El fallecimiento de la reina inglesa merece una reflexión acerca del comportamiento de los gobiernos y medios de comunicación fuera del Reino Unido. No incluyo en ella al conjunto de las sociedades de ese mundo exterior -al que pertenece España- porque su comportamiento es una derivada directa del comportamiento de sus gobiernos y medios de comunicación y, por lo tanto, difícilmente valorable.
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No escatimo un ápice en mi respeto debido a la muerte de una anciana, universalmente conocida y seguida en sus avatares más mínimos durante muchas décadas. Fiel al papel que le asignó, además de la Historia, la legislación y tradiciones de su país, ha sido la encarnación de sus valores y políticas. Y por tal motivo, no es posible aislar su persona del Reino Unido. De su historia y de su influencia en la estructura geopolítica y económica del mundo actual. (...)
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Dejando a un lado, por coherencia histórica, a las familias reales que, en el plano estrictamente privado, conforman una peculiar y gran familia y, como es lógico, manifiestan su duelo con la pompa que su peculiaridad exige, sí cabe poner en cuestión la sorprendente respuesta global de los gobiernos y medios de comunicación apuntados, que es fundamentalmente política.
Para gran parte del mundo, incluidos los países que hoy integran la Commonwealth -no se olvide que el imperio inglés, junto con el español, son los dos únicos que lo han sido de carácter global-, la presencia inglesa en todos sus territorios lo fue mediante la conquista y el sometimiento de sus pueblos con la única legitimidad de su fuerza y el empleo de las mayores vilezas hoy impensables. La habilidad del poder inglés -como parte de su cultura- para exponer estas vilezas propias mediante la Historia, la Literatura y las Artes en general, revistiéndolas de belleza cautivadora y superioridad infinita, no es ajena a la incomprensible admiración general por sus tropelías convertidas así en epopeyas.
Son muchos los hechos históricos cuya realidad ha sido transformada por esta “versión inglesa”, llegándose a imponer esta incluso entre sus víctimas, siendo el caso paradigmático el de España, objetivo secular inglés en su empeño de conquistar el mundo.
Resulta paradójico, por tanto, la provinciana sumisión que se manifiesta estos días ante el fallecimiento de la reina inglesa en gobiernos y medios de comunicación de gran parte del mundo, incluida España, en los que la actualidad ha sido aparcada y sustituida por el ensalzamiento de su figura, lo que implica la aceptación sin rubor alguna de la visión inglesa de la Historia.
Nadar contra corriente no siempre está justificado, pero siempre implica riesgos. En este caso, con estas reflexiones el riesgo es ser confundido con aquellos que aprovechan la situación para atacar a la Monarquía española, impidiendo incluso el que sus miembros puedan ejercer su derecho al duelo íntimo y familiar como les parezca, aquí, en Londres o en Abu Dabi. O con aquellos otros que acostumbran mirar España desde el culo del vaso y no desde sus bordes, olvidando que España somos todos.