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Más aún, cuando todo parece resuelto en El caso de Alaska Sanders y el jefe explica un hecho, sin aparente importancia, como una mera casualidad o coincidencia (no hago spoiler, dado que el lector por el número de páginas que todavía quedan para finalizar la novela, sabe que ésta no termina ahí), los dos protagonistas siguen investigando y descubren la totalidad del sorprendente misterio. Sin embargo, en el siglo XVIII, uno de los más caracterizados representantes de la Ilustración, Voltaire, con su ingenio agudo y certero ya había dicho: “Azar es una palabra vacía de sentido, nada puede existir sin causa”; y también: “Lo que llamamos casualidad no es ni puede ser sino la causa ignorada de un efecto desconocido”. ¿Coincidencia? ¿Casualidad, la de mi amigo policía?
El caso de Alaska Sanders comienza, como la mayor parte de las novelas negras, con un asesinato. Se trata de una joven de gran belleza y atractivo, cuyo cadáver se está comiendo un oso, que es abatido por la policía. Pero Joël Dicker no entra en demasiados detalles del asesinato sino que va buscando las motivaciones del mismo.
Por eso el autor, ha declarado: “Más interesante que el asesinato en sí mismo es saber por qué alguien ha muerto, cuáles son las motivaciones de este asesinato o qué dice eso de los personajes”. (Uxía Prieto, https//www.huffigtonpost.es/ 26/06/2022). Cuestión especialmente compleja en este caso, porque el crimen ocurre en un pueblo de pocos habitantes y todos se sienten afectados en mayor o menor medida, ya que sus vidas, también en mayor o menor medida, estaban relacionadas con la de la joven; supuesto además, que la curiosidad, la murmuración, la sospecha, e incluso las acusaciones veladas, atañen a todos de una manera o de otra. Y aquí disfrutamos de una característica encomiable del autor: la buena ambientación no sólo del pueblo, de sus calles, de sus casas, de sus bares y comidas, de su comercio y tiendas, sino de todos y cada uno de los personajes, de su entorno material, de sus afectos, hábitos y relaciones sociales y personales.
Uno de los efectos de la adrenalina es la excitación, el aumento del número de pulsaciones cardíacas. Pues bien, El caso de Alaska Sanders, es una recomendable novela negra que, entre otras cosas, genera adrenalina en todas o casi todas sus páginas. La historia, bien construida, transcurre a una velocidad, a un ritmo trepidante, contada no ya utilizando una analepsis, sino estructurada en varias épocas, con saltos y encuentros sucesivos y acertados en el tiempo, que espero no confundan a ningún lector. Así mismo, el lector puede no justificar la reiteración de alguna de las características de la personalidad del protagonista, que ya da por sabida, y que enlentece algo la fluidez de la narración. Pero, en todo caso, los capítulos, muy breves, terminan con tal dosis de intriga, que resulta difícil, muy difícil, no continuar la lectura. Igualmente, señalar que esta novela se puede leer sin necesidad de haber leído El caso de Harry Quebert, aunque algo ayuda haberlo hecho, sobre todo al principio, por cuanto facilita profundizar en algunos de los sentimientos y emociones.
Naturalmente, esta sección crítica no pretende hacer una crítica profesional, que no sé si podría hacer en la actualidad, sino la de un lector que ha leído mucha, pero mucha novela negra, y sólo aquéllas que le parece que merecen la pena de ser leídas, las publica.
En este sentido, además de lo que ya se ha dicho o escrito en otras críticas sobre El caso de Alaska Sanders, reproduzco unas frases (no hacen spoiler), que manifiestan pensamientos que aumentan el interés de la novela y que no he leído en esas críticas.
Quizá el lector coincida en que algunos rasgos del protagonista, también escritor, son autobiográficos del autor: “Siempre se pretende que un gran escritor se parezca a los que le precedieron, sin pensar que, si es un gran escritor, es precisamente porque no se les parece”.
Igualmente, como en toda novela negra los personajes, especialmente la policía está relacionada con la muerte, el amor, la pasión, la amistad, el engaño, las falsas pistas y el sentido de la vida:
“El gran fracaso de la muerte es que sólo puede acabar con la materia. No tiene nada que hacer contra los recuerdos y los sentimientos.
“La trampa del dinero, Marcus, es que puede comprar todas las sensaciones, pero nunca un sentimiento auténtico.
“Eso quiere decir que hemos amado la verdad. Duele mucho, pero le presta todo su sentido a nuestra corta vida.
“Un amigo es alguien que nos conoce bien y al que, a pesar de eso, queremos.
“Un crimen perfecto no es el que se comente sin dejar rastro. Es precisamente el que da un hueso que roer a los investigadores y los lleva a sospechar de la persona equivocada.
“… crimen perfecto no es aquel cuyo culpable no aparece nunca, sino aquél en el que el asesino consigue que la culpabilidad recae ya sobre otro.
“No creo Dios, eh, pero aun así me pregunto si esto no será un castigo divino.
“¿Sabe lo que me gustó en Harry Quebert? La idea de que la redención nunca llega demasiado tarde.
“En su escritorio encontré una nota: Sienna mía: por fin acabó todo. Te quiero y te espero tranquilamente en el paraíso”.
En fin, ya que hemos empezado con frases de Voltaire, terminemos con otra: “Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo”.
Francisco Ansón