Con la primavera renacen las flores y las banderas tricolores de la República. Se inicia la floración el 14 de abril, aniversario de la proclamación de la Segunda, como no podía ser de otra forma, y tiene en el primero de mayo, en la ya clásica manifestación anual de los partidos de izquierdas y los sindicatos, su explosión anual. Después, además de pequeños brotes fuera de temporada, alcanzan más o menos desarrollo en algunas manifestaciones reivindicativas y, no todos los años, en el Gran Festival, que son las huelgas generales. También debemos recordar, porque olvidarlas sería una injusticia, aquellas en que tratan de dar testimonio de su existencia los republicanos, como las reuniones de los jueves en la Puerta del Sol en Madrid, de un grupito que “ni olvida, ni perdona”, e incluso en el día del orgullo gay aparecen estas banderas.
En los tiempos actuales, que hemos sufrido varias elecciones generales en escasos meses, ha ocurrido un hecho muy significativo en las pasadas campañas. Excepto en algunos, no todos, los mítines de la izquierda no florecieron las banderas tricolores. Seguramente IU se resistió, pero las órdenes superiores limitaron su exhibición, no había que asustar al votante dubitativo y prófugo de otras procedencias. De todas formas, haciendo un inciso, qué situación más sorprendente y curiosa la del número uno de la coalición de Podemos, IU y otros grupos por Huelva, que después de jurar fidelidad a la bandera roja y gualda de jovencito y casi cuarenta años asistir y presidir actos, saludarla con el máximo respeto e incluso besarla, se presentó, como aspirante a ocupar un sillón en el Congreso de los Diputados, bajo el amparo de la bandera tricolor, que en aquella provincia sí que asistió a los mítines y así apareció en la prensa. Afortunadamente ha tenido que conformarse con ser artista invitado permanente en los saraos de su coalición.
Naturalmente, todos tenemos derecho a manifestar de forma pacífica nuestras ideas y opiniones, de palabra y obra, con símbolos, pancartas y banderas. Nada tiene que ver que España sea una Monarquía parlamentaria, para reconocer nuestras ideas y propósitos de llegar a estar gobernados por otro régimen. Libertad que fue respetada por la Monarquía depuesta, pero no por la República proclamada en 1931, en la que llevar banderas o símbolos monárquicos era un delito perseguible por la autoridad y la ciudadanía.
Vuelta a respetar esta libertad por la Monarquía restaurada, incluso en el último congreso del partido Socialista, no sólo han aparecido las banderas republicanas, sino que se ha discutido una ponencia sobre la república. Pero lo que es ilegal, porque va contra la ley y es intolerable, a pesar que las autoridades lo ignoren, que se permita la descarada actuación de algunos organismos públicos, en especial ayuntamientos, de exhibir banderas republicanas en sus balcones. Naturalmente esto parece que no tiene importancia, porque también hacen alarde de sus banderas los grupos que quieren romper a España. Si apareciese en algún edificio público una bandera con el escudo de el águila de San Juan, la que se armaría.
De todas formas, cualquiera que sea la forma de exhibir una bandera tricolor, nos quieren decir que desean instaurar en el territorio patrio un régimen republicano y aquí es donde entra la pregunta que encabeza estas líneas, ¿Qué república? Decir monarquía o república es no decir nada, en nuestra historia hemos tenido reyes como Fernando VII, Alfonso XIII y Juan Carlos I, cuyos reinados no tienen ningún parecido, y en el resto del mundo los ha habido y los hay tiranos y demócratas. Con las repúblicas sucede lo mismo, en la actualidad existe la República de Corea del Norte y la República Francesa o Alemana. Han pasado aquellos tiempos que se contraponía la república a la monarquía, la primera el gobierno del pueblo y la segunda de las élites.
Quieren que la forma de gobierno sea una república, pero democrática o autoritaria. Puede ser república presidencial o parlamentaria, burguesa, soviética, bananera, de obreros y campesinos etc. En el mundo actual es muy importante poner apellido al régimen que deseamos nos gobierne. Aunque con ello tampoco es suficiente, porque hay que recordar las llamadas repúblicas populares y democráticas del otro lado del Telón de Acero, afortunadamente para sus ciudadanos hoy desaparecidas.
En la España actual, sin duda, existe un destacado núcleo de republicanos demócratas de verdad, pero esos que en los actos y manifestaciones de izquierdas exhiben las banderas tricolores, frecuentemente nos aclaran que es lo que buscan, añadiendo una estrella roja de cinco puntas. Tienen añoranzas y esperanzas de una república, ¿Como las dos que han pasado por nuestra Historia? En la primera se declararon la guerra unas provincias a otras y la segunda representó el periodo más convulso de nuestra Historia.
Durante los casi cinco años de la II República rigió una llamada ley de defensa de la República, que permitía arrestar, confiscar y deportar, por propia voluntad gubernamental, sin intervención judicial alguna, y una ley de Orden Público, que no tenía nada que envidiar a sus predecesoras y sucesoras. A los pocos días de proclamada se declaró el estado de guerra, para mantener la tranquilidad en las calles, y entre esta situación y la de alarma pasaron meses y meses. La quema de iglesias y conventos de aquellos tiempos, parece que la quieren rememorar aquellos demócratas que han tratado de incendiar la capilla de la Universidad Autónoma de Madrid, con ese brillante slogan “la iglesia que ilumina es la que arde”.
Que se quiera recordar ese periodo como un hito democrático es pura fantasía. Uno de sus iconos, Azaña, expresó sus convicciones: “La república avanza resueltamente por el camino de la revolución” y “Por encima de la Constitución está la República y por encima de la República la revolución”.
Nos gustaría a muchos que los que aspiran a un cambio de régimen debían exponer que república quieren y fuera de obligado cumplimiento hacerlo a los partidos políticos, que tanto hablan de democracia.