De Ángel Lorenzana, un gran soñador (Alberto Delgado)
Una afirmación previa, sin que sirva de excusa. Este es mi segundo prólogo en mi vida profesional. El primero, en el lejano 1959, a mis 21 años, recién terminados mis estudios en la Escuela Oficial de Periodismo, fue con motivo de la reedición del "Mi Teatro" de mi abuelo Sinesio Delgado, en el centenario de su nacimiento. En esta faceta de prologuista soy un simple aficionado. Pero me lo ha pedido Ángel Lorenzana, desde Astorga, y es sabido que todo lo que venga de Astorga tiene para mí prioridad absoluta. Creo que la función de un prologuista es redactar una especie de carta de presentación del autor y su obra. Y voy a tratar de hacerlo.
Ángel Lorenzana es un psicólogo de larga y brillante trayectoria profesional. Para mí, tras leer sus artículos que publica en distintos medios, principalmente en El Faro astorgano es, sobre todo, un gran soñador. Y para ser un gran escritor, como pienso que es Ángel, los sueños son la mayor y más necesaria aportación a la actividad creativa. No sé si, recordando a Calderón, la vida es sueño, pero creo firmemente que una vida sin sueños es una vida incompleta y triste. Antonio Machado afirmó que «de toda la memoria solo vale, el don preclaro de evocar los sueños». Y Pedro Salinas va más lejos, al decir «no rechaces los sueños por ser sueños. Todos los sueños pueden ser realidad, si el sueño no se acaba». Todos hemos tenido sueños que no se han acabado, y hemos podido gozar, y hasta compartir, la realidad de nuestros sueños. Y, como señaló Eleanor Roosvelt «el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños».
Los sueños nos permiten transformar una vida que no nos gusta en otra más digna, más libre, más justa, más humana. Y tratar de hacerla llegar a nuestros lectores. Los artículos o capítulos de Ángel Lorenzana, recogidos en este libro, están escritos con un estilo lleno de vientos de modernidad, siguiendo el camino de otros grandes articulistas, en España desde Azorín a Delibes, y en Estados Unidos a Hemingway, y a los creadores del "nuevo periodismo": Wolfe, Mitchell, Talese, Capote. Frases breves, y párrafos vigorosos.
Cuando terminamos de leer un corto de Ángel notamos que nos sabe a poco, y nos sentimos a gusto, con una sensación de "estar bien", de "bien estar". Sus personajes son seres humanos cargados con el peso de sus vidas, desde niños de corta edad (donde hay niños, hay poesía) a ancianos, reyes, princesas, saltando por encima del tiempo, con extrañas Asociaciones, como el Club de los Elefantes Moribundos, de personas "arrojados del propio paraíso", como nos cuenta Leopoldo Panero en su "templo vacío". Y las aves, los pájaros compositores, los perturbadores murciélagos, las majestuosas águilas, los nobles caballos montados por caballeros andantes que nos invitan a sumergirnos en sus sueños, y los colores: el azul de los lagartos que titulan el libro, y el azul de los álamos y, para terminar, el sonido de las campanas, unidos a nuestra interminable historia espiritual. Recordemos el final de un poema de soledad del inolvidable Juan Ramón Jiménez: «Solo turban la paz, una campana, un pájaro. Parece que lo eterno se coge con la mano».
Debo ser breve, como cada uno de los capítulos de esta obra de Ángel Lorenzana, que debemos estar dispuestos a leer y releer. Y pedir a Ángel que siga escribiendo, que siga soñando.
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