MADRE PATRIA

... Es siempre difícil navegar contra corriente. Solo los espíritus libres, animosos y comprometidos son capaces de hacerlo y pagar el precio correspondiente, precios a veces muy costosos moral y económicamente, pero el desarrollo humano se basa entre otros en ese pilar que es y será siempre la verdad en letras mayúsculas, que hay que defender frente a la posverdad construida por intereses maniqueos y que siempre persiguen beneficios personales. La verdad y la mentira no pueden tener el mismo tratamiento, y eso queda claro en el análisis de Madre Patria que el profesor Gullo ha sabido explicar documentalmente, sin ensimismarse en su propio relato.

El indigenismo primitivo, la utilización de cualquier mantra que permita mantener con privilegios a la casta, física y mentalmente ociosa, los viejos tics del decimonónico marxismo que exhaló sus últimos alientos de odio con la caída del muro de Berlín, ha obligado a buscar otros alientos que puedan hacerle sobrevivir tras las desastrosas experiencias de sus decadentes y patéticas ideologías.

El indigenismo no es nuevo, o al menos en su origen, pues ya Europa se había encargado de querer destruir a través de la manida Leyenda Negra las glorias de una España que dominaba el mundo y que hoy conocemos como Occidente. Como expreso en otro artículo, España representó el pensamiento europeo al liderar la evangelización que equivale también a civilización. Pues bien, el poder de esa fuerza civilizadora que en su día representamos había que combatirla por múltiples razones, y qué mejor tejer un relato falso y manipulado para alcanzar lo que actualmente llamamos la posverdad que no es otra cosa que la mayor mentira. En todo ello, el indigenismo, llevado como una exaltación de la cultura primigenia de los pueblos frente a cualquier intromisión cultural, ha construido en aquellos países un discurso demoledor, crítico y hasta cruel me atrevería a decir de la acción española. No importa si hoy hablan español en vez de maya o cualquier otra lengua, no importa su dignidad humana alcanzada ni tanta civilización que dimos y que podríamos describir; el objetivo para los detractores indigenistas es otro moralmente inaceptable y socialmente perverso. Ya en su día, la llamada «Teología de la liberación» íntimamente unida a los pensamientos marxistas –no se puede conceptualmente hablar de marxismo sin hablar de revolución–, apuntó a algunos aspectos que hoy se plasman y proclaman en discursos los líderes de varias naciones hispanoamericanas.

Ante este panorama, el profesor Gullo ha sabido dar respuesta científica y contundente publicando el libro que desmonta la mentira, el odio, la insensatez vertida sobre la gran obra civilizadora española, y por ello me sumo de manera entusiasta a su iniciativa y al merecido premio que hoy recibe. Pero añado algo más. Este premio lo recibimos todos los españoles de bien, pues lo únicamente que ha hecho el docto profesor es poner negro sobre blanco, ¡que no es poco!

Iñigo Castellano Barón