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Fue el episodio más tenso de la guerra fría en el que se rozó la guerra nuclear entre la Unión Soviética y Estados Unidos. El papel de la diplomacia fue fundamental para resolver la crisis. El episodio se cerró gracias a un pacto verbal que se pudo gestar gracias a las confianzas recíprocas de los mandatarios, el líder de la URSS, Nikita Kruschev, y el presidente de Estados Unidos, John Kennedy. En estas negociaciones quedó fuera el presidente cubano, Fidel Castro.
La Unión Soviética se comprometió a desmantelar los misiles a cambio de que Estados Unidos jurara no invadir nunca Cuba y desmantelar los misiles que tenía desplegados en Turquía e Italia, que eran igualmente de peligrosos para la URSS como eran los de Cuba para Estados Unidos. En aquel momento se estuvo a punto de desencadenarse una guerra nuclear que hubiera puesto en peligro el futuro de la humanidad.
En la actual guerra de Ucrania, estamos en un momento verdaderamente grave. Por el lado ruso se ha declarado varias veces la amenaza nuclear. Han hablado varios de sus dirigentes en momentos en que la guerra no era favorable a Rusia o cuando Ucrania iba a recibir nuevos materiales como carros de combate, misiles balísticos o aviones F-16, entre otros. Así, lo han hecho el propio presidente, Vladimir Putin, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvedev o el ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov.
En esta ocasión, ante las noticias en los medios occidentales de que se iban a entregar misiles de largo alcance a Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, tras intervenir en un foro cultural en San Petersburgo, el pasado 12 de septiembre, dijo a la TV pública que “si esa decisión (la de entrega de los citados misiles) se toma (…) eso significaría que los países de la OTAN, Estados Unidos y los países europeos, combaten contra Rusia”.
También Medvedev llegó a decir el pasado 14 de septiembre que la paciencia de su país tiene un límite en lo que respecta al empleo de armas nucleares, en caso de que Occidente autorice a Ucrania al uso de misiles de largo alcance contra objetivos en territorio ruso.
Se trata de los misiles balísticos estadounidenses ATACMS, de un alcance máximo de 300 km., que ya los tiene Ucrania, pero restringidos solo hasta 165 km. de alcance; de los misiles de crucero británicos Storm Shadow y franceses Scalp, de un alcance máximo de 500 km., también ya entregados al país del Dnieper, pero restringidos solo hasta 250 km. Aparte de estos tres tipos de misiles, en los últimos meses se está hablando de la posible entrega de los misiles de largo alcance estadounidenses JASSM, con un alcance cercano a 600 km.
Pero Rusia no dice nada del armamento de sus aliados que están utilizando sus fuerzas militares para atacar objetivos en todo el territorio ucraniano. Ya sean municiones de artillería de Corea del Norte y de Irán, ya sea misiles balísticos norcoreanos Hwasong, con un alcance de 400 km y misiles balísticos iraníes Fath-360, con un alcance de 140 km, o ya sea los drones kamikaze iraníes Shahed-136.
Los continuos ataques rusos con oleadas de misiles, drones y bombas planeadoras (lanzadas desde aviones y equipadas de “alas”, difícil de detener) son imposibles de interceptar por los sistemas antiaéreos ucranianos. Lo razonable consiste en defenderse de ellos atacando su origen en territorio ruso: bases aéreas, bases logísticas, depósitos de municiones, arsenal de misiles, centros de comunicaciones o puestos de mando.
En este ambiente del relato de declaraciones de autoridades rusas, en la reunión en Washington, el 13 de septiembre, entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y el primer ministro británico, Keir Starmer, se pospuso una decisión sobre permitir o no a Ucrania disparar misiles de largo alcance suministrados por Occidente contra Rusia. Starmer indicó que esta decisión se discutiría en la Asamblea General de Naciones Unidas, a celebrar estos días en Nueva York, con un grupo más amplio de personas.
¿Cuál puede ser la respuesta de Rusia ante la alternativa de autorizar a Ucrania al uso de sus misiles occidentales de largo alcance? ¿Lanzará misiles convencionales contra ciudades europeas? ¿Destrozará Kiev como apunta Medvedev? ¿O continuará llevando a cabo su llamada operación militar especial? China, su socio estratégico, está en contra de las armas nucleares. También es verdad que el azar siempre constituye un elemento, de especial importancia, en la guerra.
Lo que es cierto es que Ucrania está actuando en legítima defensa, de acuerdo con el articulo 51 de la Carta de Naciones Unidas, en tanto que Rusia ha invadido Ucrania en contra del derecho internacional, empezando por la prohibición del uso de la fuerza, recogido en el artículo 2(4) de la mencionada Carta. Queda claro que en esta guerra el agresor es Rusia por lo que sobre ella recae la culpabilidad de la guerra.
Ante la situación actual de amenaza por parte de Rusia, en caso de que Occidente autorice a Ucrania el uso de misiles de largo alcance, lo primero que debe quedar como un hecho objetivo elemental es que no es de recibo que un actor bélico que está utilizando misiles de sus aliados para atacar territorio enemigo, en toda su extensión, se permita el lujo de exigir que la otra parte, el adversario, no use misiles de sus aliados contra su propio territorio.
Ante esta actitud rusa de amenaza en caso de autorizar a Ucrania a usar sus misiles de largo alcance contra territorio ruso, a Occidente se le plantea un dilema complejo, de no fácil solución. Por un lado, puede impedir que Ucrania utilice dichos misiles, lo que supone no solo haber sido doblegado por Rusia en este pulso estratégico sino también dejar indefensa a Ucrania, como aliado, y no apoyarle con la suficiente firmeza y convicción.
Por otro lado, está la opción de continuar apoyando a Ucrania en todo aquello que necesite para defenderse, como siempre ha declarado, en su permanente compromiso de apoyo al país del Dniéper frente a la ilegal invasión de Rusia. En esta opción, Occidente autorizaría a Ucrania al uso de sus misiles de largo alcance. Es decir, se mantiene firme frente a las amenazas de Rusia, aunque ésta considera unilateralmente que tal decisión supone que la OTAN entra en guerra con Rusia.
La lógica de la guerra señala que, en este pulso estratégico entre Rusia y Occidente, la parte que más tiene que perder es Rusia. Ante esta opción de autorizar a Ucrania el uso de sus misiles de largo alcance, lo mismo que hace Rusia cuando utiliza los misiles de largo alcance de sus aliados, parece que hay una reciprocidad razonable en su manifestación dialéctica. A pesar del indiscutible azar, creo que sería una decisión sensata, en este momento. En otro caso, Occidente aparecería como vulnerable.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
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