Es penoso cómo la sociedad civil de León acepta una situación conocida por todos y que nadie se atreve a cuestionar.
Hace unos meses, en mayo, después de una campaña electoral marcada por el deseo de unos (los ciudadanos) y las promesas de otros (los políticos) de regeneración y transparencia que pusieran fin a una etapa -larga etapa- de frustración y desencanto, los leoneses votaron ilusionados porque ¡al fin! las cosas iban a cambiar.
Hoy, pasados cuatro meses y medio de las deseadas elecciones, todo sigue igual y, si me lo permiten, bastante peor.
Peor porque entonces existía la esperanza del cambio y hoy esa esperanza ha dejado de existir. Peor porque la moderada entrada de otros actores políticos como fue la de Ciudadanos y Podemos en las instituciones hacía casi inevitable que esa regeneración fuera un hecho y hoy el comportamiento acomodaticio de esos políticos de nueva entrada queda lejos de cualquier impulso de regeneración.
Aquí, en León, por lo visto quien manda, manda, y lo demás son zarandajas.
Fíjense en si lo que digo es o no es cierto. La Diputación de León, exponente máximo en el orden político provincial, viciada en los últimos años por acontecimientos terribles como son el asesinato e ingreso en prisión de dos de sus últimos presidentes, agobiados muchos de sus funcionarios, y hasta perseguidos, por el funcionamiento poco ortodoxo de la institución en su conjunto, comidilla continua en todos los círculos próximos y lejanos a la misma -económicos, políticos, judiciales y sociales-, se renueva después de las elecciones de mayo y se acabó. Un tupido velo y se acabó. En lugar de aprestarse a pedir explicaciones, dar explicaciones, poner en cuestión toda su actividad durante los últimos años, en plan catarsis tan necesaria como el respirar, se acomoda y ejerce sus funciones con "normalidad". A contemplar el paisaje con "normalidad". A repartir los cargos y prebendas entre sus diputados con "normalidad". A mantener a su clientela económica y mediática con "normalidad". ¿Es esta la política que esperaban los votantes del PP y de los demás partidos políticos, que somos todos los ciudadanos porque no tenemos otra vía de expresión democrática?
Podría continuar con el Ayuntamiento de León, y así uno por uno con la mayoría de los ayuntamientos leoneses, renovados o no, del PP o del PSOE o de cualquier otra sigla. Lamentable nueva etapa en su mayoría. ¿Es que todo ha sido una farsa? ¿Es que realmente a los leoneses les importa una higa lo que haga su clase política? Estoy convencido de que no es así. ¿Qué pasa entonces?
No es descubrir América afirmar que la libre opinión en León está secuestrada por los propios medios de comunicación, en su mayoría -no todos- al servicio de intereses concretos y de personas concretas. ¿Resulta fuerte verlo escrito? Pues más fuerte resulta escucharlo de forma continua en boca de periodistas, políticos y gente normal y corriente, una y otra vez, acompañado siempre por el comentario de que esto no hay quien lo cambie, que el que saque los pies del tiesto se va a la calle, que no se te ocurra meterte con Ulibarri, o con el otro, o con el otro, que irán a por tí, etc., etc. Y lleven ustedes esto al nivel que quieran: provincial, comarcal, municipal o local. Da lo mismo y siempre es lo mismo.
¿La solución?
Yo no tengo ni idea. No tengo ni idea de lo que hace falta para que una sociedad en su conjunto, la leonesa en este caso, deje de aceptar como un hecho inevitable que aquí, pase lo que pase, nunca pasa nada.