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Al comienzo de la guerra, el presidente israelí, Benjamin Netanyahu, declaró que los objetivos de las Fuerzas Armadas de Israel eran, fundamentalmente, tres: acabar con Hamás, liberar a los secuestrados y garantizar que Gaza deje de ser una amenaza. Hasta ahora, lo único tangible que han logrado las FDI es la muerte de los citados más de 8000 milicianos de Hamás, liberar un centenar de secuestrados y haber desmantelado la infraestructura militar de Hamás en el norte de la Franja.
En estos inicios de año, están en cuestión cuatro asuntos de alto calado al objeto de solucionar esta guerra o al menos reconducirla y encontrar un final que sea aceptado por todos los contendientes. Dichos objetivos consisten en lograr un alto el fuego o, al menos, una tregua humanitaria; disminuir el número de víctimas que se están produciendo; diseñar cual debe ser el futuro de Palestina, una vez acabado el vigente conflicto; e impedir que se origine una escalada en Oriente Medio.
Para ello, se está moviendo, fundamentalmente, la diplomacia estadounidense, europea y alemana realizando una gira por Oriente Medio el Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken, visitando Grecia, Turquía, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Israel, Palestina y Egipto; el Alto Representante de la UE, Josep Borrel, en visita a Israel, Palestina, Bahréin, Arabia Saudí, Qatar y Jordania; y la ministra de Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, pasando por Egipto, Palestina e Israel.
En relación con el alto el fuego, la propuesta que hizo Egipto por Navidad en la que incluía un alto el fuego temporal con entrada de ayuda humanitaria e intercambio de rehenes y presos, un Gobierno tecnócrata en Cisjordania y Gaza que preparara elecciones en toda Palestina, retirándose Israel de Gaza, regresando los desplazados a sus domicilios llegándose luego a un armisticio, fue rechazada por Hamás y la Yihad Islámica. Desde entonces no ha habido ningún progreso firme.
En cuanto a disminuir el número de víctimas, aunque el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, declaró, el pasado 4 de enero, que empezaba una nueva fase de la guerra en la que en la zona norte de Gaza se realizarían ataques quirúrgicos, más selectivos y combates de menos intensidad procurando ocasionar las menores víctimas posibles, mientras que en la parte sur continuaría la persecución de los líderes de Hamás. Sin embargo, en los últimos días el número de víctimas ha seguido siendo muy alto.
Respecto al previsible futuro de Palestina, el mismo ministro afirmó que Hamás dejaría de controlar Gaza e Israel se reservaría la libertad de acción operativa, pero precisó que no habría presencia civil israelí y que los órganos palestinos se harían cargo del enclave con la condición de que no habría acciones hostiles ni amenazas contra el Estado de Israel. También señaló el posible despliegue de una fuerza internacional con tropas de países occidentales y árabes moderados para la reconstrucción de la Franja, coordinados por Estados Unidos.
Sin embargo, varios ministros ultraortodoxos israelíes, últimamente, se han pronunciado a favor de que los palestinos abandonen Gaza así como restablecer asentamientos en la Franja. Por otro lado, Antony Blinken ha anunciado el pasado domingo en una conferencia en Doha (Qatar) que los civiles palestinos deben poder regresar a sus hogares tan pronto como las condiciones lo permitan y que no pueden ser presionados para que abandonen Gaza.
Por último, el impedir una “escalada” en la región se halla cada vez más difícil ya que constituye el riesgo más peligroso que puede ocurrir para la estabilidad y seguridad del Creciente Fértil. Existen dos obstáculos principales, uno es el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que está siendo juzgado por corrupción desde 2020. Como teme perder su impunidad si deja de ser primer ministro, declara continuamente que la guerra siga sin importarle hasta donde se extienda.
El otro es Irán con sus diferentes milicias “proxis” ubicadas en diferentes países de la región. Desde la milicia chií más grande, Hezbollah, desplegada en Líbano con una entidad aproximada de unos 50.000 combatientes, fuertemente armada, hasta la milicia de los huties, integrada por musulmanes chiíes de la secta zaidí, situada en Yemen, pasando por diferentes milicias proiraníes desplegadas en Siria y en Irak. Todos estos actores tienen como objetivo la eliminación de Israel.
En el momento actual, los dos frentes de combate más peligrosos para que se produzca una posible escalada en la región se encuentran uno en el sur de Líbano donde se encuentra desplegada la citada milicia chiita proiraní de Hezbollah que está entablando combates y ataques con fuerzas israelíes y otro en el sur del Mar Rojo donde la milicia musulmana hutie, apoyada por Irán, está atacando desde territorio yemení, por un lado, el puerto israelí de Eilat y, por otro, a los barcos de la ruta marítima clave para el comercio internacional que atraviesan el estrecho de Bab el Mandeb y el Mar Rojo.
Por la ruta marítima de transporte que va desde el Estrecho de Malaca hasta los Países Bajos pasando por el Cabo de Buena Esperanza se tarda aproximadamente 34 días en tanto que, si atraviesa por el Mar Rojo y por el Canal de Suez, se tarda unos 26 días, es decir 8 días menos que supone una importante reducción de costes para las diferentes navieras internacionales.
De modo sorprendente, en la gira del movimiento diplomático señalado anteriormente, en ningún caso se ha contemplado la visita a Irán que es el actor más importante, después de Israel, en este conflicto. Por ello, no resulta anormal que el ministro de Defensa israelí le haya pedido a Blinken que aumente la presión sobre Irán ante la agresión contra el Estado judío de grupos armados y proxis de Teherán en la región. Todos ellos forman parte del Eje de Resistencia alienados con Irán.
Las cuatro cuestiones clave que ahora tienen una importancia decisiva en la guerra en Gaza están sin resolver. No hay alto el fuego ni ha disminuido el número de víctimas previsto. Tampoco hay acuerdo respecto al futuro de Palestina una vez acabada la guerra, especialmente porque Netanyahu se opone a la solución de dos Estados, Israel y Palestina. Por último, lo más importante e inmediato en el momento actual, la posibilidad de una escalada en la región está abierta.
Ante esta complicada e inestable situación, y teniendo en cuenta que los dos actores geopolíticos principales de la región son Israel e Irán, parece lógico que la diplomacia internacional visite también a Irán para encontrar una solución pactada a esta guerra. No debemos olvidar que ambos países están enfrentados y combaten entre sí, uno directamente y otro a través de sus “proxis”. El equilibrio estratégico de seguridad de Oriente Medio demanda que la diplomacia trate a ambos actores al mismo nivel directamente y no por medio de interlocutores secundarios. Parece conveniente explorar esta alternativa que, posiblemente, sea la más acertada actualmente.
GD (R) Jesús Rafael Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
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