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En la Patagonia. Crónica de un viaje

Vaca muerta y el Proyecto Dino

Vaca muerta y el Proyecto Dino
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11/11/3016

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Después de llenar el tanque de combustible enfilamos una carretera de rectas kilométricas. La monotonía del paisaje es bestial, aquí te empiezas a sentir verdaderamente insignificante.

Esta mañana decidimos partir hacia Neuquén, capital económica de la región de Rio Negro. Por delante tenemos 543 kilómetros, así son las distancias en este apartado lugar del planeta. Hemos decidido realizar esta ruta y no seguir la original que Chatwin describe en su libro. La zona atlántica de Rio Negro, que fue la que tomo Chatwin, la dejaremos para el camino de vuelta. Entre Bariloche y Esquel retomaremos el camino del inglés.

Después de llenar el tanque de combustible enfilamos una carretera de rectas kilométricas. La monotonía del paisaje es bestial, aquí te empiezas a sentir verdaderamente insignificante. Solamente la línea eléctrica que trascurre al borde de la carretera y el cruce ocasional con algún camión en sentido contrario te recuerdan que aquí también habita el hombre.

Desde la ventanilla del coche pude divisar una línea férrea que en un principio me pareció en desuso. Posteriormente, de cerca, descubres que los raíles mantienen el brillo del contacto frecuente con las ruedas del tren. Aquí en La Patagonia, casi todo el trasporte de mercancías se lleva a cabo a bordo de inmensos camiones. De alguna manera el petróleo lo mueve todo.

Cerca de la línea férrea me llama la atención un pequeño montículo donde se homenajea a un joven muerto en un accidente de bicicleta. Al lado de su fotografía hay una del Che.

Un par de horas después atravesamos Villa Regina. Toneladas y toneladas de fruta salen de los alrededores de esta ciudad con destino a los principales mercados del mundo. Se empieza a notar la cercanía de Neuquen. Hacemos un alto en uno de los numerosos puestos de fruta que se sitúan a ambos lado de la Ruta 22. Una joven, su hermano y su padre dormitan detrás de los montones de fruta. Hoy juega Argentina, la conversación versa sobre la religión nacional del país y su santo padre Maradona. Les pregunte que opinaban sobre la victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas.

-Esperemos que dure poco, ese boludo es capaz de cualquier cosa- respondió el padre con sarcasmo.

Nos despedimos deseándoles buena suerte. Esa noche Argentina perdió 3 a 0 contra Brasil...

Sobre las seis de la tarde llegamos a las afueras de Neuquen. Tomamos dirección a Cinco Saltos hacia la región de “Vaca Muerta” donde un grupo de paleontólogos luchan codo con codo por preservar los yacimientos de dinosaurios más importantes de América del Sur al cual llaman Proyecto Dino.

Poco a poco nos fuimos adentrando en territorio Mapuche. Guiado por un mapa y tentando un poco a la suerte - los indicadores de dirección o bien no existen o son del todo erróneos - con los últimos rayos de sol llegamos a las excavaciones.

En la entrada, un hombre y una mujer preparaban las ascuas para realizar un asado. José, mi compañero de fatigas en este viaje, se presento educadamente y les indico nuestra intención de visitar las excavaciones disculpándose de lo inoportuno que suponía hacerlo a horas tan tardías.

Juan -así se llamaba el hombre- se mostro en principio receloso pero accedió invitándonos a seguirle. El lugar se encontraba situado a orillas del Lago Barriales, uno de los numerosos lagos que el estado Argentino ha creado artificialmente para la generación de energía hidroeléctrica.

Dos hangares semicirculares encerraban los hallazgos paleontológicos. Uno de ellos era el lugar de trabajo de Jorge Calvo, alma mater de este proyecto. El otro, un espacio reservado para la visita de los escasos turistas que se acercaban hasta este recóndito lugar.

El sitio denotaba una cierta decadencia que más tarde, en conversación con Juan, comprendimos a que se debía.

Juan nos explico que las excavaciones tuvieron su mejor momento en años pasados. Actualmente la financiación es nula. La frustración de que el sitio paleontológico se encontrara en Vaca Muerta, donde YPF (yacimientos petrolíferos fiscales) produce millones de metros cúbicos de gas al igual que innumerables (este término es el adecuado pues en el fondo nadie sabe la riqueza en dólares contantes y sonantes que se embolsa la elite Argentina - Cristina Elisabet Fernández de Kirchner es propietaria de una petrolera entre otras más empresas energéticas -) barriles de petróleo y no recibiera ni un dólar de subvención por parte de YPF era palpable en las palabras de Juan. Si además a esto le sumamos el conflicto de intereses que se han creado en las distintas tribus Mapuches – que se consideran los propietarios de estas tierras y por lo que reciben numerosas prebendas como acceder a puestos de trabajo antes que otros habitantes de esta región de Rio Negro- la solución al yacimiento no tiene visos de llegar a buen puerto.

A la conversación con Juan y su compañera de trabajo Silvina se unió Juan, un joven trabajador de la potabilizadora de agua que YPF mantiene en Loma de la Lata. Después de un par de botellas de vino con sus correspondientes cortes de cecina y chorizo dimos por terminada la reunión. Le sugerí a Juan si era posible dormir en alguno de los barracones destinados a los estudiantes que vienen a realizar prácticas. Juan no puso ningún impedimento.

La luna se reflejaba sobre las aguas del Lago. Un punto en el espacio se movía a gran velocidad. Pensé en el meteorito que extermino a estos increíbles seres llamados dinosaurios. Al fondo, en la orilla derecha del lago, la chimenea de un pozo de gas emitía destellos amarillos. Con nosotros no haría falta un meteorito, nuestro destino ya estaba escrito .
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