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Pues bien, resulta que para el escritor Carlos Martínez Shaw todo lo que dice sobre la hispanización del Nuevo Mundo es verdad, un verdadero éxito que describe en detalle por las empresas allí conseguidas en los distintos campos del saber; sin embargo un elemento perturbador de tal hazaña, en paralelo al negrolegendarismo lo suma para contrarrestar la gloria española, como es el nacionalcatolicismo. En definitiva, un régimen achacado a la época franquista, ocurrido siglos después de la gran hazaña jamás vista desde el Mundo clásico. No se le ocurrió nunca antes hablar de la Revolución Industrial, un hecho claramente rompedor y bueno para el progreso pero bajo el nacionalanglicanismo. Sabe perfectamente que el nacionalismo anglosajón y la religión católica estuvieron bien presentes desde Francia, la primera nación cristiana, pasando por la conversión de Recaredo, rey godo que renunció al arrianismo para mejor llevar así las relaciones políticas con sus vecinos los francos.
No llego a comprender bien que este ilustre académico quiera mezclar cosas tan distintas hasta llegar a titular su artículo como La reconquista del nacionalcatolicismo, que según la Real Academia Española el concepto de reconquista implica o supone la recuperación de un territorio, o entenderse también como la de un concepto o ideología. Qué intencionalidad puede haber sobre ello. El diplomático embajador y brillante literato Eduardo Garrigues ha escrito una serie de opiniones sobre la argumentación sesgada del ilustre académico que argumenta los aspectos negativos acerca de las fechorías y abusos cometidos por los españoles con un afán de sometimiento de la población indígena que no fue tal, sino al contrario pues fue gracias a la empatía española con las tribus sometidas por los aztecas lo que logró que se convirtieran en personas libres apoyados por unas leyes que todos reconocen como el preludio de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Todo esto lo enlaza con las raíces ideológicas creadas en su día por el franquismo como ya comenté. Yo me pregunto si ¿es tan solo el intento de un ensayo anacrónico en el tiempo sin relación causal, solo para advertir de los vicios nacionales? Todo ello lleva a la consecuencia de que ese «balanceo» entre lo muy positivo que acepta de la película, quiere hacerlo equilibrar con una visión extremadamente negativa muy manida de manera interesada por el mundo anglosajón. Quiero recordarle al ilustre académico Carlos Martínez Shaw, la impresión que hombres como Gilbert Keith Chesterton, que bien conoce, como gran filósofo, escritor y periodista que fue, escribió acerca de la conquista de América:
«Permítaseme llamar la atención al mundo incrédulo hacia la existencia de un lugar llamado España. Ante la indiferencia de los medios de comunicación británicos por la actualidad española de principios de los años 30 decía: Estoy dispuesto a reconocer que en parte hay una explicación, es la ignorancia que hay en Inglaterra de la importancia de este precioso rincón de Europa. No es consecuencia de la antigua rivalidad marítima que se fomentó en torno a la armada. Los españoles descubrieron América; pero los ingleses aún no han descubierto a España… Porque realmente nosotros siempre hemos estado en un asombroso error acerca de ella. España ha sido campeona del progreso y de la libertad. La misma institución del Parlamento no vino de Simón de Monfort o de la Carta Magna, sino de España.
Cuando el sistema feudal era casi uniforme en toda Europa, solamente España tenía una forma libre de feudalismo. Sin detenerme en otras pruebas resumo diciendo que la idea que España fue anticuada y reaccionaria es debida a la figura popular de Don Quijote. Se cree que España produjo el último hombre que creyó en los romances extravagantes de la Edad Media. Lo cierto es que España produjo el primer hombre que se burló de ellos.
¡En una palabra, España más bien ha estado a la cabeza de todos los demás países!
Cuando se toma la historia de España en conjunto, se percibe a través de ella un espíritu cuyo verdadero y único nombre es libertad».
Frente a todo lo anteriormente expuesto, esa libertad ha vuelto a salir con una fuerza atronadora por toda nuestra geografía. Muchos de nuestra lengua y raíces en aquellos países hermanos paulatinamente la Leyenda Negra va diluyéndose en aras a la razón de la historia documentada. Entre esas fuerzas, con verdadera rapidez y lucidez ante el artículo enunciado y objeto de estas líneas, la Asociación cultural Héroes de Cavite ha salido al paso con una réplica llena de sentido común, aceptando las luces y las sombras de cualquier nación o colectivo humano pero atajando lo que parece desprenderse de las palabras de Martínez Shaw respecto a la catolicidad de nuestra acción. Naturalmente que fue una evangelización y gracias a ello el hombre alcanzó su dignidad humana. Disturba la inclusión de un concepto político que siempre hubo desde la cultura mesopotámica como es la religión, y parece poco oportuno incluir tan ya anacrónico sentido alineándose con las posturas negacionistas y falaces de nuestros enemigos siempre pendientes de la distorsión histórica de los hechos a favor de su marcado mercantilismo. ¡Cuanto más enriquecedor hubiera sido! describir nuestro cuerpo legislativo como las leyes de Indias que ayudan mejor a comprender la acción española en aquellas regiones al otro lado de nuestra orilla atlántica. ¿Considera acaso Martínes Shaw un exceso de catolicismo? gracias al cual se evitaron algo como el canibalismo y otras prácticas aberrantes de nuestra civilización. Quizás le ha faltado tener la visión del contexto en el tiempo en que se produjo el Descubrimiento y posterior asentamiento y mestizaje. Sabe muy bien el autor de “la Reconquista del nacionalcatolicismo” que la Leyenda Negra existe y se fomenta cuando se puede, y para la Asociación Cultural Héroes de Cavite hablar de ella como supuesta y no como una realidad patente, explica por el contrario su existencia e intencionalidad.
Ante todo lo expuesto, creo un verdadero beneficio mental, patriótico e intelectual el ver esta película hecha y construida sobre la verdad, y por tanto no puede tener el mismo tratamiento que la mentira.
Iñigo Castellano y Barón
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