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La Patria ya no es agradecida

Detalle del Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. En el atrio de la Basílica de Atocha. (Foto: https://madridsecreto.co/).
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Detalle del Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. En el atrio de la Basílica de Atocha. (Foto: https://madridsecreto.co/).

LA CRÍTICA, 12 JUNIO 2024

Por Íñigo Castellano Barón
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El carácter español es evidentemente apasionado, repleto de sentimientos como de sensibilidades. Admira a sus líderes sin matices, y asume como propios y con gran comprensión las debilidades de aquéllos. Siempre fue así. Para los foráneos estas características les es difícil comprender en toda la extensión de este marcado y viejo perfil mediterráneo, heredero de la Roma imperial. Viriato fue un caudillo aclamado por diferentes tribus ibéricas, y asesinado por uno de sus más próximos. (...)

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Franco fue otro caudillo vitoreado, aclamado y llorado tras su muerte, según consta en las filmotecas y hemerotecas que atestiguan su recuerdo para después ser denostado y desenterrado para escarnio de su figura. Como también fue aclamado Fernando VII al que llegó a ser titulado como
El Deseado.


España siempre para bien o mal, ha sido una nación sentimental y condescendiente, además de solidaria. Fue a partir del siglo XVIII con algunos antecedentes en el siglo anterior, cuando la Ilustración española surge con gran fuerza y España da un paso adelante al incorporarse la ciudadanía popular en el reconocimiento de sus personajes o líderes, hasta entonces reservado solo al poder real. Los ciudadanos demandan quiénes deben ser sus líderes o se suman a iniciativas que les reconozcan como tales. Así tanto en el campo militar, artístico e intelectual como político, el pueblo asume la responsabilidad colectiva de reconocer públicamente quienes merecen su respeto y admiración. En las iglesias se colocan lápidas dedicadas a un determinado personaje y a veces con una breve leyenda acerca del mismo. Siempre estas se rubrican con un epitafio o laudo: La patria agradecida ó bien Honor y Gloria… en definitiva un recordatorio final ofrecido al héroe o al hombre ilustre que ha hecho un manifiesto bien por la nación. Además de ello se erigen monumentos como por ejemplo el Panteón de Hombres Ilustres ubicado en Madrid. Aquí fueron trasladados en solemne procesión de coches fúnebres, escoltados por la Guardia Civil y cuerpos del ejército en el ya remoto año de 1869, hombres que España consideró habían destacado por sus aportaciones a la nación española. Pudieran ser de un signo político cualquiera. Desde el conservador Cánovas del Castillo, al masón Práxedes Mateo Sagasta. Personajes controvertidos por la historiografía como Juan Álvarez Mendizábal hasta Eduardo Dato. El asesinado José Canalejas, Agustín Arguelles, Salustiano Olózaga, Martínez de la Rosa y un largo etcétera. Aquella fúnebre caravana fue respetada por toda la ciudadanía con gran decoro y sentimiento pues el prestigio de éstos era apreciado. Analizamos en ello como primer plano, la pluralidad y diversidad de pensamientos políticos que a cada uno de ellos le animaba, sin que por ello fuera obstáculo para que la ciudadanía asumiera su papel y reconociera el valor y papel que habían jugado. En segundo plano se desprende el respeto que los personajes desprendían entre la ciudadanía en general y claramente entre sus más afectos, respectivamente.


Igualmente se erigió el Panteón de Marinos Ilustres en la localidad gaditana de San Fernando en cuyo interior se mencionan a ilustres nombres de nuestros grandes navegantes y marinos; muchos de ellos reposan en preciosos panteones o mausoleos. Hombres de honor y gloria reconocida que dedicaron su vida y se ofrecieron hasta la muerte por su nación. Fueron todos ellos verdaderos servidores de España con mayor o menor acierto pero con alma hispana hasta su médula. Del mismo modo en muchas iglesias y catedrales pueden leerse en placas de mármol laudos como los ya mencionados de La Patria Agradecida o laudos como Honor y Gloria. Se erigieron igualmente estatuas ecuestres para los militares y en pie para los políticos, muchas de ellas sufragadas por suscripciones populares. El respeto entre lo político-militar y el pueblo soberano se mantenía públicamente aunque en el Parlamento sus controversias, por cierto, en general de una elevada dialéctica, pudieran resultar muy duras. Todo ello me lleva a reflexionar que nuestros hombres ilustres y nuestros héroes y marinos sirvieron de ejemplo como clase dirigente para los distintos sentimientos y sensibilidades populares.


Pues bien, ¡cuánto ha cambiado España! Hoy día no se erigen estatuas, mausoleos o se agradece a nuestros hombres ilustres su aportación a la Patria, exceptuando la que puedan en mera táctica política sufragar los partidos políticos. Me pregunto: ¿Acaso ya no hay hombres ilustres a quien homenajear aunque fuera por suscripción popular? Quizás la respuesta pudiera ser la extinción de una clase dirigente sustituida por partidos políticos sin alma patriota que incorporan en sus objetivos los votos o escaños parlamentarios. Ha nacido pues un sistema que da lugar a una clase emergente que no dirigente, y peor todavía no ejemplarizante para el pueblo, con honrosas excepciones que por supuesto hay. ¿Quién estaría dispuesto a ofrecer su vida o patrimonio por la Patria?, un concepto devaluado tristemente para una sociedad adormecida por los nuevos valores. ¿Por qué España ya no es agradecida? Hay más respuestas para que no agradezcamos públicamente a los políticos contemporáneos, cada quien puede sacar sus propias conclusiones. Una de ellas es que el sistema político obliga para existir en sí mismo, la venta de votos en cuanto que la Patria no demanda a personajes, salvo de nuevo con excepciones, por lo que la política y el Parlamento se insertan en un mercado de oferta de escaños a cambio de privilegios y fueros contra el viejo modus operandi de antaño por el que el pueblo pedía a los hombres ilustres que tomaran las riendas de la nación para que defendieran sus respectivos intereses o posiciones políticas.


Las campañas electorales son un ejemplo vivo cuando no bochornoso que toma la medida de hasta qué punto los políticos en campaña se venden. Es propiamente dicho, una clase emergente que debe darse a conocer. Muchos se disfrazan para la ocasión y si hay que vestirse de lagarterana, se visten. Otros bailan en los escenarios y palmean como cualquier espectáculo de ocio que se pueda representar en un escenario teatral. Se canta también para deleite de los medios de comunicación y sonrojo para algunos, y lo que haga falta prometer se promete; nadie obliga a un político a cumplir su programa, no existe un Estatuto del Político. Están aforados. Ante este escenario, la Patria ya no es agradecida, no se les pide que vengan a salvarnos, pues por nosotros lo hacen los capitostes de los partidos y para ello antes es necesario que se salven ellos, esta es la democracia, por ello es difícil agradecer a quien no conoces.


Es triste que los conceptos de honor y gloria a los que me referí no sean vocabulario del progresismo y si se hace son manoseados burdamente. A cambio, eso sí, vivimos en democracia y somos libres, tanto que hemos perdido los límites que la limitan.


¡Gloria y Honor! a los hombres honrados. España los necesita, pues se quiera o no, seguimos siendo una maravillosa nación apoyada en una gloriosa historia.


Íñigo Castellano y Barón


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