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Toda esa historia es muy poco conocida por una mayoría de la población española y también de la estadounidense. Además, lo que se conoce suele estar impregnado de tópicos negrolegendarios que divulgan una historia repleta de falsedades injuriosas contra España. Aún peor es que muchos españoles e hispanoamericanos han asumido como cierta esa leyenda, creyéndosela. Su vigencia nos destruye la autoestima, provocando que olvidemos nuestras raíces y nos mantengamos divididos. Pero la Historia de España, de los hispanos, es la que es, no la que escribieron otras naciones desde el siglo XVI.
El presente artículo es el primero de una serie de seis, elaborados con el objetivo de facilitar el conocimiento de esa historia a personas que tienen prisa, o que sufren las continuas distracciones a las que nos someten los estímulos audiovisuales y de comunicación telemática de las nuevas tecnologías.
En los textos se utiliza a menudo la palabra España como una forma de referirse a la Monarquía Hispana o Hispánica. Los habitantes de ese imperio eran españoles, con independencia de su origen. Muchos de los hechos narrados los protagonizaron personas nacidas en América, tanto criollos como indios hispanizados, incluso en Asia, y no solo peninsulares.
Además de numerosos episodios de su historia, España y los Estados Unidos también compartieron fronteras. De esto hablamos ahora.
La guerra de los Siete Años (1756-1763) se puede considerar como una primera guerra mundial, en realidad una serie de conflictos, en los que participaron casi todos los países europeos y se combatió por muchas partes del planeta. La parte que se desarrolló en América del Norte se la conoce como guerra Franco-India (French and Indian War) y estuvo motivada por las intenciones inglesas de expandir sus colonias a costa de los franceses. España entró en la guerra tarde y mal preparada de la mano de Francia y, en el tratado de París de 1763 que puso fin a las hostilidades, perdió la Florida Oriental y Occidental, que pasaron a manos británicas. Francia, que perdió Canadá y sus posesiones al este del Misisipi, cedió la Luisiana a España como compensación.
A pesar de la victoria, Gran Bretaña salió con la economía malparada y decidió subir los impuestos lo que, junto a restricciones al comercio impuestas por la metrópoli y deseos de libertad derivados de las ideas ilustradas, provocó un gran malestar en sus colonias americanas. Éste aumentó con la Proclamación Real (Royal Proclamation) de 1763, que prohibía la colonización al oeste de los montes Apalaches para evitar la despoblación en los establecimientos de la costa atlántica y los enfrentamientos de los colonos con las tribus indígenas. Algunos de los que luego serían líderes rebeldes, como George Washington y Thomas Jefferson, habían explorado y adquirido en años anteriores miles de hectáreas en la parte superior del Potomac y el Ohio y en el oeste de Virginia. La prohibición dañaba sus intereses y derechos y fue un motivo importante para la insurrección, que finalmente se produjo en 1775. Francia y España apoyaron a los insurgentes.
Las fronteras tras el tratado de París y la proclamación real de 1763. El territorio británico entre los Apalaches y el Misisipi era reserva india. Mapa basado en uno de John Francis (Wikipedia Commons).
El tratado de París de 1783, firmado por Gran Bretaña, los Estados Unidos, Francia y España, reconocía la independencia de las Trece Colonias y España recuperaba la Florida. Pero no se tomaban en consideración las reclamaciones territoriales españolas por derecho de conquista en la orilla oriental del Misisipi, ni el derecho de navegación exclusiva por este río. Esto se debió a que uno de los representantes del Congreso viajó de París a Londres y firmó con la antigua metrópoli un tratado preliminar en el que Inglaterra adjudicaba territorios que ya no eran suyos y permitía la libertad de navegación por un río que no controlaba. Esto significaba retrotraerse a la situación de la paz de 1763. La Monarquía Hispánica y los Estados Unidos compartían ahora frontera, pero también un contencioso relacionado con ella.
El virreinato de Nueva España en 1795. La Capitanía General de Filipinas, que incluía a las Filipinas, Guam y otras islas de soberanía española en el Pacífico, también formaba parte del virreinato de Nueva España.
Tras muchos años de estériles negociaciones entre la corona española y el nuevo estado, finalmente se firmó el tratado de San Lorenzo de El Escorial en 1795, ratificado por George Washington y Carlos IV en 1796. En él se definió la frontera entre Estados Unidos y el norte de Florida. La frontera con Luisiana ya estaba en el río Misisipi. España cedió gran parte de lo ganado durante la guerra y se acordó la libre navegación por dicho río para estadounidenses y españoles.
Por el tercer tratado de San Ildefonso, España cedió Luisiana en 1803 a la Francia de Napoleón, quién de inmediato se la vendió a la joven nación. Según la diplomacia española, la venta de Luisiana fue nula de pleno derecho, al incumplir Napoleón las condiciones firmadas, que incluían la no enajenación del territorio a otro país que no fuera España. Pero nada pudo hacerse por evitarla.
En los siguientes años, la expansión norteamericana hacia el oeste provocó nuevas reclamaciones y conflictos territoriales con España. El tratado de Adams-Onís, llamado así por los representantes de cada país que llevaron las negociaciones, el secretario de Estado John Quincy Adams y Luis de Onís, representante de Fernando VII, firmado en 1819 y ratificado en 1821, estableció las nuevas fronteras entre ambas naciones. En vísperas de la independencia de México, todavía una gran parte de lo que hoy son los Estados Unidos se reconocía como territorio español. Pero para España fue el último capítulo de una historia que había empezado 300 años antes y de la que se hablará en las siguientes entregas.
Las fronteras acordadas en el Tratado de Adams-Onís (1819).
Para ayudar a divulgar lo que en realidad ocurrió, la Asociación Cultural Héroes de Cavite ha preparado la revista monográfica, bilingüe (español e inglés) y de libre descarga Las raíces hispanas de los Estados Unidos. Una visión global. En ella se recopilan y narran los hechos de una forma concisa, rigurosa, sin chauvinismos ni polémicas estériles y de ella se ha extraído y adaptado el texto del presente artículo.
Francisco Moreno del Collado
Francisco Moreno del Collado