... La misma televisión no se cansa de emitir películas con reclamos navideños, que fuera del anciano gracioso y los árboles de plástico llenos de fuegos artificiales nada tienen que ver con la Navidad. En las películas según el modelo Hollywood sobra todo menos lo que no aparece: las alusiones a los relatos evangélicos de la infancia de Jesús, especialmente el de San Lucas, un historiador teólogo de grandes vuelos, de brillante estilo retórico según los presupuestos de la historia clásica.
Una película que aborda real y cristianamente la Navidad es la célebre y siempre actual Qué bello es vivir. Fuera de este film la Navidad en el Cine se camufla, lo que no sucede en la Historia de la Pasión donde el realismo crudo aparece en todo su impacto sanguíneo, como lo rodó el gran Mel Gibson en su gran película La Pasión.
La causa de esta ausencia de la Navidad Cristiana en el cine y en la literatura se debe al puritanismo anglosajón, que siempre ha infravalorado la Navidad Católica Latina hasta hacerla desaparecer, incluso con la prohibición. Fue precisamente el gran Charles Dickens, quien intentó contrarrestar esta fobia anti navideña del puritanismo –que siguen hoy los laicistas posmodernos nihilistas– con su famoso y plagiado Cuento de Navidad, en el que logra una extraña armonía entre el relato evangélico navideño auténtico y la presencia de lo fantástico-fantasmagórico incluido. Algunos que tratan de corregir a Dickens en sus cuentos y películas solo toman lo que llaman sobrenatural que para ellos no pasa de la alquimia del espiritismo lleno de fantasmas. Lo que Dickens superó a su manera con la conversión del viejo cascarrabias Srooge, quien superando su cinismo de avaro, llega a la generosidad alegre y confiada con todos a los que antes despreciaba con paparruchas, celebrando el espíritu de la Navidad como lo recoge la película Qué bello es vivir; la necesidad de creer la Verdad Divina de la Navidad.
Fidel García Martínez