... y la gran decepción ha sido el encontrar única y exclusivamente a la Asociación Histórica Metillinensa, que manifiesta la misma sorpresa “El olvido de Hernán Cortés que atribuye a la desmemoria histórica o complejo ahistórico”. Naturalmente a esta Asociación que tiene como fines el estudio, divulgación y promoción del patrimonio de la villa extremeña de Medellín, debe dolerle el olvido que se hace a uno de sus hijos más ilustres
Ahora que se les llena la boca a políticos, personajes y personajillos con la “memoria histórica”, tienen lapsus de memoria y se les olvida la Historia (con mayúsculas). ¡No puede ser!, no son todos tan ignorantes. Parece más seguro que temen la reacción de esa manada de … que a grandes hechos hispanos, propios de cada tiempo, les llaman “Genocidios”. La toma de Granada por los Reyes católicos fue un genocidio y la conquista de América otro, por esa misma consideración fueron también genocidios las invasiones de los celta y los íberos, la de Roma, de los suevos vándalos y alanos, de los árabes, para qué citar más; no merecen más espacio. Incluso he oído comentar que no se celebra esta arribada del conquistador extremeño, para no molestar a los mejicanos. Como si no fueran de la tierra tanto los enemigos que combatió como los aliados que colaboraron con los escasos españoles que allí arribaron.
Espero, que pronto tengamos noticias de diversos actos que recuerden la hazaña de un pequeño grupo de españoles, organizados por asociaciones, corporaciones o entidades que tiene por costumbre organizar homenajes (subvencionados o no) por motivos más triviales. Pero como las grandes conmemoraciones necesita de doctos personajes y como dice el profesor De Diego, “Al ruedo los profesionales y los aficionados al tendido” a los primeros les corresponde la faena, pero me permito una pequeña aportación sobre la personalidad de conquistador, como es la arenga, que este mes cumple los quinientos año y la Ordenanza dada para el gobierno de sus sus tropas.
Palabras dirigidas a sus tropas en la isla de Cozumel, para decidirle a emprender la conquista de Méjico en febrero de 1519:.
“No es mi ánimo facilitaros la empresa que acometemos; combates nos esperan sangrientos, facciones increíbles, batallas desiguales en que habréis de menester socorreros de todo vuestro valor; miserias de la necesidad, inclemencias del tiempo y asperezas de la tierra, en que os será necesario el sufrimiento, que es el segundo valor de los hombres y tan hijo del corazón como el primero, que en las guerras más sirve la paciencia que las manos.
Hechos estáis a padecer y hechos a pelear en esas islas que dejáis conquistadas; mayor es nuestra empresa y debemos ir prevenidos de mayor osadía; que siempre son las dificultadas del tamaño de los intentos.
Pocos somos, pero la unión multiplica los ejércitos y en nuestra conformidad está nuestra mayor fortaleza; uno, amigos míos, ha de ser el consejo en cuanto se resolviere; una, la mano en la ejecución; común la utilidad y común la gloria en lo que se conquistare. Del valor de cualquiera de nosotros se ha de fabricar y componer la seguridad de todos. Vuestro caudillo soy y seré el primero en aventurar la vida por el menor de los soldados. Más tendréis que obedecer en mi ejemplo, que en mis órdenes, y puedo aseguraros de mí que no me falta el ánimo a conquistar el mundo entero y aún me lo promete el corazón, con no sé qué movimiento extraordinario, que suele ser el mejor de los presagios. Así pues, a convertir en obras las palabras y no os parezca temeridad esta confianza mía, pues se funda en que os tengo a mi lado y dejo de fiar de mi
Durante el siglo XVI estuvieron al servicio de la Corona española un conjunto de tropas de muy distinto origen, a las que se aplicó una legislación muy variable y diversa, por no existir unas Ordenanzas generales para todo el Ejército. En este periodo se dictaron diversas Ordenanzas sueltas y locales, como la de Hernán Cortés, dadas en la ciudad de Taxcatecle a 22 de diciembre de 1520, como capitán general y justicia mayor en Nueva España, para el régimen y gobierno de las tropas españolas en aquellos dominios.
El conquistador justificaba la necesidad de las Ordenanzas: “por las escrituras y crónicas antiguas es manifiesto y notorio que los ejércitos procuraron e introdujeron buenas costumbres y ordenanzas, con las cuales y en su propia virtud y fortaleza pudieran alcanzar y conseguir victoria y próspero fin en las conquistas y guerra; por el contrario han sucedido grandes infortunios, desastres y muertes a los que no siguieron la buena costumbre y orden que en la guerra se debe tener; parece claro que el orden es tan loable y sin él ninguna cosa puede haber cumplido efecto. Por todo es necesario hacer ordenanzas y costumbres por donde se rigieren y gobernaren aquellos que hubieran de hacer la guerra, a los españoles que en mi compañía ahora estén o estuvieran”.
Dispone que “el principal motivo de esta guerra es el reducir a los naturales al conocimiento de nuestra Santa Fe y creencia y después el someternos al dominio del Rey. Prohíbe y castiga la blasfemia, los juegos de naipes y otros, la ofensa con espada o puñal a ningún español. Como para librarse de cumplir lo dispuesto, algunos no se apuntan a ninguna compañía, todos deben alistarse en alguna, con apercibimiento que si no lo hacen ahora no se les dará parte ni partes algunas, que ninguno sea osado de burlar, ni decir mal de ninguna capitanía, para evitar rencillas. Que ninguno se aposente en ninguna parte excepto en donde estuviere su capitán y que ningún capitán se aposente en ciudad o lugar que no le fuere señalado”.
Organiza la formación de sus tropas y para tener bien acaudillada a su gente, cada capitán tenga sus cuadrillas de veinte en veinte hombres y cada cuadrilla un cuadrillero o cabo de escuadra, que sea persona hábil y de quien se debe confiar.
Prohíbe que ningún español entre a robar en casa del enemigo, ni otra cosa alguna, hasta ser echados fuera todos y haber conseguido la victoria. Para evitar hurtos y fraudes que se hacen en las cosas de la guerra o fuera de ella, así por lo que toca al quinto que de ellas pertenece a Su Católica Majestad, como porque han de ser repartidas conforme a lo que cada uno sirve y merece, mando que todo el oro, plata, piedras, perlas, plumaje, ropas, esclavos y otras cosas que se adquieran o tomasen en cualquier manera, lo traigan y manifiesten, sin llevar a su posada ni otra parte alguna so pena de muerte y pérdida de todos sus bienes”.