El fallecimiento de dos militares de la Brigada Mecanizada X, Guzmán El Bueno, en Cerro Muriano (Córdoba), ha producido mucho dolor por la tragedia personal y familiar, la pérdida de vidas militares, y una ola de relatos al respecto que describen las conductas y responsabilidades de los Mandos en tan desgraciado hecho, que ahora pertenece al ámbito judicial competente designado al efecto.
La difusión que se le está dando, natural y de derecho, en lo que respecta a la familia implicada y su defensa, ha trascendido a los medios, y a través de ellos, a aquel estrato de la comunicación en la que se analizan, pretendidamente, aspectos más profundos donde se enjuician instituciones, procedimientos, leyes, jurisdicciones, prácticas de Mando y comportamientos militares, con responsabilidades, que podría hacer pensar en una cierta general desviación en el tratamiento correcto de las cuestiones que afectan al personal de Tropa del Ejército de Tierra, cuando de lo que se trata es de afianzar responsabilidades de los actuantes en este doloroso suceso, probar las malas prácticas, en su caso, y satisfacer, en lo que cabe, con la Justicia a las familias afectadas, y recoger las lecciones aprendidas en la práctica para que dichos hechos no se repitan. (...)
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La Brigada Mecanizada X es una de las más importantes del Ejército de Tierra, fue la primera Gran Unidad que se incorporó al EUROCUERPO, allá a finales de los años 90, junto con las de Francia, Bélgica, Alemania y Luxemburgo, y demostró, con los escasos medios de entonces, cómo adiestrarse en Europa, en invierno, con las gélidas temperaturas de la llanura central europea, dando ejemplo de resistencia y operatividad, siendo la admiración de sus homólogas europeas.
Con esto quiero decir que, nuestras Brigadas, ahora punta de lanza del operativo terrestre, no solo pueden ser escasas para la ingente tarea de sus misiones nacionales e internacionales, sino que tienen que ser efectivas, preparadas para los escenarios que nos demanda la defensa colectiva, y resolutivas, de ahí que su adiestramiento, deba ser estricto.
Para ello la cadena de adiestramiento no solo no está al albur de un Capitán, que es el Mando más nombrado por los medios, sino que existe un Sistema de Preparación, en el que se encuentra la Subdirección General de Instrucción y Adiestramiento (MADOC, Granada), que regula ambas funciones, con expertos para aquilatar los procedimientos y los objetivos a alcanzar, recogiendo las lecciones aprendidas, para que esas Grandes Unidades sean efectivas y se respeten las medidas de seguridad necesarias.
A nivel superior, en el Estado Mayor del Ejército, el citado sistema de preparación culmina determinando y emitiendo las Directivas para puesta en marcha de aquel y su corrección en su caso. Finalmente, en la Grandes Unidades, etc., se ejecuta el adiestramiento con sus medidas de seguridad implícitas. Todo el entramado se testa y se produce una realimentación que da como resultado uno de los conceptos de adiestramiento más elaborado de Europa.
Pero el accidente, el desfallecimiento de los medios, la no consideración de algún factor, el humano siempre, están latentes. Los ha habido, fruto de errores humanos, y los habrá; recuerdo uno especialmente importante, un mes antes de mi salida de Teniente en la Academia de Ingenieros del Ejército de Burgos, hace 56 años, en un ejercicio de Zapadores de Asalto, con 4 años de experiencia de Carrera Militar, ya Alféreces, donde dos compañeros fallecieron víctimas de una explosión de trilita cuando asaltaban un bunker; sin duda el factor humano fue el responsable, pero lo habíamos repetido y analizado múltiples veces, ¡faltaba una más¡
La institución militar no forma un reducto en la Administración del Estado, tiene similares procedimientos administrativos, califican a su personal dependiente, y conceden los complementos salariales con la discrecionalidad de toda la Administración; militarmente existe una jurisdicción disciplinaria específica dadas las características singulares de las operaciones militares para las que está enfocada la vida en guarnición, amparada en leyes de derechos y deberes, en Reales Ordenanzas que jalonan con sus preceptos la vida militar cotidiana; no hay nada fruto del desinterés y del descuido, por ello las conductas entre Mandos y subordinados son caminos de ida y vuelta que se delinean con el mayor cuidado.
Pero puede haber fallos, los hechos lo demuestran, y es la Justicia la que debe de esclarecerlos, una justicia, la militar, por la resolución no competencial de la civil propiamente dicha, que se entronca en una Justicia única con la existencia de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo.
Claridad en la investigación, respeto a la Justicia, aprendizaje de las lecciones aprendidas, consideración para nuestro Ejército, el de la Sociedad, y una gran empatía con los familiares de los fallecidos en acto de servicio probablemente, otra forma de servir a España, como evocamos en “La Muerte no es el Final”.
Ricardo Martínez Isidoro
General de División (R)
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