... La realidad es que los duros meses han vuelto y con ellos la evidencia: la pandemia que nunca desapareció, ha vuelto con virulencia casi más acentuada en la vida de todas las personas, no solo de los ancianos, sino afectando también a los más jóvenes y adolescentes. Las consecuencias, para todas las personas, se manifiestan en su vida, en su forma de relacionarse, tanto física como psicológica, moral y espiritualmente: la forma de trabajar, estudiar, de relacionarse en el tiempo y en el espacio. Incluso la forma de entender la realidad del mundo que nos rodea.
Hay quien pensaba que una segunda ola de contagios era una forma de meter miedo para controlar a los ciudadano libres, mientras que otros, los negacionistas, se mofaban de los agoreros; la realidad es que la pandemia ha vuelto con casi más poder y más universal. Aunque nos parezca increíble e insoportable la vieja anormalidad está volviendo y estamos en ella casi igual de vulnerables y aturdidos.
Las mascarillas que no eran necesarias, ahora son obligatorias, pero el miedo al contagio se extiende de forma irracional. Los miedos económicos, sociales, laborales se han hecho una realidad. Hasta los más pequeños viven entre el asombro con sus mascarillas que los marcarán de por vida.
En una sociedad manipulada y mal informada la mayoría de los ciudadanos no saben a ciencia cierta a qué atenerse porque los máximos responsables viven enfrentados por la política y la ideología. Para destruir al contrario y no colaborando en pos de alcanzar el bien común.
Sin embargo, como advertía el Papa Francisco a los miembros de la ONU en su 75º aniversario, de esta pandemia se puede salir mejores o peores, según se luche con el otro o contra el otro.
Fidel García Martínez
Doctor en Filología Románica, Licenciado en Ciencias Eclesiásticas