... como lo prueban sus diferentes exilios y sus vueltas a la Patria (España) que tanto quería y tanto por eso criticaba.
Lo que sí descubre en toda su obra y muy especialmente en sus últimos artículos es una clara vocación liberal democrática. Desde su primera juventud política intentó una regeneración democrática, de la que nunca desistió a pesar de sus fracasos personales y familiares.
En los últimos artículos se nota ya un claro pesimismo y desesperación. El ejemplo más claro es La Noche Buena de 1836, pasada en su casa con su criado asturiano, solos y enajenados, uno, Larra, por el pesimismo y el criado por el alcohol, quien sin embargo dará al escritor toda una lección crítica de su proceder vanidoso e inconsistente.
Larra supersticioso pero no incrédulo, porque el corazón del hombre necesita creer en algo y cree mentiras cuando no encuentra la verdad, se lamenta de la falsedad de la mujer, por eso dice: Bienaventurado aquel a quien la mujer dice no quiero, porque por lo menos oye la verdad. Larra sabe muy bien lo que se celebra en Navidad, por eso escribe: Hace mil ochocientos treinta y seis años nació el Redentor del mundo; nació el que no reconoce principios y el que no reconoce fin; nació para morir. ¡Sublime misterio! Ante esta realidad sacrosanta Larra critica con dureza la forma como los humanos celebran los grandes misterios, cuando escribe con sarcasmo: el vientre es el encargado de cumplir con las grandes solemnidades. El hombre tiene que recurrir a la materia para pagar las deudas del espíritu.
Lo más importante ocurre dentro de casa entre el amo y el criado astur, a quien insulta con autosuficiencia. Están ya solos en casa el criado y él Fígaro: el criado, la verdad en figura de hombre beodo arrimado a los pies de mi cama para no vacilar y yo a su cabecera, buscando inútilmente un fosforo que nos ilumine. Va a ser el criado astur quien le hará ver la situación de ignominia en la que vive y que hará decir al gran periodista: –Por piedad déjame. A lo que el criado astur responde: –Concluyo: inventas palabras y haces de ellas sentimientos, ciencias, artes, objetos de existencia. ¡Política, gloria, saber, poder, riqueza, amistad, amor! Ten lástima ahora del pobre asturiano. Tú me mandas, pero no te mandas a ti mismo. Tenme lástima literato. Yo estoy ebrio de vino, es verdad, pero tú estás de deseos y de impotencia!
Un ronco sonido terminó el diálogo: el cuerpo, cansado del esfuerzo, había caído al suelo; el órgano de la sabiduría periodística había callado y el asturiano roncaba. Ahora te conozco-–exclamé. Día 24.
Fidel García Martínez
Catedrático Lengua Literatura, Doctor en Filología Románica