... “La OTAN, de entrada, no”, anunció arrogantemente el PSOE de Felipe González en 1981 desde la oposición. Poco después, ya en el poder, organizaría un referéndum para justificar la entrada, la integración progresiva y la permanencia en la Alianza Atlántica. Hoy ese mismo partido, sumido en un permanente, caótico y morboso delirio ideológico, alentado por una competencia infantil con los comunistas de Podemos, bajo el liderazgo del fraudulento Pedro Sánchez con su característica neurosis e inmadurez, perfectamente podría sorprendernos anunciando un conflicto con la OTAN.
En cualquier caso la organización político-militar atlantista debería anticiparse y advertir enérgicamente o incluso vetar la presencia española en el Consejo dirigente de tan prestigioso club si el PSOE insiste en gobernar coaligado con comunistas, separatistas y ex terroristas (informaciones recientes señalan a agentes de la Rusia de Vladimir Putin apoyando al independentismo catalán), algo que no se ha permitido a ningún gobierno nacional miembro de la Alianza en sus más de setenta años de existencia. El caso de Portugal, tras el derrocamiento del post-salazarismo de Marcelo Caetano en 1974, y la transición democrática protagonizada por militares bajo influencia y presencia comunista en algunos gobiernos, fue la excepción a la regla aunque también era el producto de la siniestra (“bizarra” la calificó Màrio Soares) e irresponsable estrategia de Henry Kissinger de jugar con el comunismo portugués como “vacuna” para Europa en plena Guerra Fría.
La OTAN/NATO se fundó tras la Segunda Guerra Mundial en los inicios de la Guerra Fría como una alianza político-militar frente a la expansión del comunismo en Europa, y no fue precisamente una idea del “imperialismo” norteamericano. Retomaba una iniciativa de laboristas/socialdemócratas británicos y belgas (gobiernos de Clement Attlee y de Paul-Henri Spaak) que tuvo su primera expresión en el Tratado de Bruselas (1948), que con la adhesión de los Estados Unidos en el Tratado de Washington (1949) se consolidaría como la actual Alianza defensiva occidental OTAN/NATO (12 miembros en 1949, 29 miembros en 2019).
Los socialistas no solo tuvieron la iniciativa, también pudieron designar como Secretarios Generales de la organización en distintas épocas a militantes de la Internacional Socialista: los belgas Paul-Henri Spaak (1952-57) y Willy Claes (1994-95), el triste “doceavo” español -que había hecho campaña anti-OTAN en 1981- Javier Solana (1995-99), y el actual Secretario General, el noruego Jens Stoltenberg (desde 2014).
Razones de estrategia mundial durante la Guerra Fría aconsejaron que a los regímenes autoritarios de Portugal, Turquía y la Grecia de los coroneles se les permitiera formar parte de la Alianza. La razón estratégica fundamental era y sigue siendo –pese a la desaparición de la Unión Soviética- que se excluyera a los comunistas en los gobiernos nacionales de la misma Alianza.
Por razones obvias la OTAN no puede aceptar en su seno a un enemigo interior ideológico y existencial potencialmente totalitario como el comunismo, el islamismo yijadista, el fascismo/nazismo, el nacionalismo étnico, el anarquismo, el populismo izquierdista o cualquier otra doctrina radical que, como se contemplaba en el Preámbulo del Tratado en 1949, atente contra la “Civilización de los pueblos fundada en los principios de democracia, libertad individual e imperio de la ley”. Es decir, la democracia liberal constitucional.
Pese al éxito histórico innegable de la Alianza, soy plenamente consciente de las dificultades con que se enfrenta después de la caída del Muro y la aparente desaparición de un claro enemigo exterior con un potencial militar como la Unión Soviética. Artículos muy recientes de Conrad Black (“A Post-Post Cold War NATO” (National Review Daily, November 13, 2019) y de Jay Nordlinger (“Turkey, NATO, and a Shifting World”, National Review, November 25, 2019) analizan ejemplarmente la problemática de ese nuevo escenario estratégico.
Soy un lector interesadísimo de los expertos jefes militares españoles que habitualmente publican en La Crítica análisis muy pertinentes sobre la OTAN y el papel de España en ella.
Pero por encima de las cuestiones técnicas, económicas y organizativas, creo que es el momento de llamar la atención sobre una cuestión previa: el problema político, filosófico y moral, que legitima nuestra presencia en dicha Alianza. Y desde esa perspectiva me parece obligado denunciar las contradicciones y riesgos que conlleva una posible (pseudo-legal pero no legítima) coalición socialcomunista de gobierno que abra las puertas de la OTAN a los enemigos interiores de nuestra Civilización y de nuestros valores comunes occidentales.
Quizás hay que recordar a Pedro Sánchez y a los analfabetos o borregos militantes del PSOE que hace pocas semanas el propio Parlamento Europeo, aunque con retraso, en una resolución formal ha condenado al Comunismo como equivalente del Nazismo.
El gran estratega chino Sun Tzu es autor del célebre aforismo “Conoce al enemigo y conócete a ti mismo”, que complementaba la advertencia del profeta bíblico: “Los enemigos del hombre se encuentran en su propia casa”.
Carl Schmitt sostuvo que la esencia de lo político consiste en la distinción amigo/enemigo, añadiendo como supuesto teórico básico y lógico que un sistema constitucional nunca puede legitimar las fuerzas de su autodestrucción. Esto es igualmente aplicable a la democracia nacional en España y a la organización internacional de la OTAN.