... Adolfo Suarez, cada vez más añorado, cuando se vio en la disyuntiva de legalizar, o no, al Partido Comunista de España, pidió informes al Tribunal Supremo (tras cambiarle su presidente) y, como el resultado fue ambiguo, pidió otro informe a la Fiscalía, que le contestó, como no podía ser menos, que no tenía nada que decir, porque ni siquiera había razón alguna para preguntarle algo así, su trabajo no era opinar en esas cuestiones. Y el Presidente, como la Fiscalía no se oponía, legalizó el partido de Carrillo. Por lo mismo, igual podría haberle preguntado al Colegio de Médicos o al Presidente de Telefónica, que le hubieran contestado algo similar, aunque en vez de los latinajos de los fiscales, los médicos habrían podido insertar alguna palabra griega, y los telefónicos algo en inglés.
Al menos Suárez lo hizo ‘en tiempo y forma’, no como, recientemente, hizo Quim Torra algo muy parecido: cuando le ordenó la Junta Electoral que quitase los lazos amarillos de una fachada, retrasó la ejecución con la excusa de que tenía que consultarle al Defensor del Pueblo (catalán), como si don Quim fuese un catalán, ‘de a pie’, que tuviese que defenderse de los excesos de la Generalitat, que es para lo que está ese organismo. Y el Defensor del Pueblo, por supuesto, le dijo, de la manera más políticamente correcta que encontró, algo del estilo de ‘a mí ¿por qué me lo preguntas?’, tras lo cual el señor Torra los quitó justo antes de dar la curiosa imagen de que los quitasen, sus mossos, pero siguiendo órdenes de otros. Igual podría habérselo consultado a la Autoridad Portuaria de Barcelona o al Señor Obispo pero, en cualquier caso, no había excusa para no hacerlo en el plazo disponible o, caso de ser imposible, pedir un aplazamiento, en tiempo y forma, intentando justificar el retraso porque tiene que consultarlo con su cuñado (que está de viaje), por ejemplo.
Luego pone cara de víctima que clama al cielo diciendo que todo era porque él es partidario de la Sagrada Libertad de Expresión. Claro, faltaría más, la Libertad de Expresión es algo muy honorable y que nadie se atreve a criticar, pero, en este caso, es como cuando el crio se esconde detrás de las faldas de mamá, o en las del sacerdote jesuita de donde estudió: sólo se trata de encontrar algo de aspecto honorable tras lo que parapetarse.
Porque resulta que la invocada Libertad de Expresión, si tuviese el don de la expresividad, también le podría haber contestado algo del estilo de ‘a mí no me llames: eso no es cosa mía’, porque resulta que la Constitución reconoce la Libertad de Expresión a todas las personas y, por lo tanto, el Gobierno de la Generalitat, como ente abstracto que es, no goza de una libertad de expresión tan amplia como los españoles de carne y hueso.
Un par de ejemplos: tanto el Real Madrid como el Barcelona pueden anunciar una marca de refrescos, e incluso cobrar por ello, pero ni el Gobierno de la Generalitat ni el de España pueden invocar la Libertad de Expresión para anunciar Coca-Cola (no: Pepsi tampoco). Del mismo modo, tampoco pueden invocar la Libertad de Expresión para recomendar los servicios de su despacho de abogados favorito, ni invocar la Libertad de Expresión para hacer propaganda electoral en periodos electorales, y resulta que así es como se interpreta lo de los lazos amarillos, pues es argumento de algunos partidos, no de todos. Don Quim puede llevar el lacito (muy por los pelos), pero no puede hacerlo ‘La Generalitat’ en sus edificios; o, al menos, eso dice quien tiene que decirlo, y los demás nos callamos y obedecemos.
Porque, señor@s independentistas, les voy a decir algo que es posible que les sorprenda: hay que respetar el resultado de las urnas, en democracia es menester hacerlo. Sí, pero yo me refiero a aquella vez en que el 95% (aprox) de los catalanes dijeron, allá por el 78, que teníamos que regirnos por una determinada Constitución de la que se derivan el resto de las leyes que reglamentan nuestra convivencia. Y, si no nos gustan algunas de esas leyes, o la mismísima Constitución, la forma de cambiarlas es la manera prevista en la propia Constitución, aunque ahora no les guste esa manera (porque no les salen las cuentas, que si les saliesen, otro gallo cantaría). Y, si no tenemos mayoría como para una Reforma Constitucional, pues resulta que no la tenemos, y lo ‘democrático’, en ese caso, es respetar la ley que define nuestra Democracia, no quebrantarla a nuestra conveniencia.
En otro de los innumerables quiebros (que no requiebros) a la lógica en estos días, el señor Torra le contestaba a la señora Arrimadas que, ya que estaba ella en contra de los lazas amarillos que piden liberar a los ‘presos políticos’, estaba ella también, en consecuencia, reconociendo que había presos políticos. Es como si tras censurar, hace unos años, un anuncio de Benetton (creo recordar) por ser ofensivo contra la religión, alguien argumentase que eso demostraba la existencia de Dios… o su inexistencia, pues en esto lo de menos es la lógica.
Atención: en todos estos casos solo se trata de contestar algo, lo que sea, pero adornando la respuesta con algún elemento llamativo y honorable para, a continuación, terminar con la conclusión que nos parezca, aunque no tenga nada que ver con el resto del ‘razonamiento’ ni, siquiera, con el tema de discusión.
Estemos preparados en los próximos días (y meses, y años), porque este esquema dialéctico se va a repetir una y otra vez y, si estamos atentos, lo detectaremos con facilidad.
En nombre de la Política se pueden, y deben, hacer muchas cosas, pero no robar (ni siquiera un 3%), ni matar, ni (por favor) darle patadas a la Lógica. A mí me enseño las reglas del juego de la Lógica un buen profesor, allá por mis 16-18 años; puede que a estas alturas lo de las Figuras del Silogismo (FESTINO, BAROCO, DARII, FERIO, etc.) sean apenas un florero, un adorno de las estanterías de mi memoria, pero es de agradecer que, por encima de todo, integró la Lógica en mi estructura cerebral y, desde entonces, las tonterías las soporto bastante mal, y cuando se dicen como si fueran Grandes Ideas, pagadas con sueldos públicos, me termino ofendiendo porque, o asumimos que quienes las dicen son tontos o, muy probablemente, la conclusión más sostenible es que ellos nos creen tontos.
¡Desengañémosles!: lógica no hay más que una, lo mismo que hay una sola Realidad, por mucho que alguno hable de ‘realidades alternativas’.
Por desgracia, muchas otras bobadas, como lo de las realidades alternativas, no se dicen quebrantando las leyes del razonamiento, porque se nos dispensan sin razonamiento alguno. Es típico del mandamás de un multiestado del otro lado del charco (espero que, escrito así, no salten las alarmas automáticas que hacen disparar la censura de sus agencias) que se despacha en la única red social que sabe manejar (es esa que empieza en ‘T’de tonto, igual que su apellido) con afirmaciones gratuitas, sin necesidad de soporte lógico, científico o documental y, frecuentemente, con sólidos argumentos en contra de lo que dice. Hasta ahora era algo de lo que nos podíamos seguir riendo, porque en nuestra España no sucedía; pero hace poco la Presidente de la Comunidad de Madrid se contagió: el virus de la tontería se propagó a través del Atlántico y le faltó muy poco para decir que la contaminación no sólo no mataba a nadie, sino que era tan sólo una peculiaridad de las ciudades, y que a la gente le debía gustar, pues eso explicaría que creciesen en población a costa del campo.
No es la tontería más tosca de la temporada, pero me temo que marcará tendencia y, cada vez más, tendremos que afilar nuestro sentido crítico para mantener la nariz por encima de la porquería al escuchar las declaraciones de nuestros dirigentes. Y bien que siento ver así las cosas.
Permítaseme terminar con un retruécano que no tiene tanto que ver con la Religión como con la Lógica: ¿Saben un par de cosas que tanto usted como yo podemos hacer, pero Dios ni puede ni podrá nunca, por muy Todopoderoso que sea? La solución más abajo.
Dios no puede pecar, ni equivocarse. Usted y yo sí.
Lo de pecar o no depende de las convicciones de cada cual, pero la Ley es otra cosa, y no es opcional y, en todo caso, lo de equivocarse o no, sí que está en nuestra mano.
Félix Ballesteros Rivas
12/01/2020
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