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San Pablo VI: el humo de Satanás en la Iglesia

Portada del Juicio de la catedral de Tudela. (Foto: https://www.unav.edu/web/ Carlos Martínez Álava)
Portada del Juicio de la catedral de Tudela. (Foto: https://www.unav.edu/web/ Carlos Martínez Álava)

LA CRÍTICA, 14 ABRIL 2023

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Apenas habían pasado siete años desde la clausura del Concilio Vaticano II, en el que participaron casi tres mil obispos de todo el mundo, cuando el 29 de septiembre de 1972, durante la celebración de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y décimo aniversario de su pontificado, el Papa Pablo VI pronunció una frase desde su corazón herido, sorprendido por el vaticinio, quizá profético, inspirado por el Espíritu Santo: "Por alguna grieta de la Iglesia ha entrado el humo de Satanás". (...)

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En efecto, su corazón dolorido y sorprendido por lo que estaba pasando y por lo que, quizás, el Espíritu Santo le inspiraba que iba a seguir pasando, contradecía lo que él mismo había dicho: "Hubo la creencia de que después del Concilio habría un día de sol para la historia de la Iglesia". Y ahora añadía: "En cambio, es la llegada de un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de duda, incertidumbre, inquietud problemática, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, confiamos en lo que el primer profeta profano que viene a hablarnos de algún periódico o de ideología social se corra tras él y se le pregunte si tiene la fórmula de la verdadera vida. La duda, ha entrado en nuestras conciencias, y ha entrado por ventanas que en cambio deberían haberse abierto a la luz. ¿Cómo ha pasado esto?: se ha producido la intervención de un poder adverso. Su nombre es el diablo; a este ser misterioso también se alude en la Carta de San Pedro. Por otra parte, muchas veces en el Evangelio, en labios mismos de Cristo, vuelve la mención de este enemigo de los hombres. Creemos en algo sobrenatural que vino al mundo precisamente para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio Ecuménico, y para impedir que la Iglesia prorrumpa en el himno de alegría por haber recobrado plenamente la conciencia de sí misma".


Así, empezó a cumplirse lo que el corazón y la mente sufrientes del futuro San Pablo VI había predicho, cuando en junio de 1976, el llamado "cisma de Ecône" culmina con la ordenación de un grupo de sacerdotes por Monseñor Lefèbvre, suspendido "a divinis" por el Papa. Pero lo que se produjo a partir de la clausura de Concilio Vaticano II, fue la secularización de gran número de sacerdotes, religiosos, religiosas, monjas, la drástica disminución de las vocaciones, de los matrimonios canónicos y bautizos, creciente frecuencia del divorcio, deterioro progresivo de familia y los atentados a la vida de los indefensos. José María Sánchez Galera escribe en el eldebate.com, que ya sólo uno de cada seis españoles va a Misa los domingos, y que en 50 años el clero español ha descendido un 40 por ciento, los matrimonios canónicos son la quinta parte del total, la mitad de los bebés no reciben el bautismo, en 2021, por cada 100 matrimonios hubo 33 divorcios, se han legalizado uniones de personas del mismo sexo como matrimonio y familia, se induce a cambiar la naturaleza, la biología del sexo, unido a los casi dos millones de abortos desde 1985 a 2013 (1.914.446 abortos) y desde principios de este siglo sigue aumentando el número de mártires cristianos. Cabría seguir, pero resulta ya evidente que la expresión que, con tan profundo dolor y sorpresa, por lo que estaba pasando y el inmediato futuro, pronunció el Papa Pablo VI, se está cumpliendo: el humo de Satanás ha penetrado por alguna grieta de la Iglesia y de la sociedad occidental.


El Catedrático de Historia de la Iglesia, José Orlandis, escribió, pocos años después de la clausura del Concilio, en su libro Historia de cristianismo, que en tierras del llamado "mundo libre", el desarrollo económico, producido tras el período de la posguerra -en España, la renta per cápita (en euros de 2010) fue de 3.490 euros en 1950 y en 2022 de 27.910 euros-, "hizo surgir en los países más ricos una nueva 'sociedad de bienestar', que ha demostrado tener una sorprendente capacidad de disolución del espíritu cristiano. El vértigo del consumismo ha difundido entre gentes de todos los niveles una oleada de materialismo práctico, un afán hedonista de gozar sin medida de las cosas terrenas, con olvido de las realidades eternas: en suma, una concepción naturalista de la vida humana, reducida al plano de la pura temporalidad. Entre las expresiones más características de este fenómeno pueden señalarse la disminución de la práctica religiosa en tierras de vieja cristiandad, el menosprecio de la ley divina como norma de moralidad, las crisis de numerosos matrimonios y de la propia institución familiar,."


Por su parte, José Antonio Martínez Puche, O. P., Director de Nuevo Año Cristiano, escribió en el Tomo 8 de esta colección, cuando el futuro san Pablo VI era únicamente Siervo de Dios, lo que sigue: "Ser el sucesor de aquél gran párroco del mundo, de intuiciones geniales y bondad contagiosa, que fue el Beato Juan XXIII era, para cualquier cardenal, un reto difícil. Y lo fue para el cardenal Montini, tan distinto de su antecesor, pero tan necesario para encauzar y llevar a cabo la gran obra que le dejaba en herencia, especialmente el Concilio Vaticano II. Y el cardenal Montini lo sabía: hombre de largos años de trabajo en la Secretaría de Estado del Vaticano con Pío XII, a lo que unió la rica experiencia pastoral como arzobispo de Milán, conocía los entresijos vaticanos, y los problemas e interrogantes del hombre de su tiempo al que la Iglesia tenía que dar solución y respuesta. Y afrontó el reto con la entereza y el valor de quien sabía está respaldado por el Espíritu de Jesús, de quien era vicario en la tierra. Su obra se valora cada día más, su persona es más querida. Su ejemplaridad es admirada. Es, en expresión de J. L. Martín Descalzo, "un papa creciente". (José A. Martínez Puche, Nuevo Año cristiano, Tomo 8, Edibesa, 2001, p. 132).


El futuro San Pablo VI nació en 1897 en Concesio, en Brescia, a los veinte años entró en el seminario de Brescia, ordenado sacerdote, le enviaron a Roma a estudiar Filosofía, y tal fue su dedicación y atención en los barrios más pobres de Roma que empezó a conocérsele como el "sacerdote de los pobres". Fundó la Editorial Studium y Pío XII le nombró arzobispo de Milán. Elegido Papa el 21 de junio de 1963, al día siguiente anunció por radio al mundo la reanudación del Concilio Vaticano II. Fue el Papa, viajero incansable, artífice de la paz y del ecumenismo: creó el Secretariado Pontificio para la Unión de los Cristianos y el Secretariado para los No-Creyentes, peregrinó a Tierra Santa para encontrarse con Atenágoras I, al que recibió posteriormente en Roma, así como al Arzobispo de Canterbury en la Capilla Sixtina. El 8 de diciembre de 1965 clausuró el Concilio Vaticano II. Falleció el 6 de agosto de 1978, fue beatificado en 2011 por Benedicto XVI, canonizado en 2014 por el Papa Francisco y su festividad se celebra el 22 de 0ctubre, día del inicio de su Pontificado. Una de las enseñanzas de las que dejó constancia y previno este santo, coincide con la que Cristo nos comunicó en la oración que nos enseñó: el Padre Nuestro, que termina con "sed liberanos a Malo" y Malo no se refiere al mal o males sino al diablo.


En este sentido, termino con las declaraciones que José Ramón Fernández Arana, sacerdote, nombrado exorcista en 2013 y que, entre otros temas y cuestiones interesantes, notifica a Ana Sánchez de la Nieta, en Aceprensa, el 7 de abril de este año: "Lo que es peligroso es la desconfianza en Dios y la confianza en otras cosas. En eso consiste la idolatría, que es un mal que ya está reflejado en el Éxodo. El diablo busca huecos donde no está Dios para meterse. En ese sentido, cualquier esoterismo que, en el fondo está buscando un contacto con la divinidad, con unas fuerzas energéticas y confía más en eso que en Dios, se lo está poniendo fácil al demonio para entrar. aunque esto no significa que entre".



Pilar Riestra
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