Alicia del Moral voló sin alas quince, quizá veinte metros desde su nido al suelo. Un suelo ajeno, de acera pisoteada, que la recibe inerte y la desmaya: la muere.
Quince metros arriba, quizá veinte, al tiermpo, los burócratas hurgan el bombín y asaltan, violan el nido, el nido vacío por segundos, que la golondrina voló; que Alicia voló olvidando sus alas…
En su covachuela, alguien llora amargamente. No por Alicia, sino por el puñado de euros -dos mil, parece- que con ella volaron…
Descanse, por fin, Alicia en paz.