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Pío V: el pastorcillo que reformó la Iglesia

San Pío V.
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San Pío V.

LA CRÍTICA, 23 MARZO 2021

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El futuro san Pio V, nació en Bosco Marengo, villa del norte de Italia, cercana a Alessandría, el 17 de enero de 1504, fiesta de san Antonio Abad por lo que le pusieron ese nombre. Su familia, los Ghislieri, tuvieron nombre y posición, pero se arruinaron al punto que Antonio tuvo que contratarse como pastor de ovejas. (...)

... De hecho, alguno de sus hagiógrafos ha relacionado lo que Cristo les dijo a los Apóstoles Pedro y Andrés, que ya no serían pescadores de peces sino pescadores de hombres, con lo que ocurrió a Antonio que pasó de ser pastor de ovejas a Pastor de la Iglesia.

Sin embargo, Antonio tuvo la fortuna de que el señor Bastone, natural también de Bosco Marengo, le ayudó y le envió a la escuela junto a su hijo Francisco. Antonio reveló unas excepcionales condiciones para el estudio, por lo que con 14 años recibió el hábito de dominico y tras hacer el noviciado, profesó el 18 de mayo de 1521, en 1528 fue ordenado sacerdote y tras 17 años como profesor de gran éxito de Teología, fue elegido obispo, cardenal y a pesar de su resuelta oposición, por la presión de los cardenales Borromeo y Farnesio, elegido, por unanimidad, Papa, con el nombre de Pio V, el 7 de enero de 1566.

Jean Mathieu-Rosay, autor enormemente crítico y en algún párrafo quizá algo despiadado, pero siempre objetivo y riguroso, como excepción en su cronología de todos los papas y antipapas en la historia del Iglesia, afirma de Pío V: “El concilio de Trento no habría supuesto nunca para la Iglesia el vuelco que representó, si en el momento de su disolución no hubiera llegado al trono de Pedro el santo auténtico que encarnaba el espíritu de la reforma católica y que lograría imponerla.

El 7 de enero de 1566, en los mismos palacios donde todavía quedaban huellas de los excesos mundanos de Alejandro VI, en los mismos salones donde aún resonaban las risotadas groseras de unas fiestas desenfrenadas, entraba -vestido con un humilde sayal- un monje demacrado, en cuyo rostro brillaban unos ojos luminosos en el fondo de unas órbitas de asceta, que acababa de adoptar el nombre de Pío V y que sería, por fin, un papa digno de este nombre. La influencia de San Carlos Borromeo, el sobrino del papa difunto, contribuyó a que el cónclave, por unanimidad, se fijara en la persona del cardenal de Santa Sabina,…” (Jean Mathieu-Rosay, LOS PAPAS, Ed. RIALP, 1990, p.381).

El programa del nuevo Papa, se puede concretar en cuatro proyectos, que consiguió llevar a cabo. El primero, la aplicación de los decretos tridentinos, esmerándose sobre todo en la restauración de la disciplina y la liturgia, consiguiendo que Roma fuera modelo para el resto de las ciudades.

El segundo, la lucha contra los herejes, continuación de la que ya vivía desde su ordenación sacerdotal y el impulso de las misiones, enviando misioneros a las Indias orientales y occidentales.

Con relación al tercero de sus proyectos, referido a la formación del clero, la catequesis y la doctrina, publicó el Catecismo Romano del concilio de Trento en 1566, ejemplo de catecismo de claridad y profundidad doctrinal, promovió la dignificación del culto, prescribió el celibato y la castidad de vida del clero, dio nombre a las ediciones revisadas del Misal en 1570, del Breviario romano en 1568, la Summa Theologica de Santo Tomás, como texto para las Universidades y Seminarios, vigente en la actualidad y fue un gran propagador de la devoción del Rosario, a cuyo rezo atribuyó la victoria sobre los turcos en la batalla de Lepanto.

Quizá fue el cuarto proyecto por el que es más conocido Pío V, esto es, por haber conseguido tras muchos, muchísimos esfuerzos la Triple Alianza: La Santa Sede, España y Venecia. Dado que este periódico tiene numerosos lectores entre la Fuerzas Armadas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, merece la pena recordar la enormidad de las fuerzas que iban a luchar: “Turcas: 222 galeras, 60 buques, 750 cañones, 34.000 soldados, 13.000 marineros, 41.000 galeotes. Cristianas: 207 galeras, 30 buques, 6 galerazas, 1800 cañones, 30.000 soldados, 12.900 marineros, 43.000 remeros. A mediodía del 7 de octubre de 1571 chocaron las dos escuadras. A las cuatro de la tarde cae muerto el gran almirante Alí y los turcos se baten en retirada. Lepanto fue, como dijo Miguel de Cervantes, que allí luchó ardiendo por la fiebre y que perdió un brazo, “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados y esperan ver los venideros”. Pío V que había estado en constante oración ante la Virgen del Rosario supo por revelación la noticia del triunfo, e instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario, precisamente, el 7 de octubre.” (Álvaro Huerga, O. P., AÑO CRISTIANO, Tomo II, BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS, 1959, p. 293).

Termino citando dos de sus hagiógrafos. El primero de ellos, Enzo Lodi, resume su espiritualidad en sus últimas palabras, aplicables a todo cristiano: “Es el primer papa, antes de Pío X, venerado como santo por la Iglesia en la era moderna… La coherencia entre aquello que se celebra en los misterios y lo que se practica en la vida fue la nota característica de este papa, que había hecho grabar en el crucifijo de su habitación estas palabras: ‘Lejos de mí gloriarme sino en la Cruz de Cristo’. Antes de morir, y en la misma línea, dijo a los cardenales reunidos en torno a su lecho: ‘Os encomiendo la Santa Iglesia, a la que tanto he amado. Procurad elegirme un sucesor celoso, que no busque otra cosa que la gloria del Salvador y que no tenga más interés aquí abajo que el honor de la Sede apostólica y el bien de la cristiandad’. Tales palabras, reflejo de un verdadero amor a la Iglesia, conciernen no sólo a la misión de un papa, sino también a la espiritualidad de cualquier cristiano, miembro de la Iglesia.” (Enzo Lodi, LOS SANTOS DEL CALENDARIO ROMANO, Ed. San Pablo, 1992, p. 142).

El segundo, mejor, los segundos hagiógrafos, pues se trata de dos hermanos, dejan constancia que, cuando Ghislieri fue elegido Papa: “La vida del Pontífice no cambió de su dedicación a la oración y austeridad de vida, sino que la aumentó aún más. Huyó del vicio de la época, que era el nepotismo. Procuró con todas sus fuerzas que Roma fuera una ciudad pacífica y cristiana, y que fuera modelo de todas las ciudades del mundo... Es imposible resumir lo mucho y bien que trabajó para llevar adelante este programa (los cuatro proyectos ya citados). La historia nos confirma que lo consiguió a la perfección. Podía morir tranquilo.” (Justo y Rafael López-Melús, Ed. Apostolado Mariano, 2009, p. 247).

Pio V, fue beatificado el 1 de mayo de 1672 por Clemente X y canonizado el 22 de mayo de 1712 por Clemente XI. Conviene señalar que, si bien Pío V, el primer Papa reformador de la Iglesia, murió el 1 de mayo de 1572, la misa de su memoria se anticipa al día anterior por la coincidencia de San José obrero. No es fácil conocer a alguien que se llame Pio y que su santo sea el de san Pio V y no el de algún otro san Pio más reciente. Pero, dado que en España, el nombre más frecuente, con diferencia, es Antonio y que fue con este nombre con el que bautizaron al futuro san Pio V, quizá se pueda permitir, por la vía de los hechos, lo que hacen, por ejemplo los que se llaman Rafael, que celebran su onomástica el día de los tres arcángeles y el 24 de Octubre, o el de los que tienen nombre compuesto, como José Antonio o Juan Pedro, que festejan los dos santos. Lo importante es, que se recuerde a uno de los santos que más positivamente ha influido en la historia de la Iglesia.

Pilar Riestra
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