Hace algunos años el líder conservador y ex Primer Ministro británico Boris Johnson publicó un interesante libro apologético sobre Winston Churchill (The Churchill Factor, London-New York, 2014), subrayando cómo un hombre puede hacer historia. Hace pocos días emitió una opinión clara pero polémica, que pudiera interpretarse como defensa de la necesidad de un “factor Trump”. En un artículo en The Daily Mail de Londres afirmaba que Trump en la Casa Blanca es justo lo que el mundo necesita hoy. (...)
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He sido mucho tiempo admirador de Churchill. Hoy no lo soy tanto, tras estudiar con detenimiento algunas de sus actuaciones políticas con consecuencias históricas. Solo dos ejemplos: uno, en 1922, traicionando las promesas de la Declaración Balfour en 1917 a favor de un Estado Judío en Palestina, promovió la creación de Transjordania (hoy Jordania), un Estado árabe palestino bajo la forma de una monarquía Hachemita. Dos, en 1944, en su reunión en Quebec con el presidente F. D. Roosevelt, habiéndolo previamente rechazado, aceptó el infame Plan Morgenthau de reducir Alemania a una sociedad pastoral preindustrial (plan redactado por el agente estalinista Harry Dexter White), tras la promesa de EEUU de conceder a Gran Bretaña un crédito de 6.500 millones de dólares.
Trump, el nuevo “Trumpeldor”, defensor del Estado judío, en su breve mandato presidencial consiguió más éxitos para el sionismo que todos los políticos occidentales anteriores desde la fundación de Israel: la Embajada estadounidense en Jerusalén y los Acuerdos Abraham de paz y colaboración entre Israel y varios Estados árabes, neutralizando al mismo tiempo el terrorismo islamista de los Talibanes, del “Estado Islámico”, de Irán y sus organizaciones “proxies” (Hezbolá, Hamás, Hutis…).
Escribía esto mientras saltaba la noticia de que el rival Republicano de Trump en las primarias de New Hampshire, Ron De Santis, había decidido abandonar la competición. Es irrelevante que al anunciar su retirada De Santis haya citado equivocadamente a Churchill. Contrariamente a lo que desde hace dos años han mantenido los sabiondos comentaristas en el programa El gato al agua de los viernes (El Toro Televisión), nunca me pareció De Santis (el desleal “mojigato”) un candidato presidenciable. En mi opinión es aburrido, inmaduro, torpe, llorica, falto de carisma, y efectivamente desleal hacia Trump, quien le apoyó decisivamente para ganar la elección de gobernador de Florida en las “intermedias” de noviembre de 2022.
Trump ha cometido el mismo error, con avales y nombramientos de muchos Republicanos que luego le han sido desleales o le han traicionado, pasándose al club de los RINO (“Republicans In Name Only”) o de los histéricos “NeverTrump” (Pence, Barr, Romney, Haley, Christie, casi todos los altos cargos militares, del FBI, de la CIA, etc.), alimentando al siniestro “Deep State”. Este ha sido un repetido error suyo debido a una excesiva candidez o generosidad, que debe evitar en el futuro si vuelve a la Casa Blanca.
Tras el caucus de Iowa con el espectacular triunfo de Donald Trump (51 % de votos vs. 21 % Ron De Santis y 19 % Nikki Haley), récord histórico absoluto en Iowa, la retirada de la competición de Chris Christie, Asa Hutchinson, Doug Burgum, Vivek Ramaswamy, Tim Scott, y ahora Ron De Santis, las primarias Republicanas de New Hampshire se han reducido a dos candidatos, en las que Donald Trump (54,4 % de votos vs. 43,3 % Nikki Haley) ha vuelto a ganar ampliamente.
La ex gobernadora de Carolina del Sur y ex embajadora en la ONU se ha convertido en la esperanza y el imán de la coalición anti-Trump del Establishment GOP: el clan Bush con sus peones tipo Sununu y Cheney, los “progres” Republicanos y los “neocons” (Haley ha reclamado, literalmente, “un liderazgo del Nuevo Conservadurismo”), con el apoyo oportunista directo o indirecto de la “cábala” informal de influyentes judíos americanos anti-Trump (sin caer en antisemitismo, está claro que no todos los judíos simpatizan con este nuevo “Trumpeldor” y un sionismo conservador), como el financiero G. Soros, el magnate de los medios R. Murdoch, los congresistas Demócratas C. Schumer, R. Blumenthal, A. Schiff, J. Nadler, J. Raskin, etc., principales promotores de los fake impeachments contra Trump, y muchos activistas en los medios de comunicación, en el conglomerado Disney-Hollywood, e incluso en Wall Street.
El “factor Trump” se comprende mejor también teniendo en cuenta el “no-factor Biden”, con su desastrosa presidencia (probablemente la peor y más incompetente de la historia), secretamente manejada por el “Estado Profundo” y –hay que decirlo también– por Barack H. Obama, verdadero líder en la sombra de un degenerado, corrupto y pro-socialista Partido Demócrata.
Las elecciones primarias en EEUU, obligatorias y gestionadas por los Estados, son el mejor antídoto contra la partitocracia –fenómeno extraño a la democracia americana, al menos hasta la elección de Obama–, pero el Partido Demócrata y su líder nominal, el presidente Biden, las han despreciado intentando anular o limitar la competencia de candidatos rivales.
Manuel Pastor Martínez
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