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Días de fuerte presión política

Felipe González, en Badajoz. (EFE)
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Felipe González, en Badajoz. (EFE)
Por Lorenzo López Trigal
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...se resiente en este momento la estructura de los cuatro partidos políticos dominantes en la esfera nacional, aunque por motivaciones bien diferentes en cada caso: problemas de corrupción, liderazgos, organización interna, desintegración...

Enric Juliana auguraba en el diario La Vanguardia (10 enero 2016) que “vienen días de fuerte presión política” para España. En esta hora de fin de mes seguimos sin entablar de una vez negociaciones para formar gobierno en Madrid, sobre todo porque asusta a la mayor parte de los diputados el escenario de repetición electoral y también porque asusta más un gobierno en el que entre a formar parte Podemos y su entorno. De otro lado, los líderes de los dos partidos mayoritarios se han enfrentado radicalmente entre sí y no se vislumbra que haya un acuerdo –recuérdese la frase de Rajoy en el debate con Sánchez, “hasta aquí hemos llegado”- sino es mantener la ruptura y aguantar el tipo cada uno en su propio partido, pues bien saben ambos que lo más probable, en el caso de repetirse las elecciones, es que ninguno de los dos vuelva a presentarse, aunque solo fuese para no volver a las andadas y al escenario actual que aboca a un impasse.

Mientras tanto, se resiente en este momento la estructura de los cuatro partidos políticos dominantes en la esfera nacional, aunque por motivaciones bien diferentes en cada caso: problemas de corrupción, liderazgos, organización interna, desintegración.

En primer lugar, el Partido Popular se sigue enfrentando a situaciones heredadas, como es atajar la corrupción interna en su organización (en especial Valencia y Madrid); en segundo lugar, la crisis de liderazgo afecta al Partido Socialista, motivado por fallos propios del líder nacional y por una fuerte presión y condicionamientos en parte de sus organizaciones regionales; en tercer lugar, los fallos notorios en la estructura orgánica de Ciudadanos, en cuyo seno “el peligro es que en un crecimiento tan rápido se les cuelen indeseables” (Félix de Azúa en El Mundo, 8 noviembre 2015), lo que limita y condiciona los resultados electorales de esta formación, a pesar del acreditado liderazgo de Rivera; y en cuarto lugar, la difícil contención de las fuertes tendencias desintegradoras del entorno de Podemos en sus territorios periféricos abocará a una crisis a corto plazo, de no encontrar su acomodo en el poder y gobierno.

En el resto de partidos, por ahora está consolidada la paz interna en el Partido Nacionalista Vasco y en Esquerra Catalana, en tanto que se avecina una crisis terminal en Izquierda Unida, que tiene parte de sus representantes en la coalición de Podemos y carece de liderazgo. Mientras que el núcleo de Convergencia tiene un difícil futuro ante la calamitosa herencia de Pujol y la rocambolesca actuación de Mas que ha maniobrado hasta el infinito por complicar aún más “la cuestión catalana”, derivando ahora en cuestiones que afectan a todos los españoles y que se reflejan en las “líneas rojas” para llegar a acuerdos de gobernabilidad, como el derecho a decidir en referendum y la asunción de la plurinacionalidad.

Con estos mimbres, todo es sorprendente cada día que pasa y es aún más difícil avanzar y llevar a buen término las negociaciones para un nuevo gobierno con suficiente estabilidad para aprobar las reformas necesarias en España. En el entorno tensionado que estamos, la presión para formar gobierno se incrementa cada jornada que transcurre con un gobierno en funciones por lo que no es de extrañar que salgan a la luz las opiniones de los grandes empresarios y de anteriores gobernantes populares y socialistas (“Aznar y González se ponen de acuerdo”).

Sin embargo, aunque casi todas las opiniones y medios de información pública de la capital coinciden en demandar a los diputados que se pongan de acuerdo en una mayoría de gobierno (pues no sirve una mayoría de investidura), de no prosperar la propuesta de una coalición de partidos constitucionalistas, realizada en principio por parte del mejor valorado de los políticos españoles, Albert Rivera, el Congreso de Diputados no podría más que disolverse y repetir elecciones, ya que se parte del supuesto de que no logran unirse el Partido Popular y el Partido Socialista a una tercera formación, Ciudadanos, precisamente la que mantiene tal grado de coherencia en la cuestión territorial y la articulación del Estado que ha afectado a sus resultados electorales en las áreas de mayor densidad de nacionalistas y foralistas, de ahí sus mínimos porcentajes de voto en las comarcas catalanas y en las Comunidades de Navarra y el País Vasco, como no podía ser de otro modo.

De que haya gobierno, en mi criterio, depende en exclusiva de estas tres fuerzas políticas, pero de no conseguir sumarse las tres a la vez sólo caben dos opciones cruzadas: de un lado, del voto afirmativo o la abstención tanto del Partido Popular como del Partido Socialista, y de otro lado, del voto afirmativo de Ciudadanos. Es decir, las variantes de gobierno y pactos de legislatura son: 1ª) PP + C’s y abstención de PSOE o 2ª) PSOE + C’s y abstención de PP. De ahí, si cabe es más importante la labor de bisagra que puede hacer Ciudadanos, consagrándose como verdadero partido de centro, reformista y progresista, como se recoge en su Congreso de 2007, aportando así una contribución esencial a la política española en esta hora de incertidumbres. En caso de no conseguirse este objetivo de gobernabilidad entre las tres formaciones, aventuro que la inmediata campaña electoral tendría nuevos actores y cuestiones en parte diferentes a la anterior y los ciudadanos podríamos diferenciar mejor a la hora de votar el grano de la paja y como resultado logar un refuerzo de los partidos constitucionalistas.

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