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EL AGENTE PROVOCADOR

A lo mejor no es mal tiempo, sino que ha cambiado el Clima

Las corrientes marinas como factor regulador del clima. (Foto: http://www.t13.cl/)
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Las corrientes marinas como factor regulador del clima. (Foto: http://www.t13.cl/)

6 JUNIO 2018

Por Félix Ballesteros Rivas
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Es posible que una sucesión de borrascas no sea simplemente una primavera un poco más loca de lo normal. La Corriente del Golfo ha perdido fuerza, y el sol también en los últimos años… la última vez que pasó, se nos desencadenó una glaciación...

La Corriente del Golfo no ha perdido mucha fuerza, pero sí que he leído al respecto cifras del orden de entre el 1 y el 3%. Caso de confirmarse, no sería como en la película ‘El día de mañana’ en la que, en cuestión de horas, se desencadena la catástrofe, pero tendría efectos muy importantes. Vamos a ver cómo.

Esa famosísima corriente marina es el resultado de la configuración geométrica del Atlántico. Al igual que en el Pacífico, el agua se calienta en el ecuador, y se dilata. De hecho, en el centro tiene el océano un nivel de medio metro por encima de su valor de equilibrio; en otras palabras, hay una montañita de agua en el ecuador, no muy alta, pero de enorme extensión. Desde allí, ‘cae’ cuesta abajo hacia todos lados, encarrilándose hacia el sur y hacia el norte.

Hacia el sur llega hasta la Antártida, se enfría. El agua fría (y sobre-salada, pues por evaporación es más salada que la de deshielo de por allí) se vuelve más y más densa, se hunde y, por el fondo del Atlántico retorna al ecuador. Más o menos (sí, ya se que también da vueltas alrededor del polo sur, pero eso no cambia lo fundamental).

Hacia el norte, pasan cosas muy diferentes, porque gran parte del agua, en su camino cuesta abajo, entra en el Mar Caribe, que es un gran puchero o, más precisamente, una gran paella. Cerrado, poco profundo y muy soleado, más o menos como en el caso del arroz, a la vez que se concentra, pierde por evaporación gran cantidad de agua y, esto último, además de provocar cada vez más huracanes, hace más salada el agua, y más densa. Más pesada; esta es la clave.

Cuando el agua caliente encuentra por fin la salida, no puede ser hacia el sur (desde allí sigue llegando el agua ecuatorial), sino hacia el norte… y ya tenemos en marcha la Corriente del Golfo. Y sale recalentada.

Hasta ahora, digamos los últimos 140 siglos, seguía su curso hasta Islandia y, por allí más o menos, el incremento de su densidad, tanto por aumento de salinidad, como por puro enfriamiento, hacía que el agua de la corriente fuese más pesada que el agua del deshielo (dulce y, por lo tanto, más ligera), por desgracia cada vez más abundante en el Ártico… Con todo ello, se hundía, y regresaba reptando por el fondo hacia el ecuador.

Entre tanto, había proporcionado a Europa un clima mucho más apacible de lo que por latitud nos correspondía. Pero eso no lo hacía como una estufa que da calor a quien está cerca, no, lo hacía a distancia y de manera mucho más indirecta: sobre todo, lo hacía calentando una gran masa de aire en mitad del Atlántico la cual, a su vez, repelía y desviaba las borrascas que, rutinariamente, se desprenden de las turbulencias de la Corriente en Chorro. Esta corriente, atmosférica en este caso, es como una corona que da vueltas a gran altura alrededor del Ártico.

Esa corriente en chorro, además de abaratar los vuelos transoceánicos Oeste-Este (porque los aviones se meten de lleno en ella para llegar antes a Europa y gastando menos combustible), suelta remolinos fríos (borrascas) que van bajando de latitud por todo el planeta, pero que en el Atlántico tropezaban con ese colchón de aire caliente (sí: el famoso ‘Anticiclón de las Azores’ que nos provocaba tan pertinaces sequías), y paseaban las masas de aire frío a la altura del Reino Unido, proporcionando a los hijos de la Gran Bretaña su característico clima tan horroroso y a los españoles una inagotable fuente de turistas sedientos de cerveza.

Hasta ahora.

Porque parece que, con esto del Calentamiento Global, el agua sale del Caribe aun más caliente, habiendo perdido más por evaporación (y hay más huracanes, que se llevan más agua, sin su sal, tierra adentro), y desemboca en el océano ya bastante más salada que antes, con lo que se hunde antes y, la Corriente del Golfo, no llega tan al norte como solía. Con ello, el anticiclón de las Azores está aparcado algo más al sur y es menos potente, y las borrascas no encuentran tantas pegas para visitarnos.

Esa es una posible explicación de por qué ahora las borrascas que aparecen en el Atlántico Norte bajan sin obstáculos hasta España. Para colmo, se nos quedan después encima, porque cuando tratan, según su costumbre, de seguir circulando hacia el Este, se encuentran con otro mar-puchero, el Mediterráneo, tan agradablemente cálido a la hora de bañarnos en la playa, pero que detiene las ‘masas de aire frío’ sobre nosotros hasta que se hartan y siguen… hacia el centro de Europa que es donde, con temperaturas relativamente bajas, son mejor recibidas.

Puede que esta explicación sea exacta, no hay que descartarlo, pero lo más probable es que dos o tres de sus puntos clave sean muy matizables. Pero es provocador darse cuenta de que, a poco que este u otro mecanismo parecido se establezca en el complejo equilibrio climático de las corrientes oceánicas y atmosféricas, el Clima puede variar de forma muy significativa en cuestión de años.

La última vez que sucedió fue hace unos 14000 años. Fue la última gran Glaciación. Y durante un par de milenios los hielos del casquete polar llegaban hasta Escocia.

Y hablando de la complejidad de este asunto, aunque ya más brevemente, podemos preocuparnos del fenómeno de El Niño. Es un afloramiento de aguas frías, y muy ricas en pesca, que se suele dar en navidades frente a las costas del Perú. El que surja esa agua fría no es noticia; lo grave es cuando no sucede, pues los pescadores peruanos (y japoneses, chinos etc. que visitan esas costas) tienen un mal año, la economía regional sufre, a veces mucho, el no-enfriamiento provoca evaporación excesiva y lluvias torrenciales a muchos kilómetros de allí y, al otro lado del continente, influye en las temperaturas y corrientes atlánticas desencadenando uno o más años de sequía en nuestro entorno.

Casi lo peor de todo es que no hay manera de enterarse de cuando hay que estar preparado para esas calamidades, porque la mayoría de periodistas sacan titulares de que ‘se ha producido este año el fenómeno de El Niño’, pero, quizá liados por días de turrón y compras desaforadas, no especifican si es que ha surgido el agua fría en la costa, cosa que es lo normal, que es lo que recibe el nombre de El Niño (es como un regalo a los pescadores en Navidad), y que no debería ser noticia; o, por el contrario, la noticia es que la corriente profunda de la costa no ha tenido fuerza suficiente para atravesar las aguas cálidas, y no ha habido ese año fenómeno de El Niño.

A la vez, ese fenómeno navideño está relacionado con la llamada ‘oscilación’ del Pacífico, que aumenta temperaturas y niveles del océano en el este a la vez que en el oeste disminuyen, con la consiguiente racha de tifones y otras catástrofes en el sudeste asiático. Y esa oscilación parece relacionada con el derretimiento más o menos temprano de las nieves del Himalaya, lo cual a su vez está influido por el trayecto que sigan las borrascas atlánticas.

¿Me ha seguido el atento lector hasta aquí? Si es así, ya estará convencido de que por eso, y por miles de razones más, hay que investigar, estudiar y entender lo que nos rodea, incluso ‘el tiempo’. Aunque sólo sea porque quizá, si nos gusta veranear en un sitio fresquito y con mucho verde, a lo mejor es en Almería donde tenemos que invertir a medio y largo plazo, y no en Asturias. O quizá mejor en Casablanca…

Félix Ballesteros Rivas

6-06-18

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Félix Ballesteros Rivas

Ingeniero de Telecomunicaciones y escritor.

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