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LA ESPAÑA INCONTESTABLE

Los toros son Cultura, también Cultura asturiana

La Tauromaquia, de Dali. (Foto: https://www.clarin.com/cultura/corridas-toros).
La Tauromaquia, de Dali. (Foto: https://www.clarin.com/cultura/corridas-toros).

LA CRÍTICA, 26 SEPTIEMBRE 2021

Por Hugo Vázquez Bravo
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Aunque ya no esté de moda hablar de casposos emperadores, hay una villa en el hermoso Principado de Asturias que año tras año celebra y rememora un hecho singular que la ennoblece, que en ella puso pie por primera vez en España el rey Carlos I, a la postre conocido como Carlos V. Las crónicas recogieron este hecho histórico y, de forma muy curiosa, mencionan concretamente que a tan ilustre personaje se le trató de agradar con una serie de festejos taurinos, (...)

... que no sólo fueron de su gusto, sino que motivaron en él un amor desmedido al mundo del toro. Sin embargo, es aún más significativo, que dichas referencias producidas en el ámbito cantábrico se consideren de las más antiguas en relación a la Tauromaquia.

Los naturales de estas tierras también quedaron encantados de la experiencia vivida y, con total seguridad para otorgarle aún mayor relevancia, más adelante se dio forma a la leyenda de que fue el propio monarca quien había promovido el cambio de nombre de dicha villa, que mudó el que tenía de Pola o Pobla de Maliayo por el de Villaviciosa (viciosa en sentido de abundancia), merced a la esplendorosa generosidad que había recibido de sus pobladores en aquellos días. Diversos estudios han mostrado que esa transición en la toponimia se había dado mucho tiempo atrás.

Pero, ¿cuál habría de ser la razón por la que comencemos a considerar que una costumbre o festejo popular ha logrado trascender para llegar a formar parte de la Cultura y, en efecto, de la Cultura con mayúscula? Pues no se me ocurre mejor argumento que citar la obra de los tres pintores españoles posteriores a nuestro Siglo de Oro más reconocidos y cotizados en el mundo entero, a saber, Francisco de Goya, Pablo Picasso y Salvador Dalí, ya que el hilo conector y fundamento común de su pintura, es justamente el gran volumen de su trabajo dedicado a esta temática. Y cabría preguntarse, además, si la Cultura que en estos momentos estamos produciendo en España será capaz de alcanzar semejante eco en el futuro.

No obstante, la relación más sorprendente de nuestro mundo del toro con el resto del universo, más allá de que las corridas de toros se sigan celebrando en buena parte de Hispanoamérica o Francia, y esto constituya uno de los fenómenos culturales exportados por nuestra parte con mayor éxito, radica en el asombro y fascinación que causó en la llamada Meca del Cine. No invertiré aquí mayor esfuerzo en relatar la pasión de Ava Gadner por los astados y por el maestro Luis Miguel Dominguín, o de Ernest Hemingway hacia cualquier otra derivación de estos festejos, como los Sanfermines, pues no sólo es sobradamente conocido, sino que lo uno podría ser tomado como la extravagancia de una caprichosa diva y, lo otro, como las añoranzas de un aventurero en el atardecer de sus días. Porque lo que de verdad interesa es recordar, que Hollywood y su industria había desembarcado en este país ya hacía cierto tiempo, trasladando aquí la producción de buena parte de sus éxitos de taquilla y, aun así, en aquellas largas estancias que disfrutaron o sufrieron tantos directores y actores, muy pocas cosas de las que teníamos para ofrecerles les importaron en igual medida.

Tanto es así, que existe otra anécdota histórica no tan conocida y que merece mucho la pena evocar. Pasado el ecuador del siglo XX las primeras figuras del deporte, el cine, la cultura y el espectáculo eran vistos casi como unos semidioses de la Antigüedad. Sus logros eran considerados universales y, aunque los ámbitos en que tenían lugar no tuviesen gran difusión en uno u otro país, eran de sobra conocidos por todos los habitantes del planeta, como podría ser el caso de un tal Pelé en los Estados Unidos, de otro tal Nuréyev en España, o de un boxeador rebautizado como Muhammad Ali, que había llevado algo muy distinto del boxeo y mucho más trascendental al continente africano. En ese contexto surgió un astro del toreo en Córdoba de nombre Manuel Benítez. Y lo excepcional, en este caso, es el interés que éste despertó en otro de los personajes más célebres de la pasada centuria, el presidente Kennedy. Tal fue la curiosidad y simpatía que éste despertó en el americano y su familia, que en repetidas ocasiones compartieron parte de sus vacaciones, tanto allí en la residencia presidencial, como en Andalucía.

Así pues, todo esto no hace sino evidenciar que, más allá de la autopercepción de las costumbres de un pueblo, o del interés actual que tienen algunos compatriotas por demonizar parte de ellas, puede ser la consideración que el otro tiene de nosotros lo que ha de resolver cuestiones tan relevantes como a qué podemos considerar Cultura y, del mismo modo, a qué podemos considerar un ataque infundado a la misma.

Hugo Vázquez Bravo
Historiador y escritor
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