... El Antiamericanismo de nuestra época es, mutatis mutandis, similar al Antiespañolismo que proliferó durante la época de nuestro Imperio, que se desplegaría desde 1492 hasta 1898, rebrotando durante la Guerra Civil y el Franquismo.
Los españoles, por tanto, deberíamos estar vacunados contra la paranoia del Antiamericanismo, pero el problema parece ser más bien algo de carácter ideológico en la naturaleza del progresismo en general.
Los españoles al descubrir América y escribir las múltiples crónicas del descubrimiento y colonización inventaron el género del Americanismo: anticipado como un informe incluido por Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano (1539), cuando Álvar Núñez Cabeza de Vaca publica su obra La Relación de lo acaecido en Indias (o con el título Naufragios en otras ediciones), Imprenta Agustín de Paz y Juan Picardo, Zamora 1542, nos dejó la primera descripción de los territorios norteamericanos que hoy conocemos como Florida, Texas, New Mexico y Arizona, con sus indígenas, geografía, fauna y vegetación.
Género americanista cuya moderna actualización historiográfica y literaria, concretamente respecto a los Estados Unidos, reclamaría Juan Valera hacia finales del siglo XIX como contrapeso al exceso de afrancesamiento cultural. Sin embargo tras la guerra entre España y los Estados Unidos en 1898 y el relativo éxito ideológico del “arielismo” hispano-americano contra el gran “Calibán” o “Coloso del Norte” –con contadas excepciones: Valera, Castelar, Almirall, Azorín, Unamuno, Yela Utrilla…- el interés por la gran nación americana dejó prácticamente de existir (la indiferencia, por ejemplo, de Ortega es muy reveladora e inexplicable). Hasta la resurrección del género en la segunda mitad del siglo XX con autores de diversas monografías como Francisco Morales Padrón, Julián Marías, Manuel Fraga Iribarne, Amando de Miguel, María del Pilar Ruigómez y José María Marco, entre los más importantes.
Hoy existe ya una notable bibliografía de autores jóvenes sobre los diversos temas históricos, culturales, literarios, económicos y políticos de los Estados Unidos, aunque me atrevería a decir que numéricamente predomina una literatura ideológicamente sesgada, principalmente periodística, caracterizada por su Antiamericanismo. En cualquier caso, hay que reconocer que el Hispanismo estadounidense es muy superior cuantitativa y cualitativamente al Americanismo español.
No solo en España, el Antiamericanismo ha sido una típica enfermedad infantil del progresismo en todo el mundo. Por ejemplo, el Marxismo (no Marx, sino los marxistas), el Tercermundismo (no el Tercer Mundo, sino los intelectuales del mismo, incluidos los hispanoamericanos: peronistas, castristas, sandinistas, chavistas, etc.), y el Islamismo (radical y yihadista), han sido las principales fuentes ideológicas del moderno Antiamericanismo, sobre el que existe una abundantísima literatura.
Nos encontramos ahora con que el Anti-Trumpismo representa algo así como la etapa superior de ese Antiamericanismo, en cuanto último pretexto igualmente infantil, irracional, del mismo. Es evidente que el Anti-Trumpismo es un fenómeno internacional o global, principal y especialmente intenso en los propios Estados Unidos, de tal forma que constituye hoy la expresión americana, interna, del Antiamericanismo.
El Anti-Trumpismo ha ofrecido diferentes episodios histéricos desde la elección de Trump en 2016, con el espionaje y los intentos golpistas -mediante la nueva modalidad “Paper Coup”- de anularla (véanse las obras absolutamente imprescindibles: Devin Nunes, The Nunes Memo, 2018; Lee Smith, The Plot Against the President, 2019, y The Permanent Coup, 2020; Svetlana Lokhova, Spygate Exposed, 2020) culminando en el fracasado Fake Impeachment, y la campaña electoral 2020. Últimamente hemos contemplado perplejos los escándalos de la familia del candidato Joe Biden, y pese a los intentos de censura, la gran aportación patriótica de las informaciones del New York Post (diario vespertino de la ciudad de New York, decano de la prensa estadounidense, fundado por mi héroe político Alexander Hamilton, consejero y colaborador de George Washington, padre de la Constitución federal, impulsor de los ensayos The Federalist, y fundador del Partido Federalista, precursor del Partido Republicano de Lincoln).
Sin embargo la Trumpofobia ha persistido en conseguir su objetivo, después de varios intentos por parte del Partido Demócrata y del Estado Profundo de ejecutar, como dije, un “Paper Coup”, una nueva modalidad de golpismo “Made in USA”, mediante memos, dossiers (Steele), filtraciones, informes especiales (Mueller), prensa, “fake news”, “fake impeachment”, fraude electoral, etc.
Pero lo que más me interesa en esta reflexión es otro asunto. No quiero dejar de hacer referencia al mismo, porque parece ser un problema típicamente español: el curioso efecto o fenómeno colateral del nuevo Antiamericanismo en la época de Trump ha sido precisamente inducir o provocar también un nuevo Antiespañolismo.
Pierde credibilidad la necesaria y legítima crítica al golpismo anti-constitucional en España (de los separatistas catalanes, vascos, y sus simpatizantes social-comunistas) por parte de liberales, conservadores y democristianos, incluyendo los medios que se declaran “liberales” (Libertad Digital, okdiario, El Confidencial, El Español, El Mundo, ABC, La Razón, etc.) si ellos mismos son incapaces de reconocer y defender la legitimidad del presidente Donald Trump, y condenar los recurrentes intentos golpistas anti-constitucionales en los Estados Unidos contra su presidencia por parte del Estado Profundo, del Partido Demócrata (Obama, Biden y Hillary Clinton), de las izquierdas, de la prensa y la televisión progresistas (y sí, también de George Soros), e incluso de muchos neuróticos republicanos tipo McCain (el “héroe” zascandil, implicado en el intento del golpe generado en el FBI, según las investigaciones de Nunes y Lokhova), o tipo Flake, Kasich, Kristol, Romney y otros, identificados como “RINO”, “RATs”, “Nevertrumpers”, “Repair”, “Lincoln Project”, etc., todos afectados por el TDS (“Trump Derangement Syndrome”).
El Antiamericanismo actual en su forma Anti-Trumpismo me recuerda al nuevo Antiespañolismo, interno, generado por la obsesión Anti-Vox (partido españolista y constitucionalista) que han generado todas las izquierdas y gran parte de las derechas (Nacionalistas periféricos, Cs y PP). ¿Padecemos también en España una especie de “Vox Derangement Syndrome”?
Pablo Iglesias, líder de Podemos, ya lo anunció al presentar su “Alerta Anti-Fascista” contra Vox en 2018. Adriana Lastra, portavoz del PSOE tuiteó el día de la moción de censura (22 de octubre de 2020): “Esta ultraderecha (Vox) es el último aliento de una ideología fascista.” Posiciones aparentemente en sintonía con el movimiento izquierdista internacional conocido como Antifa.
Lamentablemente, el PP de Pablo Casado también parece haberse aliado al frente Anti-Vox. Pero como ya anticipó perspicazmente Huey Long en los años 1930s, poco antes de su asesinato por el gansterismo en los márgenes del Partido Demócrata, el verdadero fascismo del futuro se presentará como un frente “Antifascismo”.
En cierta ocasión Julián Marías observó que “mucho europeísmo en realidad es Antiamericanismo”. Espero que el europeísmo del actual “Establishment” español (de centro-izquierda y de centro-derecha) no se utilice ahora también contra Vox como una expresión de ese nuevo y patético Antiespañolismo.