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Santa Marta de Betania: manifestación de fe (I)

'La resurrección de Lázaro' de José de Ribera. © Museo Nacional del Prado, Madrid.
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"La resurrección de Lázaro" de José de Ribera. © Museo Nacional del Prado, Madrid.

LA CRÍTICA, 30 JULIO 2023

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¿Fue Marta la causa de la pasión y la terrible muerte por crucifixión de Jesucristo?


Para contestar a esta pregunta inquietante, dado que responde e implica a uno de los hechos más trascendentales de la historia humana, con tal influencia que perdura, con carácter mundial, hasta nuestros días, parece obligado reproducir las palabras de uno de los testigos presenciales del hecho y que jamás ha sido contradicho, sino por el contrario ratificado, directa e indirectamente, por numerosos testigos presenciales. (...)

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Para contestar a esta pregunta inquietante, dado que responde e implica a uno de los hechos más trascendentales de la historia humana, con tal influencia que perdura, con carácter mundial, hasta nuestros días, parece obligado reproducir las palabras de uno de los testigos presenciales del hecho y que jamás ha sido contradicho, sino por el contrario ratificado, directa e indirectamente, por numerosos testigos presenciales.


San Juan, el testigo presencial, entre otros muchos, en el capítulo 11 de su Evangelio, escribe: “Había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta… Entonces las hermanas le enviaron este recado: Señor, mira, aquél a quien amas está enfermo. Al oírlo, dijo Jesús: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios,… Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó que estaba enfermo se quedó aún dos días en el mismo lugar. Después, pasados éstos, dijo a sus discípulos: vamos otra vez a Judea. Le dijeron los discípulos: Rabbí, hace poco te buscaban los judíos para lapidarte, y ¿vas a volver allí?… Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vayamos a donde está él. Tomás, llamado también Dídimo, dijo a sus compañeros: Vayamos también nosotros y muramos con él.


“Jesús, al llegar, encontró que estaba sepultado ya desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén como 15 estadios (algo más de tres kilómetros). Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por su hermano.

“En cuanto Marta oyó que Jesús venía, salió a recibirle; María, en cambio, se quedó sentada en casa. Dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano, pero incluso ahora sé que cuanto pidieres a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le respondió: Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día. Le dijo Jesús: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? Le contestó: Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo.

“… Los judíos que estaban con ella (María, la hermana de Marta) en la casa y la consolaban, al ver que María se levantó de repente y se marchó, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí… Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban se estremeció en su interior, se conmovió y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Le contestaron: Señor, ven y lo verás. Jesús comenzó a llorar. Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Pero algunos de ellos dijeron: ¿Éste, que abrió los ojos del ciego, no podía haber hecho que Lázaro no muriese?

“Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le dijo: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. Le dijo Jesús: ¿No te he dicho que si creyeses verías la gloria de Dios? Quitaron entonces la piedra. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo dije para la multitud que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste. Y habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, sal afuera! Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y su rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle andar. Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él.


Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Entonces los pontífices y los fariseos convocaron el Sanedrín y decían: ¿Qué hacemos, puesto que este hombre realiza muchos milagros? Si le dejamos así, todos creerán en él;…”


A la vista de este y otros textos, la biógrafa de Santa Marta de Betania, Julia Villa, concluye de manera contundente: “Lázaro ha vuelto a la vida. Por su Resurrección han condenado a muerte a Jesús. Las autoridades judías le buscan para matarle…”. (Julia Villa García, NUEVO AÑO CRISTIANO –director: José A. Martínez Puche-, 2001, p.590).


Una vez más Jesús, tal como el anciano Simeón había predicho, cuando José y María llevaron a Jesús, a los pocos días de nacer, al Templo, aparece como signo de contradicción: ante el milagro de la resurrección de Lázaro unos creen en Él y otros le denuncian a sus enemigos. Estas actitudes diversas confirman lo dicho en la parábola del rico Epulón que, condenado, le pide a Abraham, que dado que tiene cinco hermanos, que si el mendigo, que también se llamaba Lázaro, resucita y se les aparece se convencerán y cambiarán de vida. La contestación de Abrahán fue: “… tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite”. (Lucas 16,31).


Más aún, durante los días de la Pasión Marta no se encontraba cerca de Cristo como las otras mujeres piadosas que lo habían seguido desde Galilea. La razón era que los fariseos querían matar también al resucitado, esto es, a su hermano.


Por consiguiente, la respuesta a la pregunta de si la intervención de Marta en la resurrección de su hermano fue la causa de la muerte de Jesús, parece que, en efecto, influyeron los muchos milagros de Jesús, pero el que desencadenó la decisión final de darle muerte, la causa decisiva, fue la vuelta a la vida de Lázaro, dado que, incluso, muchos judíos creían en Jesús al ver a Lázaro resucitado, por lo que también querían darle muerte.


Lo más destacable de la santidad de Marta en este episodio, es su fe. En Jesús veía al hombre y sin embargo le reconoce como Dios, como el Mesías. Su confesión de fe es casi idéntica a la de San Pedro y recuerda la de Tomás, que no creía que Jesucristo hubiera resucitado y cuando lo vio, vio igualmente al hombre, no obstante, dijo: “Señor mío y Dios mío”, esto es vio, reconoció en Jesús a Dios.


Pero lo que ha hecho correr ríos de tinta , lo más comentado, analizado y sobre lo que se han vertido mayor número de opiniones, es sobre una manifestación de Marta, respecto de su hermana y la contestación de Jesucristo, porque afecta, de manera radical, a la vida, al comportamiento del cristiano en su día a día.


Sin embargo, dada la necesaria extensión que requiere la posible interpretación de este hecho, ocurrido en la casa de Marta, será objeto del próximo artículo.


Pilar Riestra


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