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Caliente Guerra Fría

(Foto: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-39274331).
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(Foto: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-39274331).

LA CRÍTICA, 29 MARZO 2023

Por Manuel Pastor Martínez
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La invasión rusa de Ucrania con la potencial y creciente tensión entre China y Taiwan han puesto de manifiesto, a mi juicio, que la historia contemporánea no ha superado todavía –excepto en un breve “momento unipolar” tras la disolución de la URSS– la etapa histórica de la vieja Guerra Fría con sus ramificaciones y conflictos periféricos de guerras calientes. (...)

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Donald Trump advertía el pasado febrero en un mitin en Nevada que la estupidez e incompetencia del presidente Biden puede llevarnos a la III Guerra Mundial (entre paréntesis: desde hace años he sostenido en algunos artículos que en realidad la Guerra Fría ya fue una peculiar III Guerra Mundial, y otros analistas –particularmente los “neocons”– consideran que una IV lo ha sido contra el terrorismo islamista). En cualquier caso, Trump añadía que todo lo que se ha producido en Ucrania parece que podría repetirse en Taiwan.


No estoy seguro de compartir los temores del ex presidente estadounidense.


Ciertamente nos encontramos ante la gran amenaza de dos despotismos orientales con variables tradiciones nacional-comunistas o totalitarias que aspiran a desplazar a EEUU como potencia hegemónica. Aunque invocan una preferencia por un sistema multipolar sospecho que se trata de una argucia, un espejismo “multilateral”, como el espejismo de la détente en una pasada fase de la Guerra Fría, es decir, mero instrumento de un engañoso (deceptive) plan estratégico contra Occidente.


Espero que las relaciones internacionales hoy no se salgan del marco de la Guerra Fría con sus reglas estrictas (incluyendo la terrorífica invocación, como trasfondo, de una posible MAD: Mutual Assured Destruction, con la confianza de una renovada iniciativa de Defensa Estratégica) y que nunca se produzca esa III, IV o V Guerra Mundial que todos tememos, pues sería la última de nuestra civilización y puede que de gran parte de la propia humanidad.


Por otra parte prefiero imaginar que en Rusia, como es tradición consolidada, para salir del actual embrollo tenga lugar una conspiración y un golpe de Estado contra Putin.


Por ejemplo, sin ir más atrás, pensemos en los silenciosos o sonoros golpes que se produjeron durante los años finales del zarismo, cuando se sucedieron conspiraciones contra personajes muy poderosos del régimen imperial, incluyendo a veces el asesinato, como fue el caso contra el Premier liberal y gran político reformista P. Stolypin (aparentemente organizado por revolucionarios populistas, aunque hay otras hipótesis), o contra el influyente consejero reaccionario G. Rasputin (golpe alentado por los grandes duques, encabezado por Dimitri Pavlovich y Felix Yussupov con apoyo de la inteligencia británica); contra el propio zar Nicolás II (por los republicanos) y contra su hermano el gran duque Miguel, teóricamente y brevísimo heredero, por renuncia (primera víctima también del asesinato por la Cheka de toda la familia imperial).


Golpe también contra el republicano Kerensky (por los soviéticos), y contra los sucesivos dictadores soviéticos: primero, presuntamente contra Lenin, y después gradualmente contra la vieja guardia bolchevique (los Trotsky, Kirov, Kamenev, Zinoviev, Bujarin, etc.); los varios intentos frustrados –reales o imaginarios– contra Stalin; los efectivos contra Beria, contra Malenkov, y contra Kruschev. Y tras las oportunas y sucesivas “enfermedades” mortales de la gerontocracia (Breznev, Andropov, Chernenko), contra el reformista Gorbachov.


Tampoco se libraría de un silencioso golpe o conveniente “presión” el borracho presidente postsoviético Yeltsin, precisamente quien fuera patrón y promotor de Putin.


Los planes estratégicos de China son inescrutables y se basan en pacientes visiones a largo plazo. En los años 1960s Anatoli Golitsin, un polémico espía soviético –que algunos consideraron un personaje un tanto paranoico– desertó a Occidente y advirtió que la ruptura entre la URSS y China era falsa, una noticia “fake”, parte de un plan (“plan Shelepin”) con el objeto de desinformar, confundir y desestabilizar a EEUU y a Occidente, contaminando a toda la inteligencia y contra-inteligencia del mundo libre.


Aparentemente Nixon y Kissinger, ante la consternación de los dirigentes de Taiwan, cayeron en la trampa con su acercamiento a China.


Golitsin advirtió además que la propia KGB (en concierto con la inteligencia comunista china) se había reestructurado en dos partes: una KGB interna, totalitaria, supersecreta y supercomunista; y otra KGB externa, pública y reformista, para el consumo y propaganda exteriores. Completamente separadas y a veces en conflicto entre ellas.


Tras el paréntesis teatral y caótico pero trágicamente sangriento para la propia China del Maoísmo y la Revolución Cultural, se producirá gradualmente una “reconciliación” entre los dos despotismos orientales, que culmina ahora, para nuestra desgracia, en una más que aparente alianza totalitaria entre Xi Jinping y Vladimir Putin.


Henry Kissinger, que en los años 1970s apostó con Nixon por la triangulación que debilitó a la URSS, favoreciendo y fortaleciendo a China, a sus 100 años de edad acaba de afirmar en una entrevista que la segunda Guerra Fría será más peligrosa que la primera.


De las palabras de este Casandra nos queda un pobre consuelo: que al fin de cuentas, aunque caliente, solo sea una guerra fría.



Manuel Pastor Martínez

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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