... No era el único “afro-americano” en la flotilla de cinco barcos de Narváez que partió de Sanlúcar de Barrameda hacia La Florida el 17 de junio de 1527. Otros miembros de la expedición –que se sepa, Pedro Lunel, García de Paredes y Diego de Solís– obtuvieron también permiso para llevar cada uno a cuatro sirvientes negros, pero sus nombres se han perdido en las trágicas muertes motivadas por los naufragios, enfermedades y el acoso de los indios Apalaches, que sufrieron los barcos y las tripulaciones.
Por tanto hubo en realidad un grupo (ignoramos el número) de sirvientes “afro-americanos” o afro-españoles, aparte de los que ya residían en las colonias hispanoamericanas, que primero pisaron la tierra norteamericana de La Florida, pero solo sobrevivió Esteban, junto a Alvar Núñez Cabeza de Vaca, y los capitanes Andrés Dorantes de Carranza y Alonso del Castillo Maldonado. Curiosamente otro afro-español, Juan Garrido, miembro de la expedición de Juan Ponce de León tres lustros antes (tengo dudas de si es la misma persona, sirviente del Adelantado, y al que su amo llamó Juan de León) está reputado como el primero en divisar desde el barco la costa de La Florida en 1513).
Es una pequeña historia poco conocida que corrige las hipótesis seudohistoriológicas “progres” de la marxista Teoría Racial Crítica de moda en los Estados Unidos y su expresión propagandística a través del New York Times, “The 1619 Project” de la ignorante afro-americana Nikole Hannah-Jones, señalando 1619 como fecha de la llegada de los primeros esclavos africanos a las colonias británicas en Norte-América –y no 1776– como la de fundación de los Estados Unidos (entre paréntesis: otra ingenua e ignorante afro-americana Woopi Goldberg recientemente aplicaba también la TRC en su desafortunado comentario sobre el Holocausto, aunque ya sabemos que el antisemitismo del marxismo y de los “progres” no es una novedad).
La historia de Esteban (o “Estebanico”, como a veces se refieren a él algunas crónicas) fue conocida gracias a los informes presentados en 1536 al Virrey Antonio de Mendoza y a la Audiencia de Nueva España por Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros sobre el increíble viaje a pie que realizaron durante ocho años desde La Florida hasta Méjico, y asimismo contado poco después en La Relación del propio Cabeza de Vaca (publicada por la imprenta de Agustín de Paz y Juan Picardo, Zamora, 1542).
En La Relación aparecen referencias a Esteban entre los primeros supervivientes al naufragio y las penalidades junto a Cabeza de Vaca (“Alonso del Castillo, Andrés Dorantes, Diego Dorantes, Valdivieso, Estrada, Tostado, Chaves, Gutiérrez, el clérigo asturiano, Diego de Huelva, el negro Estebanico, Benítez… y Francisco de León”), y posteriormente cuando se produce la reunión de los que serían los cuatro últimos supervivientes en la tragedia y protagonistas de la gran aventura: Cabeza de Vaca, Andrés Dorantes, Alonso del Castillo y Estebanico (Rolena Adorno & Patrick C. Pautz, Ed., The Narrative of Cabeza de Vaca, Lincoln, Nebraska, 2003, páginas 96 y 111). Adorno y Pautz probablemente sean hoy los máximos especialistas académicos en el tema, con su enciclopédica obra Alvar Núñez Cabeza de Vaca: His Account, His Life, and the Expedition of Pánfilo de Narváez, 3 vols., University of Nebraska Press, Lincoln, Nebraska, 1999 (por supuesto ignorada en el “Project 1619”).
Esteban ha sido afortunado al tener un biógrafo especial, metódico e informado, el británico Robert Goodwin, que ha publicado una interesante obra, histórica y literaria, en un estilo novelado: Crossing the Continent 1527-1540. The Story of the First African-American explorer of the American South (HarperCollins, New York, 2008).
En síntesis: durante un período de ocho años, 1528-1536, Esteban y sus compañeros cruzaron a pie el continente norteamericano, desde La Florida y noreste de Méjico, a través de Tejas y territorios hoy pertenecientes a Alabama, Mississippi, Luisiana, Nuevo Méjico y Arizona, para volver a penetrar en Méjico a través del valle de Sonora hasta llegar a la capital del virreinato.
Fueron los primeros europeos y el primer africano en cruzar el río Mississippi, en contemplar las enormes manadas de bisontes, y asimismo en interactuar con multitud de comunidades indígenas, con distintas lenguas y costumbres. Parece que Esteban tuvo un importante papel, como subraya Goodwin: “Esteban fue siempre el embajador, un espía y un explorador, el guardián avanzado, el diplomático que trató con los indios mientras los españoles estaban casi siempre en silencio (…) Está claro que era Esteban quien controlaba un poder gracias a la comunicación con los indios” (Goodwin, página 21).
A finales de 1538 el Virrey Mendoza encarga a Esteban, por su gran experiencia como explorador, liderar una expedición hacia el norte, junto al franciscano Marcos de Niza, en busca de las fantásticas Siete Ciudades de Cibola. Fray Marcos declarará que el 23 de marzo de 1539 se separaron en Vacapa. Esteban y su pequeño ejército de indios continuó su marcha hacia el norte, penetrando en los territories de los Indios Pueblo, hoy pertenecientes a Nuevo Méjico y Arizona, y fray Marcos regresa a la ciudad de Méjico. Nadie volvió a ver a Esteban.
El Virrey Mendoza ordenó una nueva expedición, bajo el mando de Francisco Vázquez de Coronado, que investigara la suerte de Esteban y continuara en la búsqueda de Cibola. En agosto de 1540 Coronado escribe al Virrey: “La muerte del negro es segura”. Las investigaciones llevadas a cabo por Robert Goodwin le indican que Esteban murió enfrentado a los indios Zuni en el pueblo de Kiakima, a los pies de la montaña sagrada Dowa Yalanne (Montaña de Maíz).
Manuel Pastor Martínez