...
El 11 de septiembre conmemora la derrota de la casa de Austria ante la casa de Borbón, ambos aspirantes al trono de España dejado vacante sin descendencia por Carlos II, último rey de los Habsburgo. Cataluña, debido a sus fueros que no eran otra cosa que privilegios del que disfrutaban las oligarquías catalanas al imponer aranceles a las mercancías que se vendían en sus territorios, defendía la sucesión de los Habsburgo. Es decir: no luchaban por su independencia como nos quieren hacer creer los nacionalistas, sino que luchaban por la corona de España para que siguiera en la cabeza de los Austria y seguir disfrutando de sus privilegios la clase pudiente. Sin embargo, vencieron los Borbones en la persona de su candidato Felipe de Anjou (después coronado como Felipe V) que alcanzó sus últimos reductos en Barcelona el 11 de septiembre de 1714. Pues esa fecha, 11 de septiembre, pasó a ser su fiesta nacional. De nada sirvió que con la anulación de los fueros (que se anularon en toda España) se pasara de una economía medieval a una más ágil con la que la riqueza de los catalanes cambió de manos: de señores feudales a comerciantes libres. Siguen repitiendo su mantra de que con esa derrota todos los catalanes perdieron sus privilegios, cuando en realidad solo lo disfrutaban unos pocos poderosos.
Sus delincuentes (que los hubo) son héroes populares (Serrallonga). Incluso pasó a ser considerado símbolo del nacionalismo un simple atracador como el muy llorado Salvador Puig Antich. Decía actuar por motivos políticos en bandas de las que no se conoce su ideología porque simplemente no existía, salvo la ambición de enriquecerse por el muy heroico método de la amenaza del cañón de su pistola. Y por supuesto, los crímenes de su ETA particular, la organización terrorista “Terra Lliure”, son olvidados e incluso negados a pesar de que cuentan entre sus heroicas acciones con la muerte de José María Bultó al que despedazaron mediante la colocación en su cuerpo de un cinturón bomba o el tiro en la rodilla a algún periodista con el que no estaban de acuerdo.
Sus mantras antropomórficos más repetidos son atribuir a Cataluña características de persona jurídica (o incluso física) que cotiza a la Agencia Tributaria, y la de asimilar a Cataluña a un empresario magnánimo. Tan magnánimo que carece incluso de ánimo de lucro. Una especie de ONG que se dedica básicamente a traer a los desfavorecidos del resto de España para darles comida y trabajo.
Es tal la insistencia de que Cataluña contribuye y que en tal contribución hay un supuesto agravio, que la inmensa mayoría de los catalanes ni se lo cuestionan y los demás que beben de esa información desconocen que no existe tal contribución de ningún ente fiscal contribuyente que se llame Cataluña.
El supuesto agravio viene dado porque según los nacionalistas, Cataluña contribuye con mucho más dinero que el costo de los servicios que reciben.
Y vamos por partes:
1º Los que contribuyen son las personas que tienen fijado su domicilio fiscal en Cataluña, sean personas físicas (particulares) o jurídicas (empresas), olvidándose de que ni todos los particulares son catalanes ni todas los empresas que radican en Cataluña lo son, muchas de ellas creadas por emprendedores del resto de España, que han invertido en Cataluña por las infraestructuras ya existentes. Y solo son ellos, los que tienen su domicilio fiscal allí, los que cotizan. Cataluña no tiene entidad contributiva de ningún tipo. Por tanto, difícilmente puede reclamar nada quien en nada contribuye.
2º ¿Por qué fijar ese agravio referenciado exclusivamente al territorio de Cataluña? Yendo de menor a mayor: un particular con un sueldo cuantioso contribuye infinitamente más que uno que vive exclusivamente de ayudas (10 dividido por cero es infinito) y sin embargo no se hace una administración a medida de su contribución. Seguimos subiendo. Cuando se forma parte de una comunidad de propietarios, la contribución se hace con arreglo a un índice de proporcionalidad relacionado por la superficie del suelo que ocupa su propiedad. No paga lo mismo el propietario de un trastero en esa finca que el propietario de un ático que ocupa toda una planta. Y sin embargo todos reciben los mismos servicios. Siguiente escalón. ¿Qué pasa con los habitantes de urbanizaciones de lujo situadas en municipios con viviendas más modestas? (Por ejemplo Llavaneras y su urbanización de lujo Supermaresme, o el barrio de Pedralbes de Barcelona en comparación al de Nou Barris). Todos tienen los mismos servicios y sin embargo los de las zonas de lujo no reclaman ese exceso en su contribución. Lo mismo podemos decir de las comarcas (entre las comarcas catalanas las hay claramente depauperadas como la Conca de Barberá en Tarragona o casi todas las Pirenaicas) o las provincias, con desigualdades notables entre ellas. Pero la propaganda nacionalista se para en sus límites regionales haciendo una clarísima trampa argumental. Ni reduce el límite territorial de agravios ni, por supuesto, lo amplia.
3º Entre sus supuestas contribuciones al Estado Español, cuentan también el IVA que termina pagando el comprador final. Las empresas solamente lo recaudan. Y si embargo en la contabilidad de esos agravios lo imputan como contribución propia. Hablando en román paladino: esa reclamación tiene una única explicación y es que rechazan de plano que formen parte de la comunidad llamada España salvo para lo que puedan sacar de provecho de ser también españoles. Por ejemplo: el déficit de la deuda catalana es el más alto de todas las comunidades españolas y actualmente está cifrado en unos escalofriantes 87.000 millones de euros. Si tuvieran que acudir al mercado libre de dinero, el bono catalán tendría la categoría de “bono basura” con intereses muy por encima de nuestra deuda soberana. Para poder obtener más dinero a crédito, España lo solicita con el respaldo de su deuda soberana, y a través del FLA lo reparte entre las comunidades. Así Cataluña se beneficia de dinero mucho más barato del precio que tendría que pagar si acudiera al mercado libre.
En materia laboral los trabajadores que no comulgan con el nacionalismo son vistos como unos desagradecidos. La frase “encima que les hemos dado de comer se rebelan”. O la comparación odiosa del trabajador que no se pliega a los postulados catalanistas con el perro que muerde la mano de su amo.
El empresario catalán y no catalán radicado en Cataluña busca, como todo empresario que se precie, la mejor relación calidad precio. Lo más barato posible dentro de unos estándares de prestaciones profesionales aceptables. Solo si son rentables se les contrata. Y esa rentabilidad será mutua. Durante casi todo el siglo XX fueron españoles venidos del sur que se ofrecían por sueldos y condiciones que hoy se considerarían de miseria y cuasi esclavistas, y a partir de las últimas décadas de ese siglo hasta el presente, esa mano de obra ha bajado aún más de latitud hacia África, sureste asiático y Sudamérica.
¿Pero es solo el nacionalismo quien tiene este predicamento? Me temo que muchos inmigrantes y su descendencia se están tragando sin rechistar esa propaganda.
Si preguntamos a un americano racista qué sería para él un “negro bueno” a buen seguro que dibujaría al personaje de la novela de la escritora Harriet Beecher Stowe que aparece en “La cabaña del tío Tom: cristiano, dispuesto al perdón y consejero de otros esclavos abrasados por el rencor hacia el amo para que conozcan los beneficios de esa virtud cristiana.
El buen andaluz o extremeño es el que ha acatado, sin rechistar, que Cataluña es su benefactor, su salvador. Como si Cataluña fuera una especie de macro empresario o la riqueza del preboste que lo contrató no se hubiera cimentado en su esfuerzo supremo y su sueldo exiguo. Y votan y admiran a quienes se beneficiaron de ello sin llegar siquiera a plantearse que ese beneficio fue, cuando menos, mutuo. Pierden de vista sus raíces, tratan de imitar los modos, idioma y razonamientos políticos del catalanismo creyendo que así serán admitidos en el club de la clase que creen superior. Lo que no saben es que cuando se dan media vuelta y creen que hablando catalán ya está perdonado por su condición de ser inferior, son objeto de todas las burlas por su catalán mal hablado con deje español.
Y un síntoma más de ese paternalismo que delata un racismo que el mismo catalanista no percibe, es esa frase repetida por uno de los padres del catalanismo, Jordi Pujol, que dice “Es catalán todo el que trabaja y vive en Cataluña”. La traducción que subyace debajo de esa frase es: “No te preocupes por tu pobre e inferior condición de andaluz. Si trabajas y vives en Cataluña te haremos el favor de considerarte uno de los nuestros”. Al catalán que quiera insistir en que esa frase no es racista, le planteo: si siendo catalán se va a trabajar a Almería o Albacete, ¿qué opinión le merece que allí no le consideren catalán y le digan de forma paternalista “Es de Almería o de Albacete el que viva y trabaje en Almería o en Albacete”? ¿Admitiría dejar de ser catalán para convertirse en albaceteño o almeriense? Lo dudo.
Pepe Ordóñez