El pasado 26 de julio, un grupo de militares de Níger encabezados por el general Abdourahamane Tchiani, jefe de la Guardia Presidencial, dio un golpe de Estado, derrocando al presidente legítimo, Mohamed Bozaum. Tanto las autoridades regionales como internacionales reaccionaron con rapidez condenando dicho golpe, desde la Unión Africana (UA) hasta el Gobierno francés pasando por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), la Secretaría General de la ONU, el Gobierno estadounidense o la Unión Europea. (...)
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El grupo de militares constituyó una junta militar con la denominación de Comité Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP), declarando que tomaban el poder debido “al continuo deterioro de la situación en materia de seguridad y el mal gobierno económico y social”. El golpe fue asumido, al día siguiente, por el general Abdou Sidikou Issa, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Níger.
Hace una semana, el 22 de agosto, la Unión Africana (UA) suspendió a Níger como miembro del bloque en respuesta al citado golpe de estado del 26 de julio. También hizo una llamada a todos los Estados miembros y a toda la comunidad internacional a abstenerse de toda acción que otorgue legitimidad a la junta militar que tomó el poder en Níger al mismo tiempo que anunció sanciones individuales contra los golpistas. No se posicionó formalmente sobre la posible intervención militar anunciada por la CEDEAO para restaurar el orden constitucional en Níger.
La región del Sahel se caracteriza por su extrema pobreza, fragilidades estructurales, con diferentes étnias y tribus, algunas enfrentadas entre sí - los tuaregs es una de ellas - cruzada por rutas migratorias hacia Europa, tierras semidesérticas, con una opinión pública fuertemente antifrancesa y antioccidental, elevado crecimiento demográfico, intensa actividad del terrorismo del salafismo yihadista, tráfico de armas y de seres humanos, narcotráfico y organizaciones criminales.
A pesar de la cantidad de misiones y operaciones militares desplegadas en esta región algunas desde hace más de una década, relacionadas con estabilizar y reforzar la seguridad de los países del Sahel, principalmente la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA), en el marco de Naciones Unidas que en junio de 2022 contaba con 17.557 efectivos, varias misiones civiles y militares de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD), entre las cuales se incluye la misión civil EUCAP Sahel Níger ; la Operación Barkhane francesa que llegó a tener 5.500 efectivos; la Fuerza Conjunta FC-G5S integrada por militares del G5 Sahel - Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger - con una entidad cercana a 5.000 militares; la Task Force Takuba, integrada por fuerzas francesas y de varios países europeos que operaba bajo el mando de la Operación Barkhane o el contingente estadounidense de 1.100 efectivos, lo cierto es que no se ha conseguido ni eliminar el salafismo yihadista ni alcanzar la paz y seguridad en esta región, considerada en cierto sentido como una región fallida.
El golpe de Estado en Niger, está afectando gravemente a la estabilidad del Sahel. De hecho, la Operación Barkhane la finalizó el presidente francés, Emmanuel Macrón, en noviembre de 2022, quedando aún los últimos 1500 militares en Níger, en tanto que la FC-G5S prácticamente se ha disuelto. A mayor abundamiento, el reciente comunicado conjunto de Burkina Faso, Mali y Níger mediante el cual Níger autoriza a las fuerzas de defensa y seguridad de Burkina Faso y Mali a “intervenir en el territorio nigerino en caso de agresión” supone, en román paladino, establecer dos bloques dentro del G5 Sahel.
Ante este fracaso de Occidente, Rusia está ganando influencia en la región a través del grupo Wagner, ya consolidada su presencia en la República Centroafricana, Mali, Sudán y Libia. Al mismo tiempo, el salafismo yihadista se está expandiendo por el Sahel, fundamentalmente, a través del grupo Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes (JNIM) bajo la bandera de Al Qaeda y del grupo Provincia del Estado Islámico del Sahel dependiente del Estado Islámico. El Sahel se ha convertido, sin duda, en el epicentro del terrorismo del salafismo yihadista en África.
Níger tiene las cuartas mayores reservas del mundo de uranio en bruto. El principal origen del uranio que consume la Unión Europea procede de Níger, por delante de Kazajistán y de Rusia. Francia es además el principal importador europeo de esta materia prima. La energía atómica es clave para el país galo ya que por sí sola aporta cerca del 70% de la electricidad que consume anualmente. Níger era considerado como el último bastión de Occidente en la región del Sahel, asolada por el auge del extremismo.
Dada la grave situación de inestabilidad existente actualmente en Níger, se presentan dos opciones para la comunidad africana e internacional. La primera consiste en utilizar la vía diplomática y, en caso de fracaso, la intervención militar, al objeto de restaurar el orden constitucional en el país. La segunda sería no hacer nada.
En la primera opción, la vía diplomática sería el mejor camino para restaurar el orden constitucional en el país y debiera resolverse entre africanos ya que es su responsabilidad. En caso de que no se llegue a ningún resultado, se optaría por una intervención militar, liderada por las fuerzas militares de la CEDEAO, que pueden alcanzar unos 25.000 efectivos, con el probable apoyo de los tuaregs de Níger que están en contra de los golpistas y los yihadistas. En principio, no se debiera descartar el posible apoyo de los militares de la Task Force Takuba y de la Operación Barkhane que aún quedan en el Sahel.
La opción de no hacer nada supondría dejar a los países del Sahel en manos de regímenes golpistas, del terrorismo de los salafistas yihadistas y de organizaciones criminales aparte del abandono de todo tipo de orden constitucional democrático. Todos ellos serían apoyados por el Grupo Wagner incrementando poderosamente la influencia de Rusia en la región ante el vacío geopolítico dejado por Occidente.
Por otro lado, con esta segunda opción se reconocería el fracaso de la comunidad internacional, y especialmente de Occidente, en lograr la paz y la seguridad en el Sahel. Y sería el cuarto fracaso en este siglo de las políticas de Operaciones de Paz y contrainsurgencia llevadas a cabo por Occidente después de los fracasos en Afganistán, Siria y Libia.
Lo que ocurra en el Sahel afecta directamente a España en su entorno estratégico de seguridad lejano ya que es la región vecina de nuestros vecinos y se encuadra en la frontera avanzada de nuestra seguridad nacional. Por ello, cualquier inestabilidad o crisis en la región repercute en nuestra seguridad, principalmente, en los dominios de la inmigración ilegal, del narcotráfico y del terrorismo yihadista.
En la reunión informal de hoy y mañana que celebran en Toledo los ministros de Defensa y de Asuntos Exteriores de la UE, organizada por el Gobierno español en funciones como presidente de turno de la Unión, sería bueno que se mostrara el apoyo a Francia respecto a su postura en el Sahel así como si se presta o no el apoyo financiero que ha solicitado la CEDEAO para poner en marcha una posible operación militar.
En virtud de todo lo expuesto, a la CEDEAO como principal organización colectiva de la región se le presenta un difícil dilema a la hora de decidirse por una u otra de las opciones mencionadas. Si se elimina la opción de no hacer nada, debe valorar si la opción del uso de la fuerza, en caso de fallar la vía diplomática, en la que no existe una posición unánime ni en la UA ni en la CEDEAO, podría conducir o no a un conflicto regional de impredecibles consecuencias.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
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