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CICLO II 2025 DE AEME

El rol de Rusia y China en la zona del Sahel

(Ilustración: Getty Images).
(Ilustración: Getty Images).

LA CRÍTICA, 16 NOVIEMBRE 2025

Por Aurelio Fernández Diz
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El Sahel es una franja frágil y estratégica, tanto desde el punto de vista ecológico como humano: una frontera viva entre el desierto y la sabana, marcada por grandes desafíos ambientales y sociales que está despertando la ambición y el interés de potencias como Rusia y China que buscan aumentar su penetración e influencia en esta importante zona de África atraídas por sus riquezas materiales y las facilidades que ofrece su permanente inestabilidad política. Pero todo ello, de un modo más sutil que el empleado, en un reciente pasado, por muchas empresas europeas, con cobertura gubernamental, principalmente francesas. (...)

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China, bajo la tutela de Xi Jinping, parece haberse despertado de un largo periodo de letargo histórico que le permite creer, de modo sorprendente, que puede transformar el mundo a su imagen y semejanza, pero sin una reflexión jurídica previa, como en su día hizo España cuando dominó gran parte del mundo conocido reconociendo, y aceptando, la igualdad entre los pueblos, la libertad de los mares y los principios humanitarios en la guerra. Hasta hoy, China siempre demostró tener su propio concepto de la Historia y, en el Sahel, encuentra una de las fuentes de los recursos que más necesita para implantarlo, tratando de someter al mundo a su alcance a una situación de oscura y permanente dictadura, sin democracia ni libertad como el pueblo chino, y, en nuestro caso también el ruso, nunca han podido disfrutar. Xi Jinping, embriagado por su inmenso poder, parece confundir la fantasía con la realidad cuando pretende nada menos que retar a los EEUU, y al mundo entero, a que respeten su particular concepto de un nuevo orden mundial que pretende establecer con la ayuda de sus aliados Putin y el coreano del Norte Kim Jon Un, como ha quedado demostrado en la aun reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).

Hasta esta conferencia Xi solo mostraba, ante los dirigentes occidentales que le visitaban o visitaba él, una sonrisa enigmática que todos pudimos recordar cuando se produjo la pandemia del Covi. Durante la OCS Xi mostro una sonrisa mucho más amplia y segura que nos permite volver a sospechar, y temer.

Por su parte, Putin tiene un pensamiento más europeo, aunque su dudoso pasado le permita sentirse cómodo y sentarse al lado del dirigente chino. En la actualidad, perdido y absolutamente desorientado, al menos desde la óptica occidental, pretende nada menos que recuperar para su Federación Rusa el poder perdido por la desaparición de la antigua Unión Soviética (URSS) desencadenando una injusta guerra en Ucrania que el mundo occidental, presidente Trump incluido, no logran detener. Esta guerra incluye entre sus objetivos militares el cruento e indiscriminado bombardeo de la población civil, algo odioso en las guerras modernas en las que los civiles mueren y los soldados no. Dicen que el pueblo ruso, menos la parte de pueblo ruso que corresponde a Ucrania apoya a Putin en esta guerra, pero habría que ver qué valor puede tener la opinión de un pueblo que nunca ha vivido, ni conoce, qué es y para qué sirve la libertad. Todos sabemos, y tememos, que si Putin alcanzase sus injustificables objetivos en Ucrania se sentirá justificado hacer lo mismo en Finlandia, en Estonia, en Letonia y en Lituania o hasta en la propia Polonia, como los ciudadanos polacos temen. En esta situación Putin también ambiciona los recursos e influencia política que puede obtener en el Sahel, sobre todo después de la retirada occidental, antes con el Grupo Wagner y ahora directamente con fuerzas del estado ruso. En el Sahel las ambiciones rusas y chinas coinciden, pero algún día pueden dejar de coincidir cuando China quiera recuperar la región de Siberia que le perteneció en su día y hoy es un campo de petróleo del que tanto carece.

El abandono de Europa de una zona tan próxima como importante para su propia seguridad, como es la región africana del Sahel, estimula a dictadores como Putin y Xi Jinping, a intentar y poder alcanzar sus taimados objetivos si llegan a dominar la zona, en beneficio exclusivo de sus intereses.

Para Rusia, el Sahel es un espacio de recursos, influencia política y expansión militar. Su estrategia combina seguridad militar, mediante la aportación de mercenarios y armas con el control económico de la minería y recursos energéticos. La clave está en ocupar el espacio dejado por una Europa en retirada, reforzando su imagen de potencia global y creando un frente africano alineado que le facilite la mejor defensa de sus intereses que podrían ser:

–Rusia utiliza el Sahel como un tablero para reducir la influencia francesa y europea en África. Rusia difunde una narrativa de “socio soberano” frente al “neocolonialismo” europeo buscando, al mismo tiempo, el apoyo diplomático de los países del Sahel en foros internacionales, hoy referido principalmente a votaciones en la ONU sobre Ucrania.
–Ha desplegado combatientes en Malí, Burkina Faso. La estrategia de Rusia trata de llenar el vacío dejado por misiones europeas. Rusia ayuda a estos países a financiar, y a sortear sanciones internacionales, y llevar a cabo operaciones relacionadas con la explotación de oro. Rusia está también muy interesada en el uranio de Níger, muy estratégico para su energía nuclear y como recurso exportable.
–El Sahel es un puente hacia el Atlántico. Tener influencia en esta zona abriría rutas marítimas clave para Rusia.

Por su parte China está llegando a tener un papel influyente en el mundo actual, tanto en lo cultural como en lo político como en lo económico, gracias a la tecnología occidental que ha sabido asimilar desde el mismo momento en el que empresas occidentales se instalaron, quizá irresponsablemente, en territorio chino para aprovechar una mano de obra mucho más barata.

Los intereses de China en el Sahel son, al menos aparentemente, diferentes de los de Europa o Rusia porque se refieren a objetivos menos militares y más económicos, comerciales y estratégicos a largo plazo. Estos intereses podrían ser:

–El uranio de Níger, el oro de Malí y Burkina Faso, y el cobre, hierro y petróleo de Chad, Sudán y Níger. Para alimentar la industria china y reforzar su seguridad energética, empresas chinas ya invierten en explotación de hidrocarburos y minería en la región.
–China financia y construye carreteras, ferrocarriles que conectan Níger y Nigeria con puertos del Atlántico, telecomunicaciones y presas en Mali y Chad. Uno de los objetivos principales de China es integrar el Sahel en las rutas comerciales de la nueva Ruta de la Seda, ruta a la que China le da gran importancia en su visión del comercio mundial.
–El Sahel tiene un altísimo crecimiento demográfico (más de 150 millones de habitantes, con previsión de duplicarse en pocas décadas). Esto hace que China encuentre oportunidades en exportación de productos manufacturados, tecnología, telecomunicaciones y servicios.
–China ofrece créditos blandos, inversión en desarrollo y no injerencia política. Esta iniciativa es bien recibida por los gobiernos sahelianos que critican, probablemente con razón, el “paternalismo europeo”. Estos países ayudan a China en foros internacionales a contrarrestar la influencia occidental.
–China participa, sin intervenir directamente, en misiones de paz de la ONU en Malí mientras busca garantizar la estabilidad mínima necesaria para proteger a sus ciudadanos e inversiones. China prefiere soluciones económicas y diplomáticas antes que despliegues militares.
–La conducta de China en el Sahel es mucho más sutil, y probablemente más inteligente que la de Rusia o la del conjunto europeo. Está basada en la aportación de recursos financieros mediante una diplomacia que podría calificarse de suave, de paso corto y vista larga.

Madrid, 1 de octubre de 2025

Aurelio Fernández Diz
Capitán de Navío (R)
Asociación Española de Militares Escritores. (AEME)


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