... Años más tarde en la España musulmana aparece Abbas ibn Firnás, poeta de la corte omeya cordobesa, y que tuvo el deseo de volar. Para ello cubrió su cuerpo con plumas, se adaptó dos alas como los pájaros y subiéndose a la Arruzafa de Córdoba, se lanzó a volar. El intento tuvo éxito, planeó una cierta distancia, pero en el momento de posarse, no acertó a maniobrar y cayó a tierra violentamente.
El español Rodrigo Alemán, tallador de la sillería del coro de la catedral de Plasencia, llenó en el siglo XVI sus misericordias de irreverentes procacidades. Por ello fue encerrado en la torre de la catedral. Pensó escapar volando y para lo cual, reunió alambres y plumas, fabricó unas alas que adaptó a su cuerpo y con ellas se lanzó por el hueco del campanario. La caída, le ocasionó tan graves heridas que falleció poco después.
En el siglo XVII (1670), el padre Francisco Terzi Lana, publicó, un libro en el que describe una máquina voladora con una barquilla suspendida con cuatro esferas de cobre, en las que había que hacer el vacío, para conseguir la sustentación.
Siete años más tarde, Fray Antonio Fuente de la Peña, sacerdote español publica “El Ente Dilucidado”, en el que fija los principios de la aerostación y por tanto del vuelo. Fuente de la Peña describe un complicado aparato volador con el que no consiguió tener éxito.
También citaremos a Bartolomé Lorenzo de Guzmán, jesuita brasileño residente en Lisboa, que hizo ascender un globo, el día 8 de agosto de 1709, utilizando aire caliente. Fue testigo de su hazaña la corte de Lisboa y de ser cierta esta experiencia el nacimiento de la Aerostación se adelantaría setenta y cuatro años.
Los hermanos Montgolfier en Annonay (Francia) en 1783, fabricaron un globo de papel que al aproximarle una llama se elevaba rápidamente. El feliz resultado de esta prueba realizada sin testigos, abrió para ellos horizontes incalculables que le hicieron vislumbrar el alcance de su invento.
Animados por este descubrimiento, hicieron una experiencia pública con un aeróstato de aire caliente el 4 de junio de 1783.
Asimismo el francés, J.A. Charles, con la ayuda de los hermanos Robert, fabricó un pequeño globo de seda impermeabilizada y lo llena de hidrógeno. Hizo el lanzamiento sin tripulantes, desde el Campo de Marte, el 27 de agosto de 1783.
El logro de estas ascensiones hizo que Luis XVI pidiera a los hermanos Montgolfier repitieran su ensayo en París. Se elevaron en Versalles, llevando a bordo un gallo, un carnero y un pato.
El éxito coronó el experimento, y ya nada se oponía a realizar un ensayo con pasajeros. La prueba se efectúó en un globo cautivo el 15 de octubre de 1783, siendo el primer aeronauta, Jean Francois Pilatre de Rozier. Días más tarde, Pilatre de Rozier y el Marqués de Arlandes, efectúan la primera ascensión libre. Se elevan en los jardines de la Muette el 21 de noviembre de 1783.
Otra ascensión interesante, tuvo lugar en Lyon, el 19 de enero de 1784. El globo “El Fresselles”, se elevó llevando a bordo a seis pasajeros. Esta ascensión ha pasado a la historia porque cuando el globo estaba iniciando la salida, saltó a bordo de la barquilla, un joven llamado Fontaine. Este séptimo pasajero, no previsto, puede ser considerado el primer polizón aéreo de la Aeronáutica.
Volviendo a España, encontramos la noticia que un vecino de Plasencia, José Patiño, con una aeronave de su invención, había efectuado un vuelo, en su máquina voladora bautizada “Pez Aerostático”, saliendo de Plasencia para dirigirse a Coria.
Juan Albarellos en sus “Efemérides burgalesas”, cuenta que un humilde pastor español, Diego Marín Aguilera, de Coruña del Conde (Burgos), realizó el primer vuelo humano del que se tienen noticias documentadas. Construyó con la ayuda del herrero del pueblo, una máquina voladora con la que se lanzó a volar. En su primer intento recorrió 375 metros. El histórico hecho ocurrió en la noche de 11 de mayo de 1793.
Después de los éxitos de los aerosteros, por toda Europa, ¿qué ocurría mientras tanto en España?
En nuestra nación, el 28 de noviembre de 1783, tuvo lugar, en la casa de campo del Infante don Gabriel y en presencia de la Corte Real, la primera ascensión no tripulada. Estuvo a cargo del canario Agustín de Bentecourt, prestigioso ingeniero militar e inventor, que dedicó su vida profesional a las máquinas de vapor, globos aerostáticos y al planeamiento urbanístico.
José Viera y Clavijo, sacerdote católico, nacido en Tenerife, historiador, biólogo y reconocido como el máximo exponente de la ilustración canaria, elevó su propio globo.
Era uno de los grandes desafíos que Viera quería cumplir. Había conocido en París las virtudes de la aeronáutica y sus estudios sobre los gases le permitieron la elevación de un globo en los jardines del Marqués de Santa Cruz el 15 de diciembre de 1783.
Los ensayos aéreos continuaron con poca fortuna. El Infante don Gabriel contrató al francés Henri Bouche, establecido en Madrid, para que le fabricase un globo. Bouche, una vez construido, se elevó en Aranjuez, en julio de 1784, con tan mala suerte que cuando iniciaba la ascensión, se produjo el incendio del aerostato y su desplome a tierra, resultando Bouche gravemente herido.
Ocho años después, en 1792, en la tarde del domingo 12 de agosto en el jardín del Real Sitio del Buen Retiro, se elevaría un globo aerostático, el primero que se lanzaba en Madrid. Fue Vicente Lunardi el aeronauta que se elevó y descendió una hora después, en Daganzo.
Lunardi, visto el éxito de esta primera ascensión, repite sus experiencias en Madrid. Primero saliendo desde la Plaza de Oriente, para que lo pudiese presenciar la Familia Real y posteriormente desde el Parque del Retiro.
Finalmente, la prehistoria de la Aviación Militar Española, se remonta al mes de noviembre de 1792. En un escrito del Conde de Aranda se dice que el profesor del Real Colegio de Artillería de Segovia, D. Luis Proust (químico), con varios profesores cadetes regresaban a Segovia, después de llevar a cabo una serie de experiencias con un globo cautivo.
El día 14 de noviembre, estos mismos oficiales y cadetes efectuaron una exhibición en El Escorial, ante el rey Carlos IV. Con esta ascensión demostraron la eficacia del globo cautivo, como observatorio aéreo para vigilar el campo de batalla. La prueba de observación aérea, fue un completo éxito y el Monarca, plenamente complacido, prometió su ayuda para que los globos fueran incorporados al Ejército.
Resulta extraño que una experiencia realizada con tanto éxito, con la aprobación del propio rey y recomendada por el ministro de la Guerra, no tuviera una continuación. Pero lo cierto es que, después de estos ensayos no existe prueba documental alguna que confirme la continuidad de las experiencias ni la creación de una unidad que estudiase y explotase las aplicaciones militares de la aerostación.
Con los resultados obtenidos por la navegación aérea, hasta el siglo XIX podemos afirmar que con los “más ligeros que el aire”, se consiguió volar, pero que, hasta “los más pesados que el aire” todo se reducía a fábulas, leyendas, deseos, algunos diseños y de vez en cuando, alguna máquina aérea, que al carecer de la energía necesaria, apenas se elevaron del suelo.
Pero en el siglo XIX, la aerostación alcanzará su máxima popularidad, los dirigibles van a comenzar a pasearse por los aires y está a punto de conseguirse la dirección de los globos. Pero no mucho más se conseguirá.
Por tanto, el siglo XIX, es el siglo de los precursores, de los primeros realizadores; es el siglo de los primeros caballeros que abrieron el camino y que permitieron a sus sucesores, los aeronautas del siglo XX, elevarse definitivamente del suelo, pero esto será en 1903 y eso es otra historia...
Adolfo Roldán Villén
Coronel de Aviación (R)
Correspondiente de la Real Academia de la Historia