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Maoísmo, virus ideológico chino

Imagen de las 'lecciones' del maoismo en China. (Imagen: www.ideasenlibertad.net)
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Imagen de las "lecciones" del maoismo en China. (Imagen: www.ideasenlibertad.net)

LA CRÍTICA, 8 ABRIL 2020

Por Manuel Pastor Martínez
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El Coronavirus (también conocido, con mayor o menor justicia y precisión, como “Coronavirus Disease 2019”, “COVID-19”, “virus Wuhan”, “virus Chino”, “virus Comunista Chino”… y para algunos “virus Xi” o “virus Jinping”) no es la primera ni será la última de las pandemias provenientes de China que ha padecido la humanidad. Hace poco leí que incluso la injustamente llamada “gripe española” de 1918 pudo tener su origen en una expedición de trabajadores chinos al servicio de las tropas aliadas en las trincheras de Europa. (...)

... En estas semanas de confinamiento, con el consiguiente y progresivo cabreo por culpa de los comunistas chinos y del gobierno social-comunista español, he meditado mucho -quizás demasiado- con cierto talante paranoico aunque crítico (e irónico), siguiendo las recomendaciones metodológicas del maestro Dalí.

Aparte de las pandemias biológicas, China es también responsable de un letal virus ideológico con carácter de pandemia que han padecido Oriente y Occidente, a partir de mediados del siglo XX, con especial incidencia en España: el maoísmo, que sigue siendo en 2020 la doctrina oficial del régimen. Aunque el maoísmo fue una moda cultural e intelectual en países como Francia e Italia, creo que España –aunque nadie conociera la lengua china- probablemente superó a ambos en el número de partidos y organizaciones “maoístas”: PCE (i), PCE (m-l), OCE (Bandera Roja), MC, UCE, PRT, PTE, Joven Guardia Roja, FRAP, GRAPO…

Ciertamente el papanatismo pro-maoísta no fue exclusivo español. Conviene recordar, esperando que algún día se escriba la verdadera historia o la auténtica macrohistoria de China, el papel fundamental que jugaron durante dos décadas seguidas (1933-1953) los gobiernos estadounidenses de los demócratas Franklin D. Roosevelt y Harry S. Truman asegurando el triunfo del movimiento revolucionario liderado por Mao Tse-tung, un papel efectiva y objetivamente mayor –me atrevo a decir- que el de Stalin (el testimonio del Dr. Li Zhisui en 1994 clarifica las complejas relaciones de Mao con Stalin). Conceptuando a Mao y los maoístas chinos como meros “reformadores agrarios” y descalificando al Kuomintang de Chiang-Kai-chek, los presidentes mencionados, los generales George Marshall y Joseph Stilwell, selectos consejeros de la Casa Blanca, altos cargos del Departamento de Estado y responsables de diversas agencias federales, con el soporte de publicaciones y medios de comunicación progresistas, facilitaron el triunfo de los comunistas en 1949 y, como consecuencia no deseada, su apoyo a la agresión de Corea del Norte a Corea de Sur en 1950.

Una revisión historiográfica necesaria debe partir de obras largamente marginadas, como la de John T. Flynn (While You Slept. Our Tragedy in Asia and Who Made It, New York, 1951), que proporciona todo un catálogo de líneas críticas a investigar. Intentos loables de una macrohistoria de China, como el de Ray Huang (China. A Macro History, New York-London, 1988) se vieron frustrados en sus últimos capítulos por los trágicos incidentes de Tiananmen (Junio 1989). He aportado una modestísima contribución para la futura macrohistoria de la China contemporánea, insinuando una cierta rehabilitación historiográfica del Kuomintang (v. Manuel Pastor, “El Kuomintang y la China contemporánea”, Debate Abierto, 9, Primavera 1993).

No deja de fascinarme el gran número de intelectuales españoles de cierta reputación que comulgaron con el maoísmo en los años 70s y 80s. ¿Sabían realmente lo que era el “pensamiento Mao-Tse-tung” o se montaron un película personal al respecto, ya que casi todos ignoraban la lengua china (y el inglés, para fuentes secundarias fundamentales)? Sospecho que hacían la vista gorda o ignoraban también la historia auténtica de la revolución maoísta en China y sus millones de víctimas. Una vez más, dejando al lado a los intelectuales “lumpen” (dirigentes de ORT y de PTE), no me resisto a mencionar a los que, tras algunas estaciones de tránsito, oportunistamente terminaron en la órbita del PSOE-PSC. El mayor número procede de la OCE (Bandera Roja): Jordi Solé Tura, Antoni Castells, Miguel Barroso, Jordi Borja, Xavier Vidal-Folch, Pere Vilanova, Borja de Riquer, Manuel Castells, Josep Ramoneda, Manuel Campo Vidal, Octavi Martí, Eulalia Vintró, Georgina Cisquella, Carmen Alborch, Marina Subirats, Carlos Martínez Shaw, Jesús Iguiguren, Joan Tardà, Javier Puyol, etc. Otros, de revistas como Cárabo, El Ciervo u orígenes distintos: Joaquín Estefanía, Julio Rodríguez Aramberri, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, Francisco Velázquez, etc. Tampoco voy a ocultar a los que experimentaron una regeneración ideológica más positiva hacia la derecha: Celia Villalobos, Pilar del Castillo, Guillermo Gortázar, Federico Jiménez Losantos (procedentes de Bandera Roja), Pío Moa (del GRAPO), Gabriel Albiac (del grupo Cárabo), Luis Racionero, Carmen Iglesias y otros (de diversos grupúsculos o círculos izquierdistas), etc. Me parece que todos ellos eran ya algo mayorcitos en los años 70s para creerse las memeces del maoísmo, y solo puedo pensar que el factor que les indujo a ello fue un impenitente y papanatas afrancesamiento político y cultural, del que todavía no se han liberado.

Increíblemente, algo que parece no haber sido percibido o creído por los maoístas españoles, patente ya desde los inicios de la Revolución Cultural en los años 60s, fue el delirio criminal totalitario de la ideología maoísta en China, llevado a un extremo terrorista y de surrealismo genocida por sus más conocidos vástagos, el régimen de los Jemeres Rojos de Saloth Sar (“Pol Pot”) en Camboya, y el movimiento Sendero Luminoso de Abimael Guzmán (“Presidente Gonzalo”) en Perú.

Los padres de dos personajes muy conocidos en la escena española actual fueron “maoístas”: Paulino García Moya (padre de Ramón García Cotarelo), fundador y dirigente del PCE (m-l), y Francisco Javier Iglesias Peláez (padre de Pablo Iglesias Turrión), militante del FRAP. Ramón fue brevemente militante del PCE y del PCE (m-l), pero en la Transición estuvo más cercano al grupo socialista del profesor Tierno Galván y después al PSOE (su reciente pasado como independentista catalán es otra historia). El caso de Pablo, fundador y líder de Podemos, actual vicepresidente del gobierno social-comunista, es sobradamente conocido. Por cierto, la cuota “maoísta” en el infame gobierno del PSOE-Podemos la representa un antiguo militante de Bandera Roja hoy vinculado a Podemos -y parece que también a George Soros-, eventual “consejero” personal de Pedro Sánchez durante las vacaciones californianas del líder socialista tras ser expulsado de la secretaría general: el catalanista, sociólogo, autor de múltiples obras de lectura indigesta, y actual ministro de universidades Manuel Castells.

Utilizo aquí las expresiones “maoísmo” y “maoísta” como metáforas de un totalitarismo ideológico, ya que la percepción general era que el maoísmo representaba la alternativa revolucionaria e izquierdista al burocratismo soviético, revisionista y derechista (especialmente después de la crítica a Stalin en 1956). Pero resulta irónico el testimonio del historiador y gran experto en la China Comunista maoísta y post-maoísta, Maurice Meisner, colega de mi maestro en la Universidad de Wisconsin y máximo experto en Fascismo, Stanley G. Payne. Poco antes de su muerte en 2012 el primero reconoció al segundo (quién me lo contó) que probablemente la China maoísta/post-maoísta había evolucionado desde la desastrosa Revolución Cultural y el acercamiento a los EEUU hacia un modelo post-comunista, tipo de lo que Payne entiende como “fascismo genérico” (v. Manuel Pastor Martínez, “Dirty Little Secret: ahora todos somos algo fascistas”, La Crítica, 2016).

El maoísmo y todas las ideologías extremas, como virus ideológicos totalitarios (comunistas o mutantes protofascistas), son más letales y duraderos que el coronavirus. Éste –escribía Luis Herrero (“El otro virus”, ABC, 5 de Abril)- antes o después tendrá su vacuna. Los virus totalitarios no desaparecerán porque anidan en las almas humanas enfermas.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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