.. A los presidentes posteriores (José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez) ya no les he conocido personalmente, aunque sí a algunos de sus cercanos colaboradores.
Tierno
A Tierno lo traté más durante la Transición, pues milité siendo joven –desde 1968 hasta 1978– en el PSI/PSP, llegando a ostentar el cargo de secretario de Relaciones Internacionales entre 1976-1978. Pero tras participar en la comisión negociadora para la integración del PSP en el PSOE, en 1978, progresivamente me fui distanciando de la militancia partidista y del mismo socialismo.
En 1979 Tierno fue elegido alcalde de Madrid, gracias al apoyo del PCE (situación con la que yo no simpatizaba), y el 23 de febrero de 1981 se produjo el extraño incidente –intento de golpe de Estado u operación institucional– que definitivamente me apartó de las izquierdas, aunque Tierno, según pude comprobar, era ajeno a todo ello.
La famosa lista del presunto “Gobierno Armada” fue, para mí, la revelación clara de que la democracia había degenerado en una partitocracia corrupta. El proceso de Consolidación de la democracia en España quedaba interrumpido. Creo sinceramente que todavía no hemos conseguido enderezar el camino, es decir, seguimos en lo que llamo irónicamente la “Consolidación pendiente”, a duras penas, con pequeños avances y sobre todo grandes retrocesos.
Visité a Tierno con frecuencia durante aquellos años de la “Movida Madrileña” en sus dos despachos, el de Alcalde de Madrid y el de Presidente de Honor del PSOE, pero aparte de su popularidad con sus gestos teatrales y los famosos bandos municipales, me pareció ya una figura política decadente. Bajo su égida comenzó la corrupción del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, a propósito de las contratas de basuras (según denunció uno de sus concejales socialistas, Alonso Puerta).
Se me hizo muy evidente lo que siempre había pensado: Tierno fue una creación política de Raúl Morodo, y cuando éste decidió no ingresar en el PSOE (adhiriéndose al proyecto CDS de Suárez), Tierno perdió la orientación y solo dio palos de ciego.
Seguí admirándole como intelectual erudito del pensamiento político clásico español, pero me sentí cada vez menos interesado por su doctrinario socialismo. Creo que el Viejo Profesor realmente era un hombre de otra época, pre-democrática, y como marxista o neo-marxista (igual que le ocurrió a Marx) nunca comprendió bien las sutilezas y complejidades de las democracias liberales contemporáneas.
González
A Felipe González, “Isidoro” en la clandestinidad de los años 1970s, le conocí durante las múltiples conspiraciones de la Transición, pero solo llegué a tratarle, aunque superficialmente, en los primeros años de la Democracia.
Admito que durante algún tiempo tuve un cierto –y absurdo– prejuicio respecto a los dirigentes del PSOE de González, influenciado por la referencia despectiva de Tierno a los “Botejara”, y la tontería complementaria acerca del “voto de calidad”.
Tras participar en la comisión para la unidad PSP-PSOE (junto a Raúl Morodo, Fernando Morán, Alfonso Guerra, Luis Yáñez y Luis Gómez Llorente) colaboré brevemente en la Comisión Internacional del PSOE (con Elena Flores, Tino Arenal y el histórico Curro López Real, entre otros) al servicio de Felipe González, apoyándole especialmente cuando acometió con valor la organización y ejecución del “Bad Godesberg” español en dos congresos del partido: el ordinario y el extraordinario, ambos en 1979. Fue mi última y modesta contribución al socialismo democrático realmente existente. Era la condición previa para que Felipe González pudiera gobernar, lo que finalmente se produciría tras su victoria electoral en octubre de 1982.
Pero esta primera alternancia en la Democracia se vio empañada, a mi juicio, por el extraño golpe de Estado u operación institucional del 23-F de 1981. La aparición del nombre de Felipe González, como vicepresidente en la lista del “Gobierno Armada”, junto a los de otros miembros del PSOE (Enrique Múgica, Gregorio Peces Barba, Javier Solana) y del PCE (Ramón Tamames, Jordi Solé Tura), me desconcertó hasta el punto de decidirme a abandonar la militancia partidista y alejarme definitivamente del socialismo y las izquierdas.
La primera alternancia de gobierno y larga presidencia de González (1982-1996), jalonada por tres victorias electorales consecutivas, no fue capaz de crear ni un solo puesto de trabajo productivo, pero fue responsable del inicio de la partitocracia y la corrupción en la Democracia española que todavía hoy padecemos. Al “agujero negro” del 23-F le sucederían el caso de los GAL y los diversos escándalos económicos que minarían aún más la legitimidad del proceso necesario de Consolidación democrática.
Aznar
José María Aznar, al que conocí personalmente en 1994 o 1995 en una comida organizada por el rector de la Universidad Complutense Gustavo Villapalos, y al que invité a participar en un curso de verano de la UCM que dirigí en Aguadulce (Almería) sobre “Alternativas políticas en España”, llegó a la presidencia del gobierno con el Partido Popular en 1996.
Representaba la segunda alternancia, confirmando la efectividad del sistema funcional de alternancias, que según el politólogo de Harvard Samuel P. Huntington es una de las condiciones de la Consolidación de una nueva Democracia (la primera alternancia, de un partido que procede de la oposición de izquierdas al régimen autoritario anterior, tal era el caso del PSOE, no era significativa por obvia). Las derechas, lideradas por Aznar, ganaban ahora el poder democráticamente, sin los privilegios estatales que tuviera UCD en la Transición.
El gobierno de Aznar (1996-2000), prolongado por una nueva victoria electoral con mayoría absoluta (2000-2004), fue un factor de estabilización política y económica.
En el año 2000 tuve la oportunidad de recibirle en la Universidad de Harvard, donde entonces me encontraba residiendo como director del colegio español (Real Colegio Complutense) en tan prestigioso campus, acompañándole a la conferencia que pronunció en la Kennedy School of Government.
Aznar tenía muchas cualidades –aunque la simpatía no era una de ellas– pero creo que se ha sobrevalorado su capacidad política. Cumplió correctamente su misión como segunda alternancia para el inicio de la Consolidación democrática, pero también cometió algunos errores serios en sus tratos con el nacionalismo catalán, y en los nombramientos de sus sucesores en el partido y en el Gobierno, así como los de ciertos amigos suyos en importantes empresas públicas.
El trágico ataque terrorista del 11-M de 2004 supuso un nuevo “agujero negro” que definitivamente quebró el proceso de la Consolidación democrática, cuyas consecuencias y ramificaciones llegan hasta hoy día.