Resquebraja, que algo queda

Hay cosas que te dejan hecho polvo. Leo en prensa que Fobos, la luna más grande de las dos que orbitan el planeta Marte, se fractura sin remedio. Se rumorea que el interior de este satélite es una gran masa de escombros que estaría comportándose de manera inestable. La ruptura, se estima, acabaría ocurriendo en un periodo no menor que 30 millones de años. Afirman los científicos que la misma suerte correría Tritón, satélite de Neptuno.

Nos hemos cargado las ballenas -aunque todavía por ahí resopla alguna-, el Amazonas, y estamos provocando la extinción de animales como la foca malaya -es ejemplo: me la he inventado- y otros que no quiero mencionar para no dar ideas. Pero no contentos con destrozar el planeta en que vivimos, nuestra irresponsabilidad abarca los restantes del Sistema Solar, que, al paso que vamos, dejará de tener la identidad con que le venimos conociendo desde que empezamos a escrutarlo, allá por las cavernas.

Al lado de lo que pasa en Fobos, la gracieta catalana carece de importancia. No sé cómo andará el tema cuando estas líneas sean publicadas. Pero, frente a lo que sucede en el enigmático satélite del que algunos sospechan que puede ser artificial, lo de Cataluña son aguas menores, de las que te permiten evacuar en autocares. El satélite de Marte es lo que importa, por lo que tiene de metáfora.

Es como si hubiera sido construido y puesto en órbita, años ha, por emprendedores catalanes, aquellos que admiramos tanto, y los actuales lo estuvieran arruinando, simplemente por ambición y por querer escapar de la justicia.

Las cuentas andorranas -no necesito explicar qué cuentas son-, más o menos opacas y lejanas, ahora están al alcance de la investigación de la Hacienda española. Motivo por el cual parecería que los delincuentes (presuntos) de la región de la butifarra las hubieran desplazado al planeta Fobos, creyendo ponerlas así a buen recaudo.

Pero antes se coge a un mentiroso que a un cojo, y esa remota región del Sistema Solar se rebela y se rebela, como ya cantaba Manolo Escobar años atrás, si bien refiriéndose a tema muy distinto aunque más entretenido (mirar Youtube, pones ‘Manolo Escobar’ - ‘La minifalda’ y picas).

Esta columna es partidaria de aglutinar todo lo que sea aglutinable, y si no también. Aquí tenemos lo que algunos, muchos, denominan Castilla y León. Y que otros, menos, acusan añoranza del poético nombre aquel de Castilla la Vieja. Pero estoy resquebrajando y dividiendo. Mis disculpas.

Quiero señalar que hay que juntar, agregar voluntades, poner el acento en lo que une y no en lo que separa. Tomemos ejemplo de las comunidades de vecinos. Independientemente de cómo se lleven sus integrantes, permanecen unidas, compactas y rocosas frente al mundo. Puede haber disensiones en su seno, no vamos a negarlo. Pero no se producen extinciones como, vuelvo a insistir, se dice que está ocurriendo con muchos animales, sin ir más lejos las abejas. El vecino que le pone pegas a todo, ahí sigue. El listillo, también. El que no sabe hacer la o con un canuto y se cree Einstein, continuará impartiendo su relativa teoría sobre todo.

¿Por qué Fobos y Cataluña no se conducen igual? Por no hablar ya de Tritón, el gran olvidado de esta columna.

Los mencionados satélites nos están dando un aviso. Es peligroso echarlo en saco roto. Pues podríamos encontrarnos al cabo de 30 millones de años -que pasan en un soplo- con un Fobos de mierda, irreconocible, fragmentado, hecho cascotes. O con una Cataluña errática, vagando por ahí como alma en pena y habitando tristemente en una masía derruida, para susto y pavor de los mendigos que busquen pasar la noche en ella. Quiero recordar que Fobos, en griego, significa ‘miedo’.