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CARTAS A LOS ESPAÑOLES (5)

El "manantial de perturbaciones"

Por Enrique D. Martínez Campos
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Manuel Azaña: “Cuanto llevo escrito sobre la situación de Cataluña… parece demostrar que nuestro pueblo (España) está condenado a que con Monarquía o con República, en paz o en guerra, bajo un régimen unitario o bajo un régimen autonómico, la cuestión catalana perdura como un manantial de perturbaciones…”

Queridos amigos:

Recuerdo que entre los últimos días de abril y primeros de mayo de 1978, el PSP de Tierno Galván fue absorbido por el PSOE de González/Guerra debido, sobre todo, a las deudas que había acumulado el primero tras las elecciones. Después de una cena “secreta” entre F. González y Tierno en el restaurante “Las Reses”, se acordó aquella absorción asumiendo el PSOE las deudas del PSP. Tierno Galván claudicó ante el nuevo todopoderoso PSOE.

El 5 de mayo de 1978 el proyecto de Constitución elaborado por los “siete magníficos”, con la intromisión de Abril Martorell y A. Guerra, pasó a ser estudiado por la Comisión Constitucional del Congreso. En esta Comisión el centro y la derecha, con 19 diputados, tenía mayoría sobre los 17 de las izquierdas y nacionalseparatistas.

UCD y AP tuvieron que frenar –entonces- a los diputados catalanes y vascos que querían imponer en sus “cortijos” sus lenguas autóctonas como las únicas. La solución salomónica fue hacer cooficial el español y las de aquellas regiones, Cataluña y Vascongadas. De otra parte, el PSOE era partidario del Estado Federal. UCD y AP se oponían a ello. Y, por supuesto, los diputados catalanes, con Miguel Roca al frente. Quizás por ello Pujos escribió: “En la década de los años sesenta, la independencia no era nuestro objetivo (¿lo era ya en la década de los años ochenta?, añado yo), tampoco lo era el federalismo. El sistema federal… se aplica a colectividades y a territorios en principio iguales o muy similares”. Y, evidentemente, para él Cataluña no era ya una región española. Su idea del separatismo era ya meridianamente clara.

Mientras, en Cataluña, Tarradellas estaba al frente de la Generalidad. Procedente de la Esquerra y después de 38 años de exilio voluntario en Francia, era un hombre que se había “civilizado”, prudente, moderado y que en aquella región navegaba ya contracorriente. Decía “mi Patria es España” o “tenemos la obligación de hacer de España un gran país”. De modo que iba en contra de las ideas de Pujol.

En aquella Comisión el PNV estaba empeñado en que Navarra formaba parte de Vascongadas (Euskadi para ellos). El PSOE estaba de acuerdo con esta idea, pero los socialistas navarros se oponían a ella por aquello de que podían quedarse sin “puestos de trabajo”. Y sin pensárselo dos veces, aún no aprobada la Constitución, el gobierno Suárez comenzó a transferir competencias del Estado a Vascongadas y Cataluña.

El problema más arduo en la Comisión fue el debate sobre el Título VIII, el de la organización territorial del Estado. ¿Realmente sabían aquellos políticos lo que querían? Fraga dijo: “El gran tema, el único tema, si bien se mira, de esta Constitución”. Y así, el socialista Peces-Barba dijo que el PSOE aceptaba el régimen autonómico en tanto se entendiera como paso previo al Estado Federal. Los comunistas apoyaban esta tesis. Fraga advirtió: a ver si los servidores del Estado en Cataluña y Vascongadas van a ser, al final, elegidos exclusivamente por los vascos y catalanes por Decreto y vamos a ser todos “maketos” allí. ¿Se equivocó demasiado Fraga?

Cuando me he preguntado si aquellos políticos sabían lo que querían hacer con España (entonces se llamaba “Estado español”) lo he dicho porque no sé si sabían bien lo que eran los nacionalismos en Cataluña y Vascongadas o habían leído, por ejemplo, a Azaña. Cuando criticó el eje “Barcelona-Bilbao” en plena Guerra Civil, escribió: “Cuanto llevo escrito sobre la situación de Cataluña… parece demostrar que nuestro pueblo (España) está condenado a que con Monarquía o con República, en paz o en guerra, bajo un régimen unitario o bajo un régimen autonómico, la cuestión catalana perdura como un manantial de perturbaciones…”. Y eso que en la Constitución de 1931, España se diseñó como un Estado integral. Por eso Cataluña y Vascongadas eran regiones autónomas, no gobiernos autónomos sin Estado, ni mucho menos “nacionalidades”.

El PSOE estaba decidido a identificarse con los “hechos diferenciales” y, por supuesto, con las “nacionalidades”. Así, el socialista José María (Chiqui) Benegas decía: “Los socialistas defendemos la tesis de que la máxima libertad, en solidaridad plena de los pueblos de España, es la mayor garantía de la unidad del Estado… Creo que por primera vez en la historia constitucional española, se reconoce que España está integrada por “nacionalidades” y regiones que tienen derecho a la autonomía… Para nosotros, el concepto de nación o nacionalidades no es un concepto estático, sino dinámico, sujeto a los cambios dialécticos de la Historia…”. ¿Qué demonios significaba este último párrafo? ¿Sólo palabrería hueca y sin sentido? Pero, además, añadía que los socialistas veían a las Autonomías como “un paso enorme para acercar por ellas el poder político a los pueblos y al pueblo…”. Y así nos va hoy en España con tanto poder autonómico, que no sólo sirve para desunir y enfrentar a los españoles sino que nos cuesta a todos un pastón impresionante con el que ni existirían recortes y se solucionarían muchísimos problemas.

Tierno Galván descubrió el “compromiso”, según él, que desde hacía años, en Toulouse, socialistas y separatistas catalanes se habían comprometido a respetar para, llegada en su día una Constitución, introducir en ella el término “nacionalidades”.

El 3 de julio de 1978 el texto constitucional pasó al Pleno del Congreso. Allí le esperaban más de 1.000 enmiendas. ¿Sería posible estudiarlas en 12 sesiones? El día 19, la cabeza pensante y el bolsillo ya pudiente de Pujol expusieron su afán expansionista sobre Valencia, Baleares y parte de Aragón. Dijo que en esos lugares los catalanes promovían concursos en “lengua catalana” y, dada la identidad cultural en “los países catalanes”, los intelectuales valencianos, por ejemplo, ganaban premios literarios en Barcelona. Y mostró a sus señorías un mapa de España con cuatro “naciones”: Cataluña, Vascongadas, Galicia y Castilla. Es decir, una confederación de naciones… de momento.

Por su parte, los nacionalseparatistas vascos se empeñaban en demostrar que su “soberanía” era muy anterior a la de España. Tenían que ser ellos quienes la delegaran al resto del país. Puedo asegurar que aquella especie de locura estúpida era acogida con, digamos, naturalidad por no pocos sectores de españoles, incluidos medios de comunicación. Abril Martorell cambió cromos con ellos. Si renunciaban a la autodeterminación se les concederían sus deseos foralistas o cupos económicos. Ante esta disyuntiva, los vascos se fueron de las Cortes. Dijeron que para meditar la respuesta a UCD. La tensión en el Congreso por el tema vasco era máxima.

Como anécdota, un periodista sueco en la tribuna de prensa decía: “Esto va muy bien… Todo esto… España… Porque antes, como Franco estaba loco…”. Alguien le contestó: “Pues mira, a lo mejor Franco estaba loco, pero ahora nos hemos vueltos locos todos”.

Y así, cogido con alfileres y “mucho consenso”, el proyecto de texto constitucional pasó a ser revisado por la Comisión Constitucional del Senado el 18 de agosto de 1978. Lo primero que allí se propuso por el senador Fidel Carazo fue realizar un referéndum para eliminar toda idea de Dios en España. Le contestó Torcuato Fernández Miranda, alejado ya de Suárez. Le dio que él no sabía exactamente en qué lugar de la Administración del Estado podía acoplarse al Altísimo y que Dios era difícil de ser reducido a los márgenes de lo que se decía en el artículo primero del borrador. No me digan ustedes, amigos, que todo aquello era de personas cuerdas.

Enrique Domínguez Martínez Campos

Coronel de Infantería DEM (R)
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