El atronador murmullo político del presente se desvanece ante una realidad que lo es sin ninguna duda: la prevalencia de la monarquía parlamentaria -encarnada por la Familia Real-, como garantía y fortaleza de la nación española.
El juramento de acatamiento de la Constitución, ayer, de la princesa Leonor ante el pleno de las Cortes españolas y ante el mundo entero, con el esplendor requerido por acontecimiento tan trascendente, ha supuesto una vuelta a la realidad después de meses de incertidumbre y de política rastrera que han tenido confundidos los espíritus de muchos ciudadanos españoles.
Nuestra realidad, la realidad de España es muy diferente a esa otra realidad infundida por una clase dirigente que, como bien decía Ortega en otro tiempo, allá por los años veinte del pasado siglo, no está a la altura de lo que la sociedad necesita. Bienvenida pues la constatación de esta continuidad de padres a nietos, desde un digno y esperanzador presente.