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En realidad, las relaciones de la URSS con los EE. UU., prácticamente no existían, lo que sí existía era una confrontación estratégica equilibrada y permanentemente mantenida con un equilibrio militar. La URSS se protegía mediante una franja formada por sus países satélites y los países neutrales limítrofes, mientras los EE. UU. la mantenían controlada en sus aspiraciones expansionistas en Europa mediante la Alianza Atlántica (OTAN) y en Asia, mediante sus pactos con otros países como Taiwán, Japón y Corea del Sur. Existía entre ambos, lo que se llamó Guerra Fría y el llamado telón de acero los separaba.
En cambio, ahora, aunque Estados Unidos y China compiten por el liderazgo mundial, no existe el mismo tipo de confrontación. La mayoría de los analistas describen la relación chino-americana como compleja y polifacética, pero además la definen como la relación bilateral más importante del mundo del siglo 21. Los Estados Unidos y China, usualmente, no son ni aliados ni enemigos; el gobierno estadounidense no considera a China como un adversario, sino como un competidor, un rival en ciertas áreas, pero como socio en otras.
Desde el 1 de enero de 1979, Estados Unidos mantiene relaciones diplomáticas con la República Popular China de Pekín "como el único gobierno legal de China" rompiendo las relaciones con el gobierno de Taiwán, donde se habían replegado en 1949 las tropas de la República de China, al que reconocían. Sin embargo, curiosamente, como declaró el propio Departamento de Estado de EE. UU.: "Los EE. UU. y Taiwán disfrutan de una sólida relación no oficial" y "no reconocen ni están de acuerdo con las afirmaciones de Pekín sobre la soberanía sobre Taiwán". En 1982 Reagan ofreció garantías a Taipéi de que no aceptaba el reclamo de China de soberanía sobre la isla. Su relación con Taipéi se refleja en la Ley de Relaciones con Taiwán.
China aspira, eso sí, a alejar la presión geopolítica de EE. UU. y para ello intenta lograr una zona marítima en los mares de la China Oriental y Meridional, donde pueda, en caso necesario, ejercer la denegación de acceso, pues sabe que cualquier amenaza le puede venir por el mar. También es consciente de que sus principales rutas comerciales y de llegada de recursos son marítimas. Por eso está intentando controlar las islas Spratly que reclaman también Vietnam y Taiwán e incluso está creando en ese mar, islotes artificiales sobre atolones. Por eso también le preocupa la existencia de Taiwán, aliada de EE. UU., como república independiente y que junto con Corea del Sur, Japón y Australia la tratan de controlar y evitar que impida la libertad de los mares, esencial para Estados Unidos, como potencia marítima. Desde la llegada de Xi Jinping al poder en noviembre de 2012, la ambición geopolítica del gigante asiático se ha visto claramente reafirmada.
Pero, salvo lo mencionado anteriormente, China no tiene, de momento, ambiciones expansionistas territoriales ni ideológicas comunistas. No trata de imponer su ideología ni su sistema político. En cambio, mantiene que "EE. UU. no representa al mundo y debe dejar de promover su democracia en el mundo". Sus ambiciones son económicas y por tanto comerciales, por eso, necesita mantener importantes relaciones comerciales, no sólo con EE. UU. sino con todo el mundo.
Tradicionalmente, las relaciones comerciales con Estados Unidos eran buenas, sin embargo, se deterioraron bruscamente bajo el mandato del presidente Donald Trump, cuya administración calificó a China de "competidor estratégico". Posteriormente, lanzó una guerra comercial de aranceles en marzo de 2018, basada en acusaciones de prácticas desleales de comercio, robo de propiedad intelectual y transferencia forzada de tecnología. La verdadera razón, probablemente fue el superávit de la balanza comercial de China respecto a Estados Unidos. Los chinos reaccionaron poniendo también aranceles a varios productos americanos, entre ellos la soja.
En mayo de 2020 y a pesar del acuerdo comercial de 2019, las relaciones habían empeorado y, aunque en 2022 parece que se producía una cierta distensión, ahora por culpa también de la pandemia del coronavirus y finalmente tras el incidente en marzo de 2023 del derribo de un globo espía que sobrevolaba territorio americano, han vuelto a deteriorarse.
Los Estados Unidos y China son las economías más grandes del mundo; Entre las dos constituyen el 40% del PIB mundial. Estados Unidos tiene el PIB nominal más alto 22 billones de dólares contra 15 y China tiene el PIB más alto en términos de paridad de poder adquisitivo PPA (27 contra 21 billones de dólares).
China es el mayor exportador del mundo y la primera potencia industrial y Estados Unidos el mayor importador, siendo el tercero en exportaciones. China tiene unas reservas financieras de más de 5 billones de dólares y es el principal acreedor de los EE. UU. En su aspecto tecnológico, es ya un rival de EE. UU. En dos décadas se ha puesto al mismo nivel o más que su rival. Es líder en inteligencia artificial y en telecomunicaciones. Domina el mercado de tierras raras, no solo en extracción, el 97% mundial, sino sobre todo en refino. Importa de otros países con lo que evita que se lo vendan a EE. UU. y le ha obligado a explotar sus yacimientos de California que eran poco rentables y contaminantes.
Aunque de momento no piensa en usarlo, necesita poder militar para que no se le pueda presionar. Como un país que tiene armas nucleares reconocidas, China es considerada una potencia militar regional y una superpotencia militar emergente que aspira a ser potencia global. Está haciendo un gran esfuerzo en aumentar y modernizar sus FAS. Este año ha aumentado un 7% su presupuesto habiendo llegado a unos 225.000 millones de dólares. Esto está impulsando a otros estados de la región a aumentar su presupuesto como EE.UA y Australia.
El ascenso de China es inevitable. Va a seguir expandiéndose como potencia económica, tecnológica y militar. Tiene la percepción de que EE. UU. se repliega y está en declive: ya no es su modelo. El presidente Xi hace frente a la Administración Biden con una nueva visión del mundo: las décadas de no plantar cara a EE. UU. como líder global han acabado. El mensaje de China a EE. UU. es: "ahora estamos en igualdad de condiciones".
China tiene que exportar y los EUA son su principal cliente, pero si Biden hipotéticamente decidiera ampliar el alcance de los aranceles del 25% y cubrir todo el comercio bilateral con el gigante asiático, EE. UU. Perdería 190.000 millones de dólares de PIB anuales en 2025. Los sectores más afectados serían: semiconductores, aviación, soja. Por su parte, China adopta una postura similar, enviando señales de su deseo de tener una relación constructiva.
Además, ambos países necesitan cooperar en otras áreas como cambio climático, ciberdefensa y lucha contra el terrorismo internacional. No es previsible tampoco una confrontación bélica. Los EE. UU. están cansados de guerras y a China no le interesa tampoco una confrontación bélica sin posibilidades de éxito, por lo menos hasta dentro de 10 años. Hace gala de su neutralidad e incluso se ofrece como mediadora en conflictos como el de Ucrania, aunque por otra parte declare su amistad con Putin al que necesita en el Pacífico para equilibrar el poder de EE. UU. No acepta presiones de los americanos y la OTAN para que no les venda armas y convenza a los rusos de que acepten la paz, mientras aquellos se vuelcan con Zelensky.
No es previsible tampoco que se vaya a repetir la Guerra Fría. Durante la Guerra Fría original, la Unión Soviética y sus aliados estaban en su mayoría aislados de la economía mundial y sujetos a estrictos controles de exportación. En completo contraste, la China de hoy es el eje de la economía global y su propia economía está profundamente integrada a la de EE. UU. Mientras que la Guerra Fría original tuvo una importante dimensión tecnológica -principalmente en armamento y la carrera espacial- la nueva rivalidad entre EE. UU. y China involucra las tecnologías esenciales que conducen y conducirán nuestras futuras sociedades.
El problema para el mundo es que EE.UU en lugar de competir y cooperar, acelere su inversión en tecnología y se desacople, es decir, que corte los lazos con China en comercio, inversión, intercambio de personas y tecnologías, hasta crear dos mundos paralelos. Un ejemplo es lo que está pasando con la no utilización de tecnología china en redes de telecomunicaciones en la que China está realizando un gran esfuerzo.
Luis Feliú Ortega
Teniente General (R)