eventualmente separatistas de Sancho y García (como ocurriría con Portugal) y los reinos taifas musulmanes. El monarca leonés tuvo cinco esposas legítimas: Inés (o Agnes), Constanza, Berta, Elizabeth, y Beatriz, todas francesas excepto la italiana Berta. Asimismo tuvo dos importantes concubinas: Jimena y Zaida.
Xemena Monniz, Jimena Muñiz (o Muñoz). Merece una mención en este ensayo esta extraordinaria mujer de familia noble astúrico-leonesa, nativa de un pueblo berciano en la diócesis de Astorga, que fue amante del Rey Alfonso VI, cuando se quedó viudo de su primera esposa la Reina Inés, y que será madre de dos infantas bastardas, Elvira y Teresa de León (ésta, como vimos, futura primera Reina de Portugal). Según la profesora Fuente los ancestros nobiliarios de su familia eran del viejo reino de Asturias, y como señala el canónigo Quintana Prieto su padre estuvo muy vinculado a la corte leonesa desde la época de Fernando I. Este historiador, autor de una monografía fundamental sobre esta mujer (Augusto Quintana Prieto, “Jimena Muñiz, madre de Doña Teresa de Portugal”, Revista Portuguesa de História, Tomo XII, Coimbra, 1969, pp. 223-280), ha investigado y documentado que Jimena nació en Corullón, pueblo berciano de la diócesis de Astorga, hija del Conde Monnio Muñiz y su esposa Velasquita. Tuvo al menos un hermano, Pedro, y de su relación con el Rey Alfonso VI dos hijas: Teresa y Elvira. El monarca la honró con la Tenencia de Ulver y los Condados de Astorga y El Bierzo (primera mujer que se sepa en ostentar el título de Condesa por derecho propio en la historia hispánica), al menos hasta la muerte de Alfonso en 1109. En sendas donaciones de 1099 y de 1100 se constata: “Regnante Rey Adefonsus in Legione et in Toleto…Episcopo Pelagius in Astorica… Potestas in illa terra Xemena Monniz…” (Quintana Prieto, ob. cit., pp. 262 y 268). Jimena hizo donaciones al monasterio de San Pedro de Montes y a la iglesia de San Andrés de Espinareda, donde está enterrada tras su muerte en 1128.
Zaida o Zayda, hija de Al-Mutamid, Muhammad ben Abbad, Rey taifa de Sevilla, por tanto princesa mora de Sevilla. María Jesús Fuente afirma que era viuda del Rey taifa de Córdoba. Posteriormente concubina del Rey Alfonso VI, aunque finalmente se convertiría al cristianismo con el nombre Isabel y sería esposa del monarca leonés, según una historiadora y autora de la novela histórica sobre el personaje, que la describe como Reina-Emperatriz consorte de León, donde dará luz a un hijo varón y morirá en el parto, en 1094 (Vicenta Márquez de la Plata, La Concubina del Rey-Emperador, Ediciones B, Barcelona, 2008). La profesora Fuente rechaza el dato del matrimonio real, pero ambas autoras coinciden en que fue madre del único hijo varón (bastardo o no) de Alfonso, Sancho Alfónsez, que moriría siendo adolescente en la batalla de Uclés contra los almorávides en 1108.
Berenguela de Castilla
Tras Urraca, la segunda (o tercera, si incluimos a Teresa de Portugal) reina española por derecho o voluntad propios (de iure o de facto), es Berenguela de Castilla, hija de la Reina Leonor de Inglaterra y nieta carnal de la gran Leonor de Aquitania. Madre del Rey Santo Fernando III de Castilla y León, y de la Infanta Leonor de León, entre otros.
Berenguela (Valladolid, 1179- Burgos, 1246) fue Reina consorte de León como esposa del Rey Alfonso IX (entre 1197-1204). Tras la muerte de su padre Alfonso VIII de Castilla y de que su madre la Reina consorte Leonor de Inglaterra ejerciera brevemente como Regente, Berenguela fue ella misma Regente de Castilla durante la minoría de edad de su hermano Enrique (1214-1217), y al morir éste, Reina de Castilla, también muy brevemente (apenas un mes, entre Junio y Julio, de 1217). Abdicó en su hijo Fernando III que finalmente uniría León y Castilla. Hasta su muerte, Berenguela fue más que “Reina Madre”, como Consejera Real y a veces Regente de facto –durante la ausencia por la Reconquista en el Sur- de su hijo, el Rey Santo (1217-1246).
Los estudios más fiables sobre esta extraordinaria mujer son los del medievalista Julio González relativos a los reinados de su padre Alfonso VIII y sobre todo de su hijo Fernando III, aunque más recientemente ha suscitado también el interés de la historiadora Miriam Shadis, que aporta una perspectiva feminista con lo que la autora denomina una “maternidad política” gestionando la sexualidad, el matrimonio y la sucesión, perspectiva iniciada por las obras colectivas coordinadas por J. C. Parsons, Medieval Queenship (New York, 1993), y por J. C. Parsons y B. Wheeler, Medieval Mothering (New York, 1996). Y, por supuesto, siempre hay que tener presente la erudita obra de María Jesús Fuente sobre las reinas medievales hispánicas, ya mencionada.
Otras Leonores en la historia española
La primera Leonor, como hemos visto, fue Leonor de Inglaterra y Reina consorte de Castilla, personaje también con tradición literaria que llega hasta la famosa novela histórica de Lion Feuchtwanger, La Judía de Toledo (versión alemana: Berlín, 1954; traducción española: Madrid, 1992), sobre los presuntos amores adúlteros del Rey Alfonso VIII de Castilla con la judía Raquel. En realidad el tema se remonta a una leyenda del siglo XIII que entre otras expresiones literarias cuenta con una obra de Lope de Vega, Las paces de los reyes y la Judía de Toledo (1617) y al menos otras dos obras de teatro clásico, la de Vicente García de la Huerta, Raquel (1778), y la de Eusebio Asquerino, La Judía de Toledo, en pleno Romanticismo del siglo XIX. Menéndez Pelayo dio credibilidad a la historia, pero otros autores la han negado, como Fidel Fita en su interesante Elogio de la Reina de Castilla y esposa de Alfonso VIII, Doña Leonor de Inglaterra (1908), publicada con motivo de la boda de Alfonso XIII con la princesa inglesa Dona Victoria Eugenia. Fita refuta la verosimilitud de la leyenda con argumentos sólidos y sostiene que se inspira en la historia de los amores adúlteros del padre de Leonor, Henry II, con Rosamunda Clifford (Julio González, El Reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, vol. I, CSIC-Escuela de Estudios Medievales, Madrid, 1960, pp. 26 y ss.). El gran medievalista Julio González nos ha dejado en la obra citada las referencias más exactas y pertinentes a la primera Reina Leonor en la historia hispánica.
Asimismo, Miriam Shadis, en su obra antes citada sobre Berenguela de Castilla y las mujeres políticas en el Medievo, dedica un capítulo a “Mothering Queenship: Leonor of England, Queen of Castile, 1161-1214” (pp. 23-50), en la que repasa la famosa leyenda de la judía de Toledo, Raquel Fermosa, que considera históricamente improbable
Durante la Edad Media hubo al menos otras seis Leonores Reinas consortes: de Aragón (la primera, también hija de Leonor de Inglaterra, estuvo casada brevemente con Jaime I el Conquistador), una Leonor de Castilla Reina consorte de Edward I de Inglaterra, otra Leonor Reina consorte de Castilla, una Infanta Leonor de León (la hermana de San Fernando), una Leonor de Foix, Reina de Navarra, y una infanta Leonor de Portugal (tataranieta de la Infanta Teresa de León e hija de una Urraca de Castilla, Reina consorte de Alfonso II de Portugal, en el siglo XIII) que sería esposa del Rey Valdemar III de Dinamarca.
Una Leonor (m. 1359) fue esposa, sucesivamente, de los Reyes Alfonso IV y Jaime de Aragón; otra Leonor de Sicilia (m. 1375) lo sería de Pedro IV El Ceremonioso; una Leonor (m. 1382) hija de ambos será la esposa de Juan I Trastámara de Castilla, y el hijo de éstos, Fernando I de Antequera (Rey de Aragón entre 1412-1416) a su vez contrarerá matrimonio con otra dama del mismo nombre, Leonor de Alburquerque (m. 1436) (T. N. Bisson, The Medieval Crown of Aragon, Clarendon Press, Oxford, 1986, p. 203).
Sobre todo destacarán dos mujeres de la alta aristocracia española, Leonor de Guzmán, amante del Rey Alfonso XI y fundadora de la dinastía Trastámara, y Leonor Enríquez (hermana de Juana, la madre de Fernando el Católico), que sería esposa de D. Álvaro Osorio, primer Marqués de Astorga. En nuestro vecino y hermano Portugal también hubo en el siglo XIV una célebre Leonor, Leonor Teles, que fue amante y esposa del rey Fernando I, sobre la que la historiadora española María Pilar Queralt del Hierro ha publicado una notable novela histórica, Leonor (Madrid, 2007).
A comienzos de la Edad Moderna hubo una Infanta Leonor que pudo ser Reina por derecho propio de Castilla y León, y eventualmente de España (como lo fueron su abuela Isabel I y su madre Juana I), si no fuera por la preferencia de los varones en la línea sucesoria. Me refiero a la primogénita de Juana La Loca y Felipe El Hermoso, Leonor de Habsburgo (hermana mayor del futuro Rey y Emperador Carlos), una mujer que debió ser de una gran belleza teniendo en cuenta la fama de sus padres. Garret Mattingly en su clásica biografía sobre la hija de los Reyes Católicos y Reina consorte de Inglaterra, Catherine of Aragon (1941), sostiene que Leonor, por intrigas del Rey Henry VII Tudor -que pretendía él mismo casarse con su madre, la bella viuda Juana La Loca- estuvo a punto de desplazar a su tía Catalina (Catherine o Katherine), viuda del Príncipe Arthur, como candidata a esposa del nuevo Príncipe de Gales, el futuro Rey Henry VIII de Inglaterra (Ed. Book-of-the-Month Club, New York, 1990, pp. 81, 95, 104). Finalmente esta Leonor se esposaría con D. Manuel de Portugal.
Hablar o escribir hoy de una Infanta de España, que antes de ser Reina de España será también, si Dios lo quiere, durante muchos años Princesa de Asturias, nos remite a las nociones históricas de España y de Asturias. Es decir, a los orígenes de la Monarquía española. Asturias, a su vez, nos remite -si el paciente lector me lo permite- a los astures y a mi patria chica, Astúrica Augusta, Astorga. Es inevitable que al escribir esto me embargue un legítimo orgullo: Astorga, es decir Astúrica, es la cuna de España.
Excursus sobre Astures, Astúrica y Asturias
Los romanos, al conquistar los territorios del noroeste de Iberia, se encontraron con la capital de los astures, Astúrica, que durante algún tiempo fue la sede de la Legión X Gémina y que en honor al emperador Octavio Augusto rebautizaron como Astúrica Augusta, es decir el precedente latino de la hoy bimilenaria ciudad de Astorga. Del término de la antigua comunidad céltica de los astures y de su capital Astúrica se deriva lógicamente el nombre de Asturias. Desde antiguo se hablará, en plural, de las Asturias: la Asturias cismontana, originariamente en torno a Astúrica, y la Asturias transmontana que surgirá en Covadonga.
Según ha señalado muy recientemente el historiador norteamericano Rodney Stark, el reino cristiano de Asturias no solo es el foco inicial de la Reconquista en España contra el Islam, sino también el núcleo originario de lo que será más tarde la mentalidad europea de las Cruzadas (ob. ant. cit., p. 44). A ello añadimos que Asturias es, sin lugar a dudas, la base, los cimientos de la Monarquía española. Hubo ciertamente una Monarquía visigoda anterior, pero quedó rota con la invasión musulmana de 711 y la muerte violenta del último rey, Don Rodrigo, sin que dejara descendencia. Asturias representa el intento de reconstrucción de la antigua Monarquía –el sueño neogótico astur-leonés- llevado a cabo por algunos nobles visigodos refugiados en el Norte tras la avalancha y destrucción islámica, con el soporte de las tribus astures y sus caudillos nativos.
Si la conciencia de Nación española ya existía al menos desde la época de San Isidoro, como reflejan sus Etimologías y recientemente nos ha recordado S. G. Payne (9), al desintegrarse el Estado visigodo con la agresión islámica, la lenta reconstrucción del mismo se llevará a cabo a través del caudillaje de Pelayo y la Monarquía asturiana, consolidándose con su continuadora, la Monarquía leonesa, especialmente durante la fase del imperium leonensis: Fernando I, Alfonso VI, Urraca, y Alfonso VII, aunque el proceso será nuevamente interrumpido por los secesionismos portugués y castellano, hasta la definitiva restauración llevada a cabo (ya sin Portugal) por Fernando III El Santo (el “Infante Leonés”, como se le conocía en la Corte de Castilla) en pleno siglo XIII.
El catedrático y gran medievalista de la Universidad Complutense de Madrid Dr. Ladero Quesada ha sugerido la posibilidad, con fundamentos documentales, de que Don Pelayo hubiese ostentado el título de Conde de Astorga (capital de los astures cismontanos), tras la invasión islámica y el abandono de la corte de Toledo -donde al parecer había sido noble espadario del último rey visigodo- y antes de su refugio final en las montañas de Asturias, acaudillando a sus seguidores y a los resistentes astures trasmontanos. Nace entonces el mito de Don Pelayo, la batalla de Covadonga y el Reino de Asturias.
Por otra parte, el canónigo e historiador de la diócesis de Astorga, Augusto Quintana Prieto, investigó en los años sesenta y llegó a documentarlo en el Tumbo viejo de San Pedro de Montes, la existencia compartida de los Condados de Astorga y de Asturias, durante los reinados de Fernando I y de Alfonso VI de León (siglos XI-XII), ostentados por el noble berciano Monnio Muñiz y posteriormente -al menos el Condado de Astorga- por su hija Jimena Muñiz. Pero en la Enciclopedia de León (dirigida por Secundino Serrano, La Crónica de León, Tomo I, León, 1996/97, pp. 442-ss-) se menciona al de Astorga como uno de los principales condados de León ya en el siglo X, junto a los de Esla, Cea, Saldaña, Castilla, Liébana, etc.
Por tanto Jimena Muñiz fue Condesa de Astorga, y su hija Teresa Condesa de Portugal, que incluía a Astorga, ciudad en la que los condes Teresa de León y Enrique de Borgoña tenían un palacio, donde precisamente fallecerá el esposo en 1112. No está documentado, pero es probable que el hijo de ambos, el futuro Rey de Portugal Alfonso Enríquez, naciera asimismo en el palacio de Astorga, aunque los cronistas portugueses por prurito nacionalista eluden plantearlo.
Este tema daría pié a una reflexión amplia y profunda –que no podemos hacer aquí- sobre el importante y decisivo rol histórico del Reino de Asturias-León (con sus condados de Castilla y de Portugal) en las formaciones nacionales, respectivamente, de España y de Portugal, a partir de la Monarquía de Alfonso VI y las actuaciones posteriores de sus hijas las Infantas leonesas Urraca y Teresa, futuras reinas como vimos –una de iure y otra de facto- de sendas naciones hermanas.
Leonor, Infanta de España, Princesa de Asturias desde el 19 de Junio de 2014
Tras el gran precedente de la Reina Victoria en el siglo XIX, hemos sido testigos de los reinados de grades soberanas europeas en los siglos XX-XXI: el magnífico trío de reinas en las Monarquías parlamentarias y democráticas, formado por Elizabeth II del Reino Unido de Gran Bretaña, Beatriz de Holanda, y Federica de Dinamarca. Asimismo ya podemos imaginar a las futuras reinas en el horizonte de las democracias occidentales, con las actuales princesas herederas: Silvia de Suecia (y su hija, la futura heredera princesa Estelle), Elizabeth de Bélgica, Amalia de Holanda y Leonor de España.
Desde el 31 de Octubre de 2005, con el nacimiento en Madrid de Doña Leonor de Borbón y Ortíz, primogénita de los entonces Príncipes de Asturias (hoy Reyes de España), la Familia Real española se aumentó con una quinta Infanta de España, tras las dos hermanas mayores del Príncipe Don Felipe (Doña Elena y Doña Cristina), así como las dos hermanas del entonces Rey Don Juan Carlos (Doña Pilar y Doña Margarita). Hay que añadir una sexta Infanta, la hermana menor de Doña Leonor, Doña Sofía de Borbón y Ortíz (nacida también en Madrid, el 29 de Abril de 2007). Ambas se sitúan inmediatamente en la línea de sucesión a la Corona después de su padre Don Felipe.
Hubo otros Infantes e Infantas reconocidos, parientes del Rey Don Juan Carlos, y entre ellos, incluso, el Infante “Bastardo” Don Leandro de Borbón, el pintoresco hijo ilegítimo de Rey Alfonso XIII.
Doña Leonor de Borbón y Ortíz es desde 2014 la quinta mujer Princesa de Asturias, que llegará -si Dios quiere- a ser Reina de España, después de la gran Isabel I (La Católica), hija del Rey Juan II de Castilla y León, reconocida como heredera por su medio hermano el Rey Enrique IV en los pactos de los Toros de Guisando (1468) que puso temporalmente fin a una guerra civil en Castilla; después de Juana de Castilla, Juana I (La Beltraneja), hija de Enrique IV, que compitió brevemente por la Corona con Isabel La Católica; después de Juana de Aragón, otra Juana I (La Loca), hija de los Reyes Católicos, que presenció también guerras civiles que culminaron durante el reinado de su hijo, el Emperador Carlos, en la guerra de las Comunidades; y asimismo después de Isabel II, la hija del nefasto Fernando VII, después de otra guerra civil española, la primera de las guerras carlistas del siglo XIX. Afortunadamente para Doña Leonor y los españoles, nuestra Nación ha superado la era de las guerras civiles, aunque la ideología del “guerracivilismo” siga contaminando algunas ideologías y posiciones políticas extremas.
Curiosamente hubo otra Princesa Leonor, hija también de Juan II de Castilla, que ostentó brevemente el título de Princesa de Asturias en 1424-1425, que sería desplazada por su hermano Enrique, después Rey Enrique IV.
Doña Leonor, además de Princesa de Asturias, ostenta los títulos de Princesa de Gerona, Princesa de Viana, Duquesa de Montblanc, Condesa de Cervera y Señora de Balaguer.
En su tesis doctoral de 1968 La Mujer en el Derecho Político, Plutarco Marsá Vancells, concluía: “Por fortuna ha pasado ya el tiempo, que se prolongó excesivamente en el transcurso de la Historia, en que la mujer era considerada como una cosa, como un simple objeto de derecho, como un mero valor patrimonial, susceptible de comprarse y venderse, y ha conseguido ya, con toda Justicia, casi unánimemente, el reconocimiento de su plena personalidad jurídica en la esfera del Derecho Político, venciendo la gran oposición de muy antiguas mentalidades, que todavía quieren que se mantenga perpetuamente la desigualdad tradicional de los dos sexos, y de Cuerpos Legales clásicos, que lo antes posible deben concordarse con las Leyes Fundamentales de los distintos países” (10).
Remontándose a los precedentes de la antigua Ley de Partidas del Alfonso X El Sabio que afirmaba que “la mujer es de peor condición que el hombre”, los padres de la Constitución de 1978, consciente o inconscientemente, decidieron incluir tal prejuicio en la redacción del título II, De la Corona (artículos 56-65). La redacción con cierto sesgo machista se sucede desde el primero hasta el último de los artículos (excepto el 58): “El Rey es el Jefe del Estado… etc.”(56: 1, 2, 3); “El Príncipe heredero…etc.” (57: 2); “Cuando el Rey fuere menor de edad…etc.” (59: 1, 2); “Será tutor del Rey menor…etc.” (60: 1); “El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales…etc.” (…) “El Príncipe heredero…etc.”(61: 1, 2); “Corresponde al Rey…etc.” (…) “El Rey acredita…etc.” (…) “Los actos del Rey…etc.” (…) “El Rey recibe…etc.” (62; 63: 1, 2, 3; 64: 1, 2; 65: 1, 2).
Como decía, la excepción en la redacción de tal guisa, en la que finalmente aparece el vocablo “Reina” es el artículo 58 que reza: “La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia”. Por otra parte, en el artículo 57: 1, se manifiesta expresamente, aparte de la forma en la redacción, la discriminación de fondo contra las mujeres (la letra cursiva es mía): “La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más dad a la de menos”.
Es cierto que tal tipo de discriminación en la forma o redacción la encontramos también en la Constitución de la democracia más antigua y consolidada de la historia, la de los Estados Unidos de América, que pese a las sucesivas enmiendas, por ejemplo, el Artículo II (sobre la Presidencia), sección 1, reza literalmente: “The executive power shall be vested in a President of the United States of America. He shall hold his Office during the term of four years…etc.” (II, 1). La redacción en términos masculinos es reiterada una docena de veces entre las secciones 1, 2 y 3: “He shall… Before He enter on the Execution of his Office, He shall…” (II, 1), “He may... He shall... He shall...” (II, 2), “He shall…He may... etc.” (II, 3). Aunque, evidentemente, en este caso el texto data de 1787, mientras que el español es de fecha muy reciente (1978), en una época en que el feminismo bien entendido ya estaba legitimado internacionalmente.
Es decir, que la igualdad del hombre y la mujer ante la ley, sin privilegios o cuotas, estaba ya incorporado a los principios de la legislación internacional, subscritos por España: en los Preceptos del Estatuto del Consejo de Europa (5 de Mayo de 1948), Capítulo II, Artículo 3; en la Declaración Universal de Derechos Humanos (París, 10 de Diciembre de 1948), Preámbulo, Artículos 2. 1, y 7; en la Convención de Salvaguarda de los Derechos del Hombre y de las Libertades Fundamentales (Roma, 4 de Noviembre de 1950), Artículo 14; en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Nueva York, 16 de Diciembre de 1966), Parte II, Artículo 2, 2; y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Nueva York, 16 de Diciembre de 1966), Parte II, Artículos 2 y 3, entre los textos más importantes (11).
Una de mis autoras favoritas, la gran intelectual (“Casandra Americana”) Dorothy Thompson, que por cierto también aparece en la obra antes citada de Deborah G. Felder sobre las cien mujeres más influyentes de la historia (ocupando la posición 51ª, y que la revista TIME en 1939 consideró la segunda mujer más poderosa entonces en América, junto a Eleonor Roosevelt), en su famoso librito Dorothy Thompson’s Political Guide (1938) hacía una valoración a mi juicio muy inteligente y correcta de lo que debería ser el auténtico feminismo, bien entendido: “Someday, when women realize that the object of their emancipation is not to make them more like men, but more powerfully womanly, and therefore of greater use to men and themselves and society, this implict demand and need of women for a world based, not on mechanical but on human principles, may break through as the most important influence upon history, and bring with it a renascence of liberalism and humanism “ (12)
Las siete reinas en la España constitucional liberal contemporánea han sido:
- María Cristina de Borbón y Dos Sicilias, Reina consorte de Fernando VII y viuda Regente.
- Isabel II, Reina.
- María Victoria del Pozzo, Reina consorte de Amadeo I de Saboya.
- Mercedes de Orleáns, Reina consorte de Alfonso XII.
- María Cristina de Habsburgo, Reina consorte de Alfonso XII y viuda Regente.
- Victoria Eugenia de Battenberg, Reina consorte de Alfonso XIII.
- Sofía de Grecia, Reina consorte de Juan Carlos I.
Añadamos la actual, la octava, Letizia Ortíz Rocasolano (13), Reina consorte del nuevo Rey Felipe VI, sobre la que ya se han publicado, entre otros, los libros de Fernando Gracia, La boda del siglo. Los secretos sobre la unión de Felipe y Letizia y otros enlaces reales (Madrid, 2004), de Mariló Suárez, Los Ortíz. La familia de la princesa Letizia (Madrid, 2006) y de Jaime Peñafiel, Los tacones de Letizia (Madrid, 2004) y Letizia en Palazio (Madrid, 2010), éstos en clave satírica y no demasiado respetuosos con la entonces futura soberana española. Asimismo ha aparecido la obra de Isidre Cunill, Letizia Ortiz. Una republicana en la Corte del Rey Juan Carlos I (Barcelona, 2010), altamente polémica, aunque el autor ha declarado que ha sido objetivo en su información, sin animosidad personal respecto a la Princesa de Asturias. También se han publicado recientemente la de Carmen Enríquez y Emilio Oliva, Los Príncipes. Preparados para reinar (Madrid, 2010), la de Miguel Roig, Las dudas de Hamlet. Letizia Ortíz y la transformación de la monarquía española (Barcelona, 2011), y la de José Apezarena, Felipe y Letizia. La conquista del Trono (Madrid, 2014). Casi terminando este ensayo veo la aparición de un interesante reportaje sobre Doña Letizia de Alberto Pinteño y Paloma Simón, “La Reina soy yo” (Vanity Fair, 80, Madrid, Marzo 2015).
La futura Reina Leonor, si Dios quiere, será la undécima Reina española por derecho propio (tras Isabel II en el siglo XIX), y la novena Reina –contando las consortes- de la España constitucional (tras su abuela la Reina Sofía y su madre la Reina Letizia). Pero sobre todo hay que destacar que será la primera Reina por derecho propio de la España constitucional y democrática.
La intención de este ensayo es contribuir a crear un mito moderno, de manera similar al antiguo mito fundacional de España o de la Monarquía española con Don Pelayo y Asturias (con la función que le atribuía Georges Sorel al mito, en este caso en defensa de la libertad y la democracia, según la interpretación del mismo por el filósofo americano James Burnham). Un nuevo mito para nuestro tiempo y el no lejano futuro de nuestros hijos y nietos. Afirmando una cierta voluntad de ilusión, de utopía posible y plausible para nuestros descendientes, en el devenir de nuestra Nación, imaginamos un reinado ideal de libertad, justicia y prosperidad, con una España democrática y liberal, constitucional, unida, finalmente consolidada y feliz bajo una Reina Leonor, amada y respetada por los españoles de todas las regiones y “nacionalidades”. Un verdadero cuento de hadas hecho realidad, en el que la hija de un Príncipe y de una Cenicienta modernos no sea convertida en una Caperucita Roja acosada por los lobos.
Parafraseando al gran filósofo político del siglo XX antes mencionado, el pasado (y probablemente en gran medida, pienso yo, el presente) está determinado, pero para los seres humanos el futuro está abierto y es libre. Es, por tanto, absolutamente prematuro anunciar el obituario de las democracias liberales de Occidente (14), y asimismo el de las monarquías parlamentarias históricas, incluida la española, que según múltiples estudios aparecen siempre en un lugar destacado en los “rankings” de mayor libertad y bienestar de las naciones de nuestro planeta. España, por su historia y cultura nacional, debe inspirarse en el prestigio, eficacia y estabilidad de las monarquías democráticas –que en tiempos recientes se han visto adornadas con reinas soberanas o reinas consortes ejemplares- como las del Reino Unido, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Noruega y Luxemburgo, y por tanto rechazar el mal ejemplo de las repúblicas con recurrentes tentaciones jacobinas/bonapartistas (como Francia), con derivas corruptas/partitocráticas (como Italia), o con vocaciones populistas/colectivistas (como Grecia). No es totalmente casualidad que Francia, Italia y Grecia sean las naciones históricas europeas importantes en la cola de la Unión Europea del ranking según un índice fundamental de libertad, la libertad económica: respectivamente, las posiciones 73 (Francia), 80 (Italia), y 130 (Grecia). Las primeras grandes naciones históricas de la UE en la clasificación, con sistemas políticos de Monarquías parlamentarias, son Dinamarca (11), Reino Unido (13), Holanda (17), Luxemburgo (21), Suecia (23), Noruega (27), y Bélgica (40). Compárense con Nueva Zelanda (3), Australia (4), Suiza (5), Canadá (6) y Estados Unidos (12). Aunque menos destacada, en comparación con otras monarquías europeas, España tiene en este momento la posición 49 (Index of Economic Freedom, Heritage Foundation & The Wall Street Journal, New York, 2015). En cualquier caso, una encuesta de NC Report para La Razón, revelaba que el 75 % de los españoles estaba satisfecho con el primer año del reinado de Felipe y Letizia, y más de un 60 % consideraba la Monarquía parlamentaria la mejor forma de sistema democrático para España (Libertad Digital, 20 de Junio de 2015).
NOTAS
- G. Payne, Spain. A Unique History, University of Wisconsin Press, Madison, 2011, pp. 43-53 (edición previa en español: T.H., Madrid, 2008).
- Marsá Vancells, La Mujer en el Derecho Político, Ediciones Universidad de Navarra, S. A., Pamplona, 1970, p. 125. La tesis, dirigida por nuestro común maestro D. Carlos Ollero Gómez, fue presentada en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, el 29 de Mayo de 1968, y calificada de Sobresaliente Cum Laude.
- Véase Antonio Truyol y Serra, Ed. (con estudio preliminar y epílogo para la segunda edición), Los Derechos Humanos (1968), segunda edición, Ed. Tecnos, Madrid, 1977.
- G. Felder, The 100 most influential women of all time: a ranking past and present, ant. cit. (nota 4); D. Thompson, Dorothy Thompson’s Political Guide. A Study of American Liberalism and Its Relationship to Modern Totalitarian States, Stackpole Sons, New York, 1938, pp. 96-97. Este breviario político, que tuvo al menos cinco reediciones entre Julio y Octubre de 1938, es probablemente el primer ensayo publicado en el mundo que trata de definir con rigor, claridad y sencillez, el concepto de “totalitarismo”.
- Un dato curioso. Hubo otra Letizia (también con z) anterior, vinculada en algún modo a la historia de la Monarquía española: tras abdicar y enviudar, la segunda esposa (desde 1888) del ex Rey Amadeo I de Saboya se llamaba María Letizia Bonaparte (Paris, 1866- Piamonte, 1926).
- James Burnham, The Machiavellians: Defenders of Freedom, John Day, New York, 1943 (en la edición Gateway, Washington DC, 1963, que incluye una “Introduction” del filósofo Sydney Hook, éste afirma que el libro de Burnham “is the least known and the most important of his books (…) because it contains a clear expression of his social philosophy of freedom”). Este autor, poco conocido en España -y sobre el que he dirigido una tesis doctoral de Susana García Cereceda (2000)- es uno de los filósofos políticos más importantes del siglo XX, además de un gran pensador estratégico de la Guerra Fría, expresión en gran medida reinventada y reelaborada por él. Curiosamente, por circunstancias casuales, tuve conocimiento de que S. M. el Rey Juan Carlos era un lector y admirador de sus obras. En una carta que me escribió Marcia Burnham, esposa del autor norteamericano al encontrarse éste incapacitado, fechada en Kent, Connecticut (USA), el 26 de Julio de 1981, incluía esta información: “We have enjoyed a number of stays and trips through Spain. The last was in 1975 to Majorca. Did you know that your King Juan Carlos is a Burnham admirer? At one time Jim went to see him at the Zarzuela Palace to talk”. La cita final en la biografía intelectual de Burnham por Daniel Kelly, James Burnham and the Struggle for the World. A Life, ISI Books, Wilmington, Delaware, 2002, p. 348. Véase también M. Pastor, “James Burnham (1905-1987): un liberal-conservador americano”, Floridablanca, Junio 2015.