Algo muy grave sucede en nuestra sociedad, que suponemos avanzada en derechos y libertades, cuando esta no es capaz de abordar la realidad del empuje de las migraciones sin cubrir la tierra y el mar de cadáveres, de sueños rotos. De esos mismos sueños que excitamos y expandimos con nuestra tecnología global e inmediata. Y, aunque algunos inexplicablemente feliciten a las fuerzas del orden marroquíes por su contundente freno, a todos debería caérsenos la cara de vergüenza por estos hechos, ocurridos en la puerta de nuestra casa y de los que salimos -dicen- beneficiados. ¡Maldito beneficio!
Da lo mismo si se trata de avalancha o de actuaciones policiales o de la mala fortuna. El pavoroso resultado es la consecuencia de las políticas de los unos y los otros; de los que excitan con mundos imposibles; de los que trafican con los migrantes; de los Estados que juegan con la presión entre ellos utilizando a estas gentes; de los políticos que juegan con su ideología santificando o demonizando a estas gentes; de las organizaciones al servicio de los poderosos que quieren redefinir el mundo; de los miserables que se aprovechan de la precariedad vital y legal de estas gentes en su exclusivo beneficio económico...
Esa es nuestra sociedad y no parece haber solución a la vista. Lo que seguiremos viendo es cómo se siguen llenando las tierras y los mares de cadáveres, de sueños rotos para siempre.