... que ya es decir. Pero siempre parece oportuno actualizar todo lo que se refiere a la que va a ser, si nadie lo remedia, la permanente ocupación de una significativa parte de nuestro territorio por un falso aliado, con unas gotas de humor que nos ayuden a aliviar nuestro enfadado malestar.
Actualmente lo más inaceptable del problema de Gibraltar no es verdaderamente el Tratado de Utrecht, urdido a nuestras espaldas por un rey francés y una reina inglesa, sino su continuo y flagrante incumplimiento por parte de la potencia colonizadora sin que ningún gobierno español acierte a adoptar las obligadas medidas para impedir este desastroso incumplimiento. Y encima están creciendo, de forma tan incomprensible como sospechosa, todo tipo de colaboracionistas.
Boris no es físicamente muy hermoso. Y, además, va siempre como estudiadamente despeinado, como si, en el fondo de su alma, deseara dejar público testimonio del desorden interior en el que se mueve. Al parecer nuestro amigo Boris no es un británico de pura cepa. Vendría a ser en el Reino Unido (RU) mucho menos de lo que es un “charnego” en nuestra Cataluña. Porque los “charnegos”, al fin y al cabo, son españoles de pura cepa en esa parte de España tan martirizada por unos pocos. Porque Boris es medio turco, medio otomano, de los de Ataturk, y se apellidaría Kemal si una de sus bisabuelas no hubiera cambiado el apellido de sus hijos por Jonhson, por considerar que así, tanto sus hijos como sus nietos, podrían vivir mejor en un RU que la aplicada abuelita percibía como insuperablemente clasista. Las vueltas que da la vida.
Boris empezó estudiando en Eton, uno de los mejores colegios del RU. Y después en la universidad de Oxford. Ejerció como buen periodista, alcalde de Londres y ahora, después del Brexit, del que fue firme partidario, es prácticamente dueño del partido conservador. Y hasta es posible que llegue a sustituir a Margaret Thatcher en la historia británica y en la memoria de su partido. O sea, un respeto para Boris que tiene innegables cualidades y dotes para la política, dotes algo desordenadas, pero dotes, al fin y al cabo, de las que carecen muchos de los políticos españoles que han tenido o están teniendo responsabilidades de gobierno sobre Gibraltar, a lo mejor porque no han estudiado ni en Eton, ni en Oxford, ni en ningún sitio. Tanto es así que yo mismo hubiera deseado que Boris, aunque no fuese muy hermoso, fuese nuestro primer ministro porque está demostrando saber cómo defender con la contundencia debida lo que cree que es suyo, aunque verdaderamente no lo sea, como es la colonia de Gibraltar. Porque nuestros políticos, aunque sean un poco más bellos y de marcados andares, no han sabido, ni saben, ni quieren, según ellos mismos manifiestan, defender siquiera lo que es genuinamente nuestro.
El pueblo inglés ha pasado mucha necesidad a lo largo de su historia. Su tierra no es especialmente fértil, principalmente por falta de suficiente sol y, además, solo el carbón, un poco de estaño y una pizca de cobre fueron, hasta hace poco, sus principales recursos, claramente insuficientes para vivir como todo el mundo desea. Aunque ahora han encontrado petróleo en Escocia, el pueblo inglés, como pueblo insular en estado de permanente necesidad, tuvo que echarse al mar, principalmente desde la época de Cromwell, para tratar de encontrar los vitales recursos que tanto necesitaban.
Y así lo hicieron por el mundo adelante apropiándose de todo lo que tuvieron a su alcance con derecho o sin derecho alguno. Porque para el RU el mundo entero fue una especie de “global commons”, o fuente inagotable de recursos, de todo tipo, de los que podría apropiarse sin más limitación que la que pudiera plantearle la fuerza militar de sus posibles oponentes. Y dentro del mundo entero, el RU puso sus codiciosos ojos en Gibraltar y su entorno, nuestro mar territorial incluido, un filón inagotable de posibilidades que le permitirían dar una adecuada respuesta a su permanente vocación imperial.
En Eton y en Oxford seguramente no enseñan a apropiarse de lo ajeno, pero probablemente sí a defender lo que ya se tiene. Y esto es lo que hace Boris de un modo también un poco desordenado porque amenazar al mundo entero, nosotros incluidos, con 250 nuevas ojivas nucleares, y sus correspondientes misiles, por si alguien no se aviene de buen grado a sus egoístas designios, parece un poco desproporcionado en los tiempos que corren. Pero a pesar de esta flagrante amenaza, con ojivas o sin ojivas, los españoles vivimos tranquilos y confiados seguros de poder recuperar el territorio perdido tan pronto así nos lo propongamos. Los ingleses no van a ser más difíciles de lo que en su día fueron los franceses cuando fueron expulsados sin contemplaciones de España.
Pero no lo tendremos fácil porque hay muchos españoles que, afectados por un indescriptible síndrome de Estocolmo o un inconfesable afán de colaborar con el opresor, desean y propugnan que la colonia se perpetúe en el tiempo de modo indefinido, sin llegar a comprender que no hay nada que vaya más en contra de la libertad que cualquier forma de sometimiento.
El exembajador Josep Pons ha publicado recientemente un artículo[1] en el diario gubernamental que ha provocado la inmediata y contundente respuesta de Jose María Carrascal[2], que sabe muy bien de lo que habla.
Cuando una persona que es “Jose María” pasa a llamarse “Josep,” como parece ser el caso de nuestro exembajador, siempre me asalta la duda sobre su verdadera españolidad. El Josep que hoy nos ocupa es hermano de Félix Pons[3], aquel hombre cabal y respetado que fue ministro y que desempeñó el cargo de presidente del Congreso de los Diputados con gran eficacia, en representación del partido socialista. Félix fue de aquellos socialistas de la transición que hoy tanto echamos de menos muchos españoles. En cambio, Josep, su hermano, parece estar alineado, por lo que escribe, con los socialistas de la última generación que tanto daño están haciendo al pretender, entre otras maldades, reescribir la historia de España
No podemos saber por qué motivos ajenos a la lógica más elemental, Josep defiende en su artículo teorías colaboracionistas que están llegando demasiado alto en la administración española. Es posible que algún día sepamos quiénes son los que maniobran en contra de los más sagrados intereses de España como son nuestra soberanía, nuestra integridad territorial o la verdadera economía y futura prosperidad de todo el Campo de Gibraltar.
Son muchos, demasiados los colaboracionistas que están a favor del mantenimiento del “statu quo” que explica la injustificada presencia extranjera en nuestro territorio, colaboracionistas a los que ahora parece haberse unido un activo Josep que finaliza su artículo retando a los que acaban de leerlo a decir cuál puede ser la solución al problema de Gibraltar, que no sea la suya.
Y me cabe el honor de poder afirmar, con la mayor rotundidad, que la solución está simplemente en que algún gobierno de España decida, como es su obligación, terminar de una vez por todas con una humillación que está afectando gravemente a los intereses de españoles por la injustificada amputación de la integridad de su propio territorio, que dura ya demasiado tiempo.
El RU miente con hipocresía cuando dice que ellos permanecen en la zona y no cumplen las Resoluciones de Naciones Unidas solo para defender la voluntad de los gibraltareños, lo que sin duda cumplirá puntualmente mientras esa voluntad coincida con sus intereses. Pero los gibraltareños en su mayor parte judíos, hindúes, árabes y algún cristiano ya son, ahora mismo, ciudadanos de segunda clase en el ranquin social británico, y así seguirán de por vida si continúan vendiendo por dinero su dignidad y su verdadera libertad. Porque los gibraltareños pueden creer ahora mismo en la fantástica posibilidad de llegar a ser independientes, pero, aun lográndolo, será con la condición de aceptar de por vida su permanente sometimiento a la voluntad y a los intereses de un RU, que solo eso tiene en cuenta.
Porque los verdaderos gibraltareños viven actualmente en San Roque, el pueblo que tuvieron que inventar cuando fueron despojados de sus tierras, un día no tan lejano.
Madrid,12 de abril 2020
Aurelio Fernández Diz, CN (G) (R)
Asociación Española de Militares Escritores (AEME)
[1] PONS IRAZAZÁBAL, Josep. “Gibraltar tan lejos, tan cerca”. El País, 24 marzo 2021.
https://elpais.com/opinion/2021-03-24/gibraltar-tan-lejos-tan-cerca.html
[2] CARRASCAL, Jose María. “Gibraltar vuelve a alejarse” ABC, 06 abril 2021
[3] PONS IRAZAZABAL, Félix. Considerado uno de los políticos más destacados de la transición española, ingresó en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1975.