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Historia siniestra del Partido Demócrata, del KKK a Antifa

'La marcha de este viernes en la Universidad de Virginia recordó a las agrupaciones del Ku Klux Klan', (Redacción de la BBC, Archivo). (Foto: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40917188 / REUTERS).
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"La marcha de este viernes en la Universidad de Virginia recordó a las agrupaciones del Ku Klux Klan", (Redacción de la BBC, Archivo). (Foto: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40917188 / REUTERS).

LA CRÍTICA, 11 MAYO 2024

Por Manuel Pastor Martínez
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“El fin de la Guerra Fría trajo a casa la estricta verdad del absurdo en el clamor durante la era Reagan acerca de la debilidad de EEUU”. Tal afirmaba eufórico el decano senador Robert C. Byrd, congresista Demócrata durante más de medio siglo, antiguo líder regional del racista KKK en West Virginia y notorio segregacionista, en su librito Letter to a New President (2008), presuntamente dedicado al socialista Barack H. Obama (¿o más bien un aprendiz de “Liberal Fascism” según Jonah Goldberg?). (...)

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Sin embargo la presidencia de Obama, con su vicepresidente Biden (discípulo y admirador del senador Byrd), inició una fatal deriva e inevitable degeneración democrática que ha culminado en la actual presidencia de Biden, posiblemente la peor de la historia americana (según calificación, entre muchos otros, del historiador Victor Davis Hanson; opinión que coincide en el tiempo con la misma valoración del filósofo Fernando Savater respecto a la presidencia de Pedro Sánchez en España).


La deriva del Partido Demócrata hacia una especie de régimen autoritario Woke-DEI (mutatis mutandis, algo similar a lo que está ocurriendo en España con el PSOE de Pedro Sánchez), se aproxima a lo que Jonah Goldberg –con Obama en mente– caracterizó en su obra de 2009, dentro de la variada fenomenología de los neofascismos como “Liberal Fascism” (que yo he traducido como “Fascismo Progresista”, expresión que usa también el investigador Daniel Greenfield en su columna habitual en Front Page Magazine).


El lector puede pensar que es exagerado hablar de neofascismo o incluso de neonazismo, como hacen David Horowitz y Daniel Greenfield (“The Neo-Nazi Left. It’s time to call the enemy by its true name”, en la revista digital frontpagemag.com, May 3, 2024).


Permítame el paciente lector informarle que soy autor de una tesis doctoral (calificada por un prestigioso tribunal de la UCM de Sobresaliente “cum laude”), dos pequeños libros, y más de medio centenar de ensayos y artículos, todos ellos sobre el fascismo. Pero, como dijo Borges, más importante que lo que he escrito es lo que he leído. En ese sentido, sin falsa modestia, me considero uno de los mejores conocedores en España del fenómeno político fascista. Desde luego puedo asegurar que me considero más riguroso y objetivo que la caterva de políticos y politólogos en las izquierdas que cada día nos insultan o pretenden darnos lecciones desde todos los medios de comunicación progres (y no tan progres) a los que somos de derechas. Sencillamente: el fascismo solo es verosímil si está basado en políticas económicas de izquierdas, sean colectivistas, estatistas o mínimamente intervencionistas.


Escribo esto mientras la podemita ex ministra de Sánchez, Irene Montero, absurdamente llama “fascista” al presidente liberal/libertario de Argentina, Jorge Milei, probablemente con el aplauso del ministro Oscar Puente y del propio presidente Sánchez, entre otros (y de muchos peronistas o kirchneristas, supongo).


Como he recordado reiteradamente, el populista Huey Long, rival Demócrata de F. D. Roosevelt cara a las elecciones de 1936 (aunque sería asesinado en 1935) al ser acusado de fascista predijo que el fascismo en EEUU aparecería disfrazado de “antifascismo”. Roosevelt también acusó falsa e injustamente de fascista o nazi al patriota americano Charles Lindbergh, que en realidad había espiado eficazmente en Alemania entre 1936 y 1938 para las Fuerzas Aéreas estadounidenses (James P. Duffy, Lindbergh vs. Roosevelt, 2010).


La poco conocida y siniestra historia del Partido Demócrata, tras su responsabilidad en defensa de la esclavitud durante la Guerra Civil, tuvo un trágico capítulo generando el infame KKK que mantuvo un estado latente de guerracivilismo y terrorismo hasta bien entrado el siglo XX. Es relevante que hasta los años 1990s el senador Byrd no admitiera públicamente que había sido un error pertenecer a tan siniestra organización, aunque siguió defendiendo políticas segregacionistas y oponiéndose (como el senador Biden) al nombramiento de candidatos negros para la Corte Suprema.


Más conocida, aunque queda mucho por investigar, es la reciente vinculación de Antifa con el Partido y las administraciones de Obama y Biden, paralelamente al espionaje, golpismo y “lawfare” desplegados contra Donald Trump. Particularmente oscuras son las fuentes de financiación que todo apunta a ser las mismas de los grupos antisemitas pro-palestinos y pro-Hamás que han invadido ahora los “campuses” universitarios en EEUU. Es decir, los donantes billonarios del Partido Demócrata, encabezados por George Soros, las Fundaciones Open Society, Tides, Arabella, Rockefeller Brothers, etc.


El marxista francés convertido al Islam en 1980, Roger Garaudy, anunció en pleno delirio tras la llegada del ayatola Jomeini al poder en Irán que la revolución en el futuro se haría con el Korán en una mano y el Kapital de Marx en la otra. Ahora se entiende que faltaba una tercera K en el nuevo KKK: la Kufiya palestina tan estimada por los terroristas y sus simpatizantes en los “campuses” americanos (moda también anticipada por Rodríguez Zapatero en España, asimismo por Antifa en el “verano del amor” de 2020 y por las folclóricas de The Squad en el Congreso federal USA).


El lamentable balance de los recientes acontecimientos de protestas anti-Israel y las acampadas en más de 77 centros universitarios estadounidenses (con el consiguiente vandalismo urbano al estilo Antifa, vulneración de las libertades de los estudiantes, y –lo peor– el rampante antisemitismo), son casi 3.000 detenidos (más de la mitad de ellos agitadores terroristas infiltrados, no estudiantes), y cancelación por ahora de las ceremonias de graduación en las universidades de California-Sur y Columbia.


Manuel Pastor Martínez


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Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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