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Tres Españas con la Guerra Civil como telón de fondo

José Luis R. Zapatero y Pedro Sánchez. (Foto: https://www.eleconomista.es/ Reuters).
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José Luis R. Zapatero y Pedro Sánchez. (Foto: https://www.eleconomista.es/ Reuters).

LA CRÍTICA, 24 NOVIEMBRE 2022

Por Íñigo Castellano Barón
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La HISTORIA podría parecer increíble, si no fuera porque la realidad nos demuestra en su amable pero también cruda evidencia, a una nación que, tras una guerra civil que duró casi tres años, supo gestionar admirablemente una Transición que llevó a la concordia, al desarrollo, y a la esperanza de un nuevo y próspero futuro. (…)

Sin embargo, aquella Transición supuso renuncias, aceptaciones, entendimientos, complicidades, pero, sobre todo, la voluntad inquebrantable de los españoles por superar una tragedia humana de inmensas proporciones para alcanzar la paz y prosperidad dentro de una Europa que avanzaba hacia el progreso y a los principios universales de los derechos y dignidad del ser humano, tras haber sufrido un siglo de dos guerras mundiales que cambiaron el orden del viejo régimen. Pero a la vista de los tiempos transcurridos, aquella Transición, admirada en Europa, dejó flecos deshilachados y costuras sin remendar, que han sido aprovechados por una izquierda revanchista, con odio a la religión, sectaria en su propia esencia, y en mi opinión, fundamentalmente oportunista que les ha permitido transformarse de un «proletariado de levita» como decía Juan Valera y Alcalá-Galiano a un proletariado del coche oficial y el falcom.

El DESARROLLO de la Transición dio sus frutos siendo el principal, el que la nueva generación de la posguerra olvidara rencores y afrentas pasadas, para unirse y sumergirse en una España que juntos consiguieron convertirla en una las mayores potencias industriales del momento. La capacidad de nuestra nación se convirtió en ejemplo tras conseguir alcanzar tan altas cotas de bienestar, por la creación de una potente clase media, una industria en pleno desarrollo, y un logro sin precedentes de derechos en leyes de gran contenido social para las clases trabajadoras a través de una vertebración representativa de las patronales y sindicatos. Entretanto España adquiría peso en el contexto internacional, las universidades españolas acogían a aquellas clases que hasta relativamente poco tiempo antes no tuvieron acceso a la cultura, pero que gracias a un ambicioso programa de becas abrió las puertas de sus aulas a los más desfavorecidos en igualdad de oportunidades. La sanidad universal para todos los ciudadanos españoles fue un hecho constatado, y las promociones de viviendas, tanto las protegidas como las propias del mercado libre, dibujaron nuestras costas al punto de desarrollar un gran turismo, base de nuestra economía y contribución a nuestro PIB.

Esta era nuestra España que entre todos construimos, otorgándonos nuestra Magna Carta, la Constitución de 1978. Punto de inflexión y conjunción de todos los afanes, ideales y legítimas ambiciones de todos los partidos políticos, unidos para determinar conforme a un Estado de Derecho, la guía y forma de nuestras obligaciones y derechos como ciudadanos en el contexto legal que conforma nuestra Constitución. España ingresó como miembro de la OTAN y también de la Comunidad Económica Europea.

Pero la ambición, la deslealtad, la traición y la amoralidad, elementos entre otros del factor humano, irrumpieron en el panorama político español, cuando la reconciliación ya era un hecho que venía de tiempo, y los nuevos protagonistas en su mayor parte no habían nacido en los tiempos del general Francisco Franco. El dinero fácil, unido íntimamente a la corrupción, se adueñó de los amplios pesebres políticos que dan empleo a los ociosos y habladores (decía José de Larra) de corbata, cansados de no hacer nada salvo disfrutar de las prebendas y derechos de una España generosa, libre, que había adoptado los principios democráticos de la Europa civilizada. El juego de partidos políticos nacido de la Transición entró en una liga difícil de describir y de jugar en ella. Paulatinamente los partidos y las Autonomías nacidas de la Constitución, acostumbran a subastar en épocas electorales todo aquello que piensan que la ciudadanía quiere oír. Al tiempo, nuevas clases emergentes, que no dirigentes, faltas mayormente de cultura y preparación académica, comprendieron que el empleo público daba más poder y beneficios, aunque fuera menos productivo. El Estado de las Autonomías sirvió de catapulta para la organización de nuevos centros de poder, sin rechazar por ello las Diputaciones Regionales que han mantenido sus propias estructuras territoriales. La casta, a la que un modesto e irrelevante profesor de ciencias políticas, eufemísticamente llamaría a la nueva e ignorante clase política, consiguió por un proceso de ósmosis incorporarse a esta, a sabiendas de las prebendas de que gozaba y que varias veces había denunciado con acérrima crítica en la misma sede parlamentaria. Su cinismo le llevó sin dilación a ser vicepresidente del gobierno socialcomunista del presidente Sánchez quien, a su vez, estaba igualmente desprovisto de toda referencia moral y dignidad institucional y personal. En coalición y gracias a una moción de censura, que no a unas elecciones, consiguió el denominado «asalto al poder», movimiento que ellos mismos bautizaron y que los medios de difusión, siempre, en general, actuales mercenarios de la pluma, dieron cancha. Juego y plató televisivo para dichos fines fueron puestos a su disposición a cambio, claro está, de incrementos publicitarios del presupuesto público, ayudas, subvenciones y licencias que ninguna empresa privada hubiera podido obtener opción a semejantes privilegios.

La dilución de competencias autonómicas, locales y estatales tuvieron su máximo reflejo y muestra de su incompetencia, a consecuencia de la Covid 19. Un panorama desolador se abatió sobre España, mientras el presidente del gobierno socialcomunista nos alentaba acerca de un Gobierno perfectamente asesorado por un «comité de expertos» inexistente a todas luces y que incluso los propios impostores de tamaña falsedad han renunciado a contradecir su propia mentira. Entretanto, la ciudadanía, por dos veces, y según las edades, era confinada en sus domicilios por decreto gubernamental que posteriormente sería declarado inconstitucional. No obstante, este período de unas Cortes secuestradas no impidió la proliferación de sucesivos decretos que abarcaron casi todos los ámbitos de nuestras vidas privadas y cotidianas.

La izquierda, cachorros de las camadas del bienestar que habían forjado sus padres, los «ociosos y habladores ya sin corbata», acostumbrados a la lubina de los restaurantes, a los coches oficiales y a las ruedas de prensa sin preguntas, descubren una vida nueva para un país milenario, como es el acabar con las costumbres y tradiciones de un pueblo sano para enfrentarlo y convertirlo en tres Españas.

Qué mejor que reinventar la historia para al menos virtualmente ganar una triste guerra civil que perdieron para regocijo de Europa y salvaguarda de la civilización. Pues bien, para eso se necesitó una auténtica acción quirúrgica de implicar y modificar los sentimientos, costumbres y maneras de vida de los ciudadanos, por un lado, mientras por otro a los verdugos convertirlos en víctimas y estas al contrario. Una versión que cambiara todo lo que España desarrolló para convertirla en el relato de un país de explotación esclavista dirigida por un genocida fascista, llamado Franco, apoyado por el régimen que le secundó. Así se construyó el Telón de Fondo que permite establecer el nuevo guión.

La primera España, la de ellos, «ociosos y habladores sin corbata» cuya función es detentar el poder en sus respectivos territorios o autonomías sin más freno que el que ellos se autoimponen, y para eso hay que dar unas nuevas políticas y relatos a los ciudadanos «siervos» que les lleven a comprender la necesidad de nuevos paradigmas que ellos se encargan de programar y dirigir para mayor felicidad del ciudadano explotado por el capitalismo salvaje: la Agenda 20-30; Ley de Género; Ley de maltrato animal; Ley de Memoria Democrática; desarrollo Climático; Ocupación de viviendas; lucha contra la explotación agraria tal como se concibe; nuevas normas de alimentación, reduciendo las producciones ganaderas por su contaminación e incluso prohibiendo la quema de rastrojos y podas, tan absolutamente necesario en cualquier explotación. Ley de la sedición; Ley del “Solo sí es sí” lo que permite la rebaja de penas y suelta a la calle de cientos de violadores… y eso que son feministas, para eso tienen la ley de Igualdad y hasta un Ministerio que como el nacional-socialista, Goebbels, se encarga de los mantras y slogans. El asalto a las instituciones del Estado se manifiesta de manera notable y así, cuerpos de élite del Estado de gran prestigio alcanzado, son seducidos por el nuevo orden. Incluso la Milicia y la Judicatura son objeto de depredación. –¡Hay que mantener el poder!– y si este se perdiera por alguna razón, los Tribunales deben dictar las sentencias que ya tienen preparadas o simplemente se cambian sobre la marcha como ya hay ejemplos.

Como conclusión a estas observaciones, el comunismo ante su caída definitiva del Muro de Berlín, y la declaración por el Parlamento Europeo como partido genocida y terrorista, se tiene que reinventar unos nuevos discursos que contenten o hagan creer a la masa ciudadana que unos nuevos retos deben afrontarse para que los ciudadanos sean felices. En conclusión, un nuevo orden mundial, NOM, que las propias Naciones Unidas mantienen como mascarón de proa.

La segunda España, es la referida a la gran mayoría ciudadana, que no están convencidos de que los «ociosos y habladores sin corbata» les vayan a hacer felices. Estos ciudadanos que votan o no a diferentes partidos políticos, especialmente al viejo PSOE, no se sienten actualmente necesariamente identificados con ninguno, aunque muchos están dispuestos a trasvasar su voto ante el caos que contemplan cada día y por la miseria en la que están inmersos. Y es cierto, pues cada día los medios de comunicación, casi todos en quiebra técnica, y tan solo apoyados en su supervivencia por los políticos afines, dan las consignas establecidas por la izquierda radical. Es decir, por el Gobierno de la Nación, que se harta de afirmar a través de sus palmeros que España va bien y nuestro crecimiento económico es siempre superior al que el resto de organismos nacionales e internacionales predicen; o bien nos amenazan con el apocalipsis de inundaciones, vacunas o el fin del mundo como consecuencia del cambio climático. Sin embargo, «los ociosos y habladores sin corbata» siguen igual, se calientan igual, se suben los sueldos igual, comen más, si cabe. Usan el Falcom aunque este avión contamine más que mil vacas mugiendo en un apretón. Esta segunda España en ningún caso está vertebrada y oscila según la intensidad del caos o del sentimiento, o de cómo se mueva el Telón de Fondo del nuevo teatro de la triste y envilecida tragicomedia del sanchísmo y del NOM.

La tercera España, es la España eterna, de valores, aunque también de incertidumbres, que ve con impotencia, desasosiego y hasta incredulidad cómo la verdad se transforma en mentira y viceversa. Esta España que no comulga ni con la paranoia de la izquierda radical ni con la falta identitaria de esa segunda España, conformada casi en su totalidad por la vieja izquierda que no se atreve a enfrentarse con el nuevo PSOE comunista, pero que sin embargo está hondamente preocupada por la deriva tomada de su antiguo partido al que ven unido a filoterroristas, herederos de los asesinos de ETA, de los anarquistas catalanes y de la izquierda republicana catalana que ya se estrenó en aquel 6 de octubre de 1934 con un golpe de estado contra la misma Segunda República. Una segunda España dispuesta a aceptar las reglas del juego, si le devuelven el bienestar alcanzado y la estabilidad jurídica en la que confiaban. Es aquí donde la tercera España juega un papel muy importante ya que goza de un discurso alineado con la razón y el progreso, por cierto, no con la “progresía”. Esta tercera España está compuesta fundamentalmente de partidos de centro y centro derecha que promulgan la razón, el orden y el desarrollo, pero con problemas internos de convivencia política. La falta de recursos de la Administración de Justicia, sumado a la complejidad del relevo de los miembros del poder judicial, cuando no a veces el retraso intencionado de algunas sentencias de gran calado político, hacen que los partidos de esta tercera España sigan a un paso muy lento el conseguir parar la deriva secesionista, antiespañola y antisistema de nuestra nación. La falta de liderazgo termina por llenar el vacío en el que nos encontramos pese a que la derecha tiene un discurso suficientemente coherente para armar una estrategia en donde todos los ciudadanos, salvo la primera España, pudiéramos ilusionarnos.

Es pues, llegado el momento de establecer el Diagnóstico de manera muy simple y desgraciadamente pesimista en mi opinión, cuyos factores claves son: disparidad total de factores claves en una nación como la lengua y la educación. Disparidad del territorio nacional en Autonomías, (en el siglo XII se llamaban Taifas en lengua árabe) que, aunque conforme a la Constitución, se ha demostrado que la duplicidad de su coste público a través de nuestros impuestos es difícil seguir manteniendo. Disparidad fiscal y consecuente dispersión fiscal. Descentralización de materias de Estado de alta sensibilidad en los ámbitos militares y policiales. Disparidad del concepto de propiedad privada que en algunos territorios son especialmente atacados bajo el amparo de normas administrativas de toda índole. Una Justicia lenta y en consecuencia poco efectiva, basada en larguísimos procesos tan garantistas que lo que no garantizan es la sentencia en tiempo y forma. Dispersión de una política exterior, en ocasiones llevada por las autonomías secesionistas y que enrarecen la imagen internacional de España. Un claro caos en los temas sanitarios y en el reparto de los fondos europeos que provoca la incredulidad y sospecha de los órganos competentes de esos fondos. En definitiva y a la vista está, leyendo la hemeroteca nacional y en especial, la extranjera, España avanza hacia un destino incierto donde las tres Españas confluyen en una confrontación por alcanzar sus respectivos intereses.

¿Qué soluciones podríamos apuntar ante tan grave crisis?

Nuca en la vida suele aflorar una acción determinante, sino el conjunto de varias. Para todo ello se requiere en primer lugar que la razón y el sentido común vuelva a imperar en nuestra sociedad permanentemente atacada por la sinrazón y el sectarismo más patológico. A partir de la razón y el sentido común, se requiere un esfuerzo ingente por desarrollar una culturización en varios campos. Lo primero, desmontar la inmensa mentira vertida sobre nuestra historia y del Telón de Fondo que viene sirviendo como base de los intereses secesionistas, anarquistas y clases improductivas, acostumbradas a la política subvencionista de la izquierda, instrumento de una clase servil y compra de votos. Un gran contenido pedagógico en el reparto de los fondos europeos y en demostrar la irracionalidad de los Presupuestos Generales del Estado que irremediablemente hipotecarán a todo hijo de vecino por largas décadas. Un adelgazamiento de la estructura del Estado que si no se interviene de manera inmediata hará más pobres aún a los contribuyentes y a una España donde el ocio romano del «pan y circo» acabaron con su civilización. Una descentralización de competencias de manera pausada y acompasada a favor de las Diputaciones y otros temas claves que retornen al Estado Central. Una revisión de la Ley Electoral que impida que minorías gobiernen una nación. Realizar un especial esfuerzo en las redes mediáticas propagando toda una España positiva y un porvenir atrayente frente al caos y la inseguridad de personas carentes de toda formación pero que sin embargo viven en los pesebres del Estado.

Mayor número de manifestaciones en la calle, dirigidas por los líderes de la derecha, contra las leyes más inmorales, amorales, impropias y antinaturales que vienen promulgándose. La ciudadanía contra una minoría corrupta e inmoral que hay que estar denunciando continuamente en los medios que se tenga al alcance. No debemos perder más tiempo. Debemos exigir a nuestra tercera España que luche junto a la Sociedad Civil con todos los medios aceptables y que al tiempo convenza a esa segunda España que nos encaminamos al abismo si la primera España, continúa en su senda psicopática, como muchos especialistas reconocidos ya les han calificado como tales.

Vivir y luchar por España en estos momentos, es defender la civilización, la vida de nuestros hijos y nietos, y la supervivencia como nación.

¡Viva España! Y Dios nos ayude…

Íñigo Castellano y Barón

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