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ELECCIONES EN CASTILLA Y LEÓN

Liberales y conservadores con los ojos vendados

Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Pablo Casado (Partido Popular). (Foto: Europa Press / Archivo).
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Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Pablo Casado (Partido Popular). (Foto: Europa Press / Archivo).

LA CRÍTICA, 11 FEBRERO 2022

Por Juan M. Martínez Valdueza
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Leo con interés en un diario nacional la reflexión sobre la estrategia del Partido Popular en orden a la hipotética formación de Gobierno en Castilla y León tras las próximas elecciones.

Esta es, en resumen, la estrategia defendida en las alturas del PP: «quieren llegar a las [elecciones] generales sin haber firmado ningún gobierno de coalición con Vox. Es lo mejor para el interés nacional del partido … Si hace falta perder un gobierno autonómico, porque Vox no se avenga a negociar la investidura de sus candidatos sin exigir tener cuotas de poder, lo harán [pues se pierde]» (…)

... A pocos días de que hayamos asistido a la celebración, por todo lo alto, con espectáculo de saltitos de alegría incluido en el Congreso, de la consolidación del acta de defunción política de Ciudadanos tras su apoyo al gobierno del presidente Sánchez en el asunto de la reforma laboral, vemos hoy, no sin sorpresa, la posibilidad más que real de que el Partido Popular ceda voluntariamente el gobierno de Castilla y León a los señores de Sánchez en esa región, en el caso de necesitar el señor Fernández Mañueco a Vox para investirse y que este le pida a cambio entrar en su gobierno.

La verdad es que hay que tomar aire –antes de continuar– para tratar de entender la ceguera de los dirigentes liberales y conservadores, de Ciudadanos y del Partido Popular, en el momento político que nos toca vivir en España.

Por un lado, los dirigentes centristas siguen sin enterarse de que sus votantes, a diferencia de ellos que no lo son aunque a veces lo hayan parecido, son mayoritariamente conservadores o de derechas, como quieran ustedes… o fascistas, como gustan de llamarles no se entiende muy bien por qué socialistas, comunistas y la mitad de los nacionalistas. Esta cortedad de miras lleva a estos dirigentes de diseño paso a paso a la desaparición de su formación política, aun hoy entre alardes de optimismo ante sus “jugadas maestras” en las que solamente ellos creen y a las que confían geniales resultados. Por cierto, sus dirigentes más “expertos” y realistas llevan tiempo abandonando el barco y encontrando acomodo en otras formaciones con más posibles, sean de izquierdas o de derechas, que tanto les da, que para eso son “centristas”.

Por otro lado –¡qué curioso!, por otro que resulta ser el mismo– los dirigentes del Partido Popular también siguen sin enterarse de que son ellos y sus políticas la causa, el origen y el actual ascenso de Vox. Por lo que, cuanto más se alejen de esta formación política –tributo que les imponen las izquierdas dominantes para su legitimación–, y, como consecuencia, más se acerquen al señor Sánchez, mayor número de sus votantes correrán en estampida a refugiarse en la formación de ultraderecha, requetefacha y olé, por resultarles el único consuelo esperanzador de que algo cambie en España a mejor, lejos de ese mejunje político-cultural extraño que está desvaneciendo España y transformando su sociedad en algo raro, raro, raro… Para estos votantes huidizos, superado el pudor por la general condena y consolidada la convicción de que los malos son los otros y no ellos, el verse arropados por muchos más los fortalece al punto de decir en voz alta que lo que España necesita ahora es “una pasada por la derecha”. ¿Les suena? Eso ya lo inventó don Alfonso Guerra pero al revés.

Conclusión. Si el señor Casado quiere desaparecer –no él sino su formación política– al estilo de la señora Arrimadas, que le entregue al señor Sánchez el gobierno de Castilla y León. Será un paso de gigante para conseguirlo.

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