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¿HASTA CUÁNDO?

Cicerón y Catilina
Cicerón y Catilina
Por Fernando Álvarez Balbuena
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Cicerón, si hoy fuera diputado, diría a Catilina en el Congreso: ¿Hasta cuándo, Catalanistas abusareis de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo esta locura vuestra seguirá riéndose de nosotros? ¿Cuándo acabará esta desenfrenada audacia?

Si Cicerón fuera hoy diputado en el Parlamento Nacional de la Carrera de San Jerónimo, ante la provocación continua, contumaz y extensa de los impresentables separatistas catalanes, como lo fue primero Arturo Mas, y ahora sus discípulos y seguidores Oriol Junqueras, Puigdemont y otros de su misma cuerda, es seguro que se hubiera dirigido a éllos con las mismas palabras que hace dos mil años dirigió a Catilina, aquel otro traidor que quería imponer sus nefastos criterios políticos a Roma, contra la que había urdido una vasta conspiración subversiva.

Así pues, seguro que le diría:

¿Hasta cuándo, Catalanisntas abusareis de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo esta locura vuestra seguirá riéndose de nosotros? ¿Cuándo acabará esta desenfrenada audacia?

Y las Cortes, puestos en pié los diputados de todos los partidos, (excepto, claro está, vascos y catalanes) aplaudirían de forma entusiasta y patriótica el discurso encendido del diputado españolista, para condenar de forma indubitada las veleidades separatistas de los rebeldes catalánes, cuyos únicos argumentos políticos son dos mentiras de grueso calibre: “Cataluña es una Nación” y “España nos roba”.

Dos cosas que no puede creerse nadie, excepto los alienados catalanes a quienes, a fuerza de repetírselas uno y otro día, se les ha formado una costra mental que cada vez va a ser más difícil de disolver con dosis de sensatez y de sentido común; es decir, del famoso “seny” del que tanto presumían, y del que tan sobrados andaban los catalanes, aun en épocas recientes.

Pero lo malo es que hoy no hay ningún Cicerón se levante valientemente a combatir las aberraciones separatistas y, lo que es peor, si alguien, desde instancias oficiales, como por ejemplo el Ejército, que ha jurado defender la unidad de España, dice algo contra el discurso secesionista y rebelde, se le amonesta severamente y, si aún continúa en activo, puede ver comprometida seriamente su carrera. Cosa, que por otra parte, revela pusilanimidad (o quizás y cobardía) por parte de un gobierno cuya principal misión constitucional es mantener la unidad de España.

Por eso, envalentonados, los contumaces catalanistas continúan su descerebrado discurso y amenazan ya con separarse mediante una simple declaración institucional de su Generalidad, con posterior referéndum ilegal, guste o no al resto de una “Espanya” ladrona a la que desprecian, y se arrogan el calificativo de patriotas y como tales patriotas, superiores al resto del “estado español”, cuyos dirigentes políticos les miran acobardados y sin atreverse a plantarles cara de verdad.

Aunque ya lo he dicho en otras ocasiones, viene aquí, como anillo al dedo, aquella frase luminosa del Dr. Samuel Jhonson, un sabio inglés del siglo XVIII, quien dijo, refiriéndose precisamente a esa clase de conductas que invocan el falso amor a la patria: “El patriotismo es el último refugio de los canallas”.

Fernando Álvarez Balbuena

Historiador. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología

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