... En la religión judeocristiana, dado que el pueblo de Israel creía y practicaba el politeísmo, las manifestaciones angélicas son muy escasas hasta que se asienta el monoteísmo. Ya san Pablo llega a definir a los ángeles, en la Carta a los Hebreos: “Espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación” (1,14). Y el Catecismo de la Iglesia lo hace como sigue: “La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición” (nº 38).
Ángel significa tanto en hebreo como en griego “mensajero”. De hecho, en Grecia, se llamaba ángel también al “humano”, esto es, a la persona que llevaba un mensaje, que era mensajero. San Pablo distingue entre ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, principados, potestades y virtudes; Isaías, añade querubines y el Génesis serafines. Pero ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, se dice nada sobre el momento de su creación ni sobre su naturaleza y al no saber nada sobre su ser, tampoco se sabe nada sobre su obrar, dado que el obrar sigue al ser.
“La fe de la Iglesia en la existencia de los ángeles toma vida y se traduce en oración, en el culto litúrgico; lo que es de capital importancia, según el principio de lex orandi, lex credendi, ya que la liturgia es la expresión concreta de la fe vivida. La liturgia celebra la fe bíblica y la tradición doctrinal de la Iglesia. La liturgia ha unificado en este día (29 de septiembre), con categoría de fiesta, la veneración de los llamados arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y transmisores de esos mensajes.” (Ángel Olivera Miguel, NUEVO AÑO CRISTIANO –Director, José a. Martínez Puche-, Ed. EDIBESA, 2001, p. 576).
Con relación a Miguel, que significa: “¿Quién como Dios?”, aparece antes del tiempo. Luzbel, antes de convertirse en Lucifer, puesto que que los ángeles aún no se encontraban en estado de gracia sino de prueba, se rebeló contra Dios y fue Miguel (“¿Quién como Dios?”), quien lo derrotó y desde entonces, en la revelación bíblica, Miguel, siempre aparece como príncipe guerrero, capitán, protector, jefe de la milicia celestial y defensor de la Iglesia católica frente a la Reforma protestante; sólo en una ocasión no venció. En el Apocalipsis, en su visión de la mujer (la Virgen) y el dragón (Lucifer, Satanás), san Juan escribe: “…“entonces se entabló una batalla en el cielo… Miguel y sus ángeles combatieron con el dragón…, pero no vencieron” (Ap 12,7), porque la victoria definitiva sobre el Diablo es de Cristo.
Rafael significa “Dios cura”, y en efecto, es el encargado de curar tanto nuestras enfermedades físicas (si convienen para nuestra salvación, para alcanzar la felicidad, el Amor eternos), como las espirituales: nuestra pereza para vencer la parálisis y dedicarnos a buscar y hacer el bien a los que nos rodean, la ceguera ante las verdades de Dios, de la Iglesia… Es el protector, el compañero sabio, cariñoso, pero firme, que nos conduce en nuestro caminar en esta vida, como condujo a Tobías, salvándole de todos los peligros y asechanzas del Mal y conduciéndole al feliz matrimonio y, por supuesto, curándole su ceguera física. Desde el siglo XVl en que se difunde su devoción, al instituir el culto al ángel custodio que tiene cada persona, se le considera el arcángel de los novios y esposos, que supera el mito de Cupido, al engendrar la chispa del amor que da sentido a la vida del hombre
Si bien ya es nombrado, Gabriel, en el Antiguo Testamento, en el texto del profeta Daniel, donde aparece de manera más extensa y conocida es en el Nuevo testamento y dentro de él, en el Evangelio de San Lucas: “Hubo en tiempos de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la familia de Abías, cuya mujer, descendientes de Aarón, se llamaba Isabel. Ambos eran justos ante Dios, y caminaban intachables en todos los mandamientos y preceptos del señor; no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada.
Sucedió que, al ejercer el su ministerio sacerdotal delante de Dios, cuando le tocaba el turno, le cayó en suerte, según la costumbre del Sacerdocio, entrar en el Templo del Señor para ofrecer el incienso; y toda la concurrencia del pueblo estaba fuera orando durante el ofrecimiento del incienso.
Se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha de altar del incienso. Y Zacarías se turbó al verlo y le invadió el temor. Pero el ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor, será lleno del espíritu Santo ya desde el vientre de su madre, y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor, su Dios; e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto. Entonces Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo podré yo estar cierto de esto? Pues yo soy viejo y mi mujer de edad avanzada. Y el ángel le respondió: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios y he sido enviado para hablarte y dar esta buena nueva. Desde ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo.” (Lc 1, 11-20).
Y en el mismo capítulo escribe san Lucas: ”En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba que significaría esta salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin.
María dijo al ángel: ¿de qué modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: el Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios. Y ahí tienes a tu prima Isabel, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay nada imposible. Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia.” (Lc 26-38).
Con razón dice San Gregorio Magno: “Los (ángeles) que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles. Así, a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el Arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ángel de la máxima categoría… A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa “Fortaleza de Dios”, porque venía a anunciar a Aquél que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los principados y potestades. Era, pues, natural que aquél que es la “Fortaleza de Dios” anunciara la venida del que es Señor de los ejércitos”.
Termino con los comentarios finales de dos de los mejores hagiógrafos de estos tres arcángeles. “En todos los casos, las intervenciones angélicas reseñadas, tienen a Dios como protagonista principal, y a la persona humana (individual o colectiva) como beneficiarias. El ángel-Arcángel en tanto tiene protagonismo en cuanto transmisor de ese mensaje, siempre salvífico y benefactor. La conjunción siempre debe ser el consejo de Rafael: ‘Bendecir a Dios por siempre’, porque en realidad, es el quien está actuando.” (Ángel Olivera Miguel, NUEVO AÑO CRISTIANO -Director José A. Martínez Puche-, Ed. EDIBESA, 2001, p. 576).
“Los tres nos valgan, capitán, nuncio y guía, para hacer la voluntad de Dios, que es la sabiduría. En la batalla, en el camino incierto y en la oscuridad del debate interior ellos están presentes”. ” (Carlos Pujol, LA CASA DE LOS SANTOS, Ed. RIALP, 1989, p. 327).
Miguel, Gabriel y Rafael, son nombres muy comunes en España, al punto que es difícil no tener algún familiar o amigo que no tenga el nombre de alguno de estos tres arcángeles, y por tanto, el 29 del mes de Septiembre es el momento oportuno para desearles que pasen un día especialmente feliz con motivo de su onomástica.
Pilar Riestra